jueves, 29 de diciembre de 2005

Regalo de Navidad

Recuerdo la Navidad donde recibí mi primera bicicleta. Vivíamos en un departamento con un largo pasillo que conectaba la sala con las recámaras y el baño, y justo donde comenzaba doña Valent solía poner el arbolito navideño. Mi cuarto era el que quedaba al fondo, así que en las fechas decembrinas empujaba la cama de tal manera que acostada desde ahí tenía directa la perspectiva hacia el alumbrado pino, y durante muchos años luché sin éxito contra mi sueño para espiar el momento justo en el que los dadores de regalos llegaran con su cargamento a leer las cartitas que con excesiva ansia y frenesí escribíamos mi hermana y yo, para canjearlas por las peticiones ahí especificadas. El caso es que una Navidad abrí los ojos y en medio de mi modorres vi la silueta de dos regalos enormes, bajé de la cama y corrí directo hacia el árbol… Ahí estaban: dos flamantes bicicletas que el Niño Dios (los Valent no creemos mucho en Santa Claus) había dejado para el par de hermanas que enfundadas en sus camisones miraban atónitas lo que tenían ante sus ojos. Por cuestiones de la edad a la primogénita le llegó un modelo en rojo, con un manubrio medio alto y un número pintado al lado, mientras que a la Kittotta le fue destinado un pequeño ejemplar en guinda con rueditas laterales y opción de removerlas toda vez que la técnica bicicletera fuera perfeccionada.

Mi cabeza está llena de anécdotas dolorosas por tanto y tanto catorrazo obtenido desde el momento en el que la estrené hasta el día que le dije adiós y nunca más la volví a ver (fue uno de los tantos objetos que no sobrevivieron la mudanza). La más alarmante de todas es cuando me fui de boca en una bajadita porque dicha bicicleta carecía de frenos, y como los piecitos no me dieron para frenar al estilo de Pedro Picapiedra con el troncomóvil, mi papá corrió detrás de mí para detenerme y ¡zas! que nos caemos los dos. Después nos hicimos de otras más de acuerdo con nuestra edad y tamaño, pero el furor por este juguete desapareció y ahí quedaron, refundidas en lo más recóndito del rincón de los tiliches.

Esta Navidad desperté algo tarde un poco empanzonada por los múltiples platos del pozole degustado en la cena, y mientras me desprendía de las lagañas el amor de mis amores pasó por mí montado en su regalo de Navidad adelantado, animándome a que sacara del olvido mi antigua y oxidada bicicleta para que diéramos un par de vueltas en la calle. Al ver que ya no había remedio para la pobrecita, reuní el ánimo suficiente para ir en ese momento al super y, en un arranque de compradora compulsiva, me hice de un nuevo ejemplar de tamaño inusitado y tono color alegría (amarillo amarillo)… Volver a treparme en una bicicleta fue todo un reto doloroso, y re.aprender a pedalear y conservar el equilibrio al unísono ha sido no sólo un asunto de destreza, también representa una terrible analogía para enfrentar y vencer mis miedos. A veces me limita tanto la sensación de caerme que prefiero tirar todo antes de volverlo a intentar, y hoy andar en bicicleta de nueva cuenta a mis 26 años, el darme la oportunidad contemplar una linda tarde de diciembre sintiendo el aire en mi cara y mi novio al lado, de disfrutar como chiquilla mi propio auto-regalo navideño me tiene muy feliz, con la conciencia de dejar poco a poco en el olvido los temores y berrinches (mas no mi nueva bici) refundidos en un lejano y polvoriento rincón de mi cabeza…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Doña Kittitota; cuidado con la ortografìa: es "pobrecita". Perdona, pero se trata de la "deformaciòn profesional"
Brenda

Anónimo dijo...

Amiga Kittota dile a la señorita Brenda Caro que si va a corregir también lea bien, pues eres Kittotta y no KITTITOTA como ella escribió en su comentario. También lo mío es "deformación profesional", jejeje.

GUSTAVO
EL FANTASMA DE LA OPERA

Anónimo dijo...

Y me autocorrijo al principio porque es Amiga Kittotta (con dos t)... Cuestión de higiene ortográfica.

GUSTAVO
EL FANTASMA DE LA OPERA

Ra dijo...

Jajaja ¡calma calma!... muchas gracias a los dos por las observaciones, eso de que ambos salieran de letras me beneficia cuando cometo estos errores ortográficos...

Saludos y muchas gracias Brend y Gustavo

Anónimo dijo...

Al estimado Fantasma de la Ópera: No se enoje, el comentario no fue con mala intención sino con cariño sincero para la policrómica autora. (¿Estudiaste Letras en la U.V? si es así, ¿en que período?)
-Perdona, mi estimada Kittotta por emplear el espacio de usted para indagar otras cosas.