jueves, 14 de junio de 2007

Jolgorio de princesa

Apenas terminé de leer una de las tantas recopilaciones que de sus columnas ha hecho Germán Dehesa (maestro relator de esa cotidianeidad), y su reflexión sobre las mujeres y fiestas me dejó ahogada de tan jocosa y cierta. Según su relato, su entonces compañera la Hillary lo conminaba “amorosamente” a acudir a la boda de una de sus primas, y esto fue motivo para explicar minuciosamente cómo los hombres rechazan rotundamente asistir a estos jolgorios (a los que al final no se niegan por el temor a la reacción femenina) mientras las mujeres, en general, lo primero en lo que piensan es en qué ropa se van a poner.

Parece que estaba viendo el momento en el que invité con gentiles maneras al amor de mis amores a ser partícipe del bautizo-cumpleaños de mi sobrina la Samantha. Yo ya imaginaba a la feliz pareja como parte de la pachanga familiar (previo escaneo mental al guardarropa), cuando el aparato posicionador del ruido buscador de mi novio (su teléfono) sonó cual reloj de Cenicienta evaporando todo pensamiento feliz. Salvado por la campana y adiós al plan. Afortunadamente y debido a la envergadura del suceso, mi señora madre y yo hicimos maletas y nos hicimos compañía al emprender la odisea montadas en un ADO conducido por un sujeto que inauguró el tour del terror. Tras la zarandeada patrocinada por el candidato a compañero de celda de Paris Hilton, llegamos dispuestas a ser el alma de la fiesta.

¿Nunca han caído a la cuenta que la mayor parte de las fotos y videos familiares siempre ocurren en medio de alguna comilona? Pues esta no fue la excepción. Tras la ceremonia la honorable concurrencia se dedicó a encajar el diente a todo lo que a su paso tenía (¡adiós dieta, hola tacos!) y entonces entre vaso y vaso de agua de jamaica, la cumpleañera dio algunas vueltas tipo mujer maravilla y el ropón convirtiose de pronto en vestido de Blanca Nieves. Pero el show lo dieron los minimiembros de la generación del pulgar (dedo que usan en el celular, el Xbox, el iPod), cuando 7 de ellos sufrieron la transformación radical de pequeños terroristas a Enanitos de la princesa. Dos se disputaron, a pulso, el papel del Gruñón.

Luego llegaron las piñatas (de Blanca Nieves); las niñas casi acariciaban a la muñeca voladora mientras los niños le pegaban con singular alegría. En una esquina, esta postulante a Bruja Malvada animaba a las pequeñas a darle justo en la cara, pues según el espejo encantado, ella era la más bonita entre todas las presentes. Ñaca Ñaca. Llegó un momento en el que mi tío Enrique y yo deambulábamos como almas en pena por el lugar. Los dos agrios de todas las fiestas. Sin embargo mi momento llegó cuando la concurrencia, entretenida en el bolo, nos dejó solos al brincolín y a mi. ¡Oh qué feliz encuentro! Nunca había sospechado el placer oscuro en el arte del brincoteo.

Así, entre las risas de la festejada y la dicha de estar entre familia, mi madre y yo volvimos a nuestro dulce hogar. Mi planeadísimo atuendo, por cierto, fue todo un éxito… Manías femeninas…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ra: Gracias por emprender ese viaje a la Bella Airosa y estar presentes en el bautizo de mi peque. Mi tía y tú vinieron en representación de toda la familia que me llenaron de amor, cariño y enseñanzas durante 10 años de mi vida, que han sido de los mejores!!! Ya decía yo que no podian faltar... LOS AMO