jueves, 1 de diciembre de 2005

¡Cachacuás!

Esto del Cachacuás es un término que aprendí hace algunos ayeres gracias al concurso de cierto programa infantil donde intrépidos y temerarios bodoquitos debían ascender hasta lo más alto de un palo encebado para ganarse tremendos regalones, aunque en realidad lo que siempre obtenían era un doloroso cachacuás y, por ende, ser el deleite colectivo en televisión nacional de todos aquellos que gozamos con la desgracia ajena, sobre todo cuando de golpes y porrazos se trata.

Pues bien, algo sucede con los vientos otoñales que de plano todo mundo anda aterrizando. Desde Juan Gabriel con aquella singular pirueta en triple mortal hasta las divas de RBD impartiendo clases colectivas de patinaje sobre escenarios encharcados. Bueno… ahora que lo pienso bien no creo que todo se deba a los vientos huracanados; sólo porque salgan en televisión tantos trancazos tan seguidos no significa que la gente no se caía a todas horas y en todos lugares…

Esto de las caídas merece consideración desde muchas aristas:
1.- El lugar donde te caes. Tropezar en la escalera de la casa sin público presente es una cosa, pero andar por la vida libre cual gacela veloz y caer frente a docenas de personas es muy distinto. Cualquiera puede ser el escenario: la calle (de la banqueta, en una coladera, en un hoyo ), el teatro, la escuela (como caerse de una silla), en el mercado, subiendo al camión, en el antro, frente a tus amigos, frente a tu familia, frente a tus suegros…

2.-¿Cómo reacciona el público ante el tropiezo? Habemos gente para todo: estamos los que nos reímos sin ocultarlo (a veces a carcajadas) y están las buenas personas que auxilian a esa pobre alma adolorida de cuerpo y ego. No digo que esta Kittotta no da muestras de civismo de vez en cuando, sobre todo cuando quien cae es una persona mayor, pero… pero…. Ustedes perdonen pero debo confesar que mi público favorito son los niños, yo creo que por eso ver "Ay Caramba" o alguno de esos programas jocosos siempre me salvan de cualquier depresión.

3.- ¿Qué pasa por la mente de quién se cae? A veces todo pasa tan rápido que cuando te enteras ya estás en el suelo, pero a veces el asunto es muy cinematográfico y en cámara lenta vas captando tu caída y la reacción de la multitud observante… Ya en tierra firme pueden ser varias las opciones: quedarse así hasta que un caritativo ciudadano nos ayude a levantarnos, o (lo que Kittotta hace) levantarse de inmediato cual rebotín para no hacer el oso más grande de lo que ya es. Y es que aquí va otra cosa… la Vergüenza. En mi caso se manifiesta con un estallamiento involuntario de risa nerviosa; pero hay quienes lloran o se espantan, o simplemente hacen como que no pasó nada. Esto sin olvidar los raspones y moretones subsecuentes.

El contexto también influye mucho: puede que cargues un pastel o una caja con vasos y copas.. Puede ser cualquiera y como sea, por eso hay que fijarse bien por donde se camina, porque no vaya a ser que por ahí ande una cámara escondida y ¡Cachacuás! Una simple caída resulte una anécdota que miles y miles y miles de personas hilarantes podamos gozar para toda la vida.

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