jueves, 14 de julio de 2016

Sueños transmedia (o cómo sobrevivir al cambio)

Dice la sabiduría popular que lo único realmente constante y permanente en esta vida es el cambio. Irónico, pero al parecer, totalmente cierto.

Y debe serlo cuando un día amaneces y descubres que el mundo que conociste una noche antes deja de ser lo que era; en un minuto estás enviando algún jocoso tuit desde tu celular y te detienes a mirar con atención que ahora Twitter implementó algo incomprensible llamado "momentos" con un rayito igual de incomprensible como forma de reconocerlo. En un instante estás viviendo tu vida así, casual, hasta que descubres que el tierno Pikachú ha vuelto y no precisamente en forma de fichas, sino que ahora la gente lo mira por todas partes en una realidad paralela a la tuya. ¡¿Pues qué es esto?!



Y es que cuando a uno le mueven el piso y lo invitan obligatoriamente a fuerzas a salirse de sus amadas y familiares zonas de confort, no se sabe para dónde puede ir la vida ni qué tan incierto puede ser el futuro inmediato. Así, justamente en ese punto de mi existencia estoy.

Debo confesar que este post fue concebido en el sueño loco que me tiene despierta desde las 4 am y que no puedo parar de procesar en mi mente, porque no sé si por dimensionar qué afectada puedo estar de mis facultades mentales o porque quizá me parece la cosa más ingeniosa que he concluido en años. Dejen les cuento:

No es un secreto lo embobada que me tienen desde hace muchos meses algunos ingeniosos vloggers (o youtubers) con sus creativos contenidos y la forma en la que nos los presentan. Tengo mis rachas, a algunos los celebro más que a otros, pero cada vez que tengo un nuevo hallazgo suelo ciberperseguirlos en sus redes sociales cual quinceañera stalker enloquecida. Pues bien, mi nuevo hit es una pareja de esposos que viven en Culiacán, Sinaloa, que graban su vida e ilustran algunos momentos relevantes de su día a día, aunque en realidad lo que más me gusta ver es su canal "profesional", llamado Mis Pastelitos. Ella se llama Gris y es una buenaza para hacer repostería, él se llama Charly y no sé si tiene formación de comunicólogo, pero graba, edita y posproduce como los grandes. Han aprendido a trabajar en equipo, y la verdad es que su canal de recetas puede tenerme (entretenerme) frente a la pantalla por horas enteras. Tienen ritmo, buena narrativa, pastelitos que se ve saben al cielo mismo, colores padrísimos, y como cereza del pastel, han logrado hacer de su canal un espacio colectivo, donde los usuarios también tienen participación no nada más con un simple hashtag, sino con fotos y videos que aparecen en la última sección. No todas las estrellas del Youtube tienen estas deferencias.



Descubrí al team de Mis Pastelitos gracias a un video que hicieron con Karla Celis, otra vlogger que sigo morbosamente desde hace casi un año, y desde entonces los empecé a seguir. Nunca imaginé estar hablando de ellos porque, gracias a un maratón que me aventé ayer de sus recetas (arma efectivísima contra el aburrimiento infantil de unas sobrinas que ya salieron de vacaciones), pasé una buena parte de mi noche soñándolos en tremendas travesías culinarias. Sin embargo no es por eso que estoy aquí haciendo esta sesuda y poco interesante reflexión, sino porque quizás en mi mente se mezclaron mi entretenimiento del día con mis lecturas del día e hicieron un mix de tonterías que posiblemente no lo son tanto.

Yo, como la Ratona de Televisión que soy, he estado indagando en el tema de la cultura  transmedia, un fenómeno cada vez más interesante y actual que en resumidas cuentas determina los nuevos planteamientos sobre la producción, promoción y circulación de contenidos "llamando la atención de los choques que acontecen cuando los textos mediáticos se mueven entre esferas comerciales y no comerciales" (Jenkins, Ford & Green, Cultura Transmedia 2013, p. 294). Los autores ocupan continuamente la palabra COLABORACIÓN como uno de los términos claves para comprender lo que está sucediendo con estos nuevos generadores de contenidos en distintas plataformas a las antes conocidas. Mientras tanto, las industrias culturales luchan de todas las formas posibles para insertar sus viejos modelos de negocio en estas novedosas formas de expresión, recurriendo a estrategias como la que señaló hace algunos días el periódico El Financiero en su nota sobre el posicionamiento de Televisa y Televisión Azteca ante las plataformas Over the Top (OTT): alianzas para COEXISTIR.

¿Y por qué les cuento todo este choro mareador en las Policromías si este tema pertenece a otro blog?  Pues porque todo apunta al cambio, y es hasta el momento la forma más clara en la que puedo explicarme lo que está ocurriendo en mi vida, ahora que estoy a menos de una semana de dejar la soltería (aunque ante las leyes de los hombres esto vaya a ocurrir hasta el próximo año). El hecho de que por fin Alejandro y yo vayamos a estar físicamente en el mismo espacio geográfico, luego de dos años de una relación que ha subsistido gracias a la mensajería instantánea y el Facetime, es casi una realidad. Una que me tiene enloquecida de la emoción pero con el nerviosismo suficiente como para mantenerme despierta desde altas horas de la madrugada. Es algo que he pedido tanto, con lo que he soñado desde mi más temprana infancia (lo sé, soy una cursi pero así ha sido la historia), que después de tantos años de espera por fin parece ser un hecho de a deveras. Y si es algo que he pedido con santos y veladoras prendidas, ¿por qué me causa tal nerviosismo? ¿por qué me quita el sueño este cambio tan grande?

En sueños, mi situación es vista como si yo fuera una de estas industrias culturales que eran muy felices siendo ellas las que determinaban qué contenido debía ver la gente, a qué horas y en qué canales. Hagan de cuenta que soy como una suerte de Televisa que ha pasado muchísimos años existiendo de acuerdo a su propia voluntad, sin depender de lo que nadie diga, sin depender de los tiempos ni las voluntades de nadie. Por mucho que tanto en casa como en relaciones anteriores haya tenido que "ceder" en ciertos temas, al final del día nadie me decía qué canal de televisión sintonizar antes de dormir o con cuál despertar, o si mi escritorio estaba estúpidamente lleno de hojas y libros que debía recoger por que alguien más ocuparía ese espacio. No. Así he andado por la vida, feliz como Televisa en ese solitario modelito de industria llamado broadcasting. Pero entonces la cultura transmedia me está enseñando que también existen más modelos, otros que se ajustan a tus tiempos, a tus necesidades, y que viven gracias a su tendencia a la COLABORACIÓN, es decir, a gente emprendedora como Mis Pastelitos pueden trabajar en equipo haciendo cosas interesantes, apareciendo con otros vloggers, presentándonos sus conocimientos profesionales pero también su vida personal sin dejar de ser esposos. ¿O sea, CÓMO? Y si a este ejemplo le sumamos lo que va a ocurrir con Chumel Torres, un vlogger dedicado a hacer una suerte de crítica política mexicana que ahora va saltar de la pantalla del Internet a la pantalla del HBO (la bonita narrativa transmedia, que implica que un mismo universo, en este caso personaje, tenga distintas manifestaciones en distintas pantallas sin perder la línea común. Hagan de cuenta que es el mismo Pokemón en diferentes plataformas)... ¿Qué puede hacer Televisa ante esto? Televisa, que ha estado viviendo en su zona de confort tan feliz tantos años, sin depender de nadie, ahora se ve obligada a hacer ejercicios colaborativos en un afán de COEXISTIR en estos nuevos entornos mediáticos...

Y entonces Televisa (o sea yo), que sabía que necesitaba un cambio necesario y radical para seguir con una vida sana y positiva, está por experimentar algo que desconoce y que se antoja como la mismísima dimensión desconocida. ¡Pero ni modo, todo cambia porque es la única constante! Y entonces comprendo que COEXISTIR y COLABORAR (que vienen del CO, que significa unión), no puede ser tan malo. Que un par de esposos pueden ser esposos en su vlog y productor y conductora en otro sin que eso los afecte. Que Chumel podrá ser Chumel con contenidos distintos en una pantalla y en otra, y que YO podré seguir siendo YO aún compartiendo mi espacio, mi cama y mi vida con alguien más. Porque si algo me apanica es convertirme en "la esposa de", "la novia de", "la señora de", y que entonces todo lo que Raquel ha sido se pierda en el camino. Me apanica que el YO que me he construido lo deje, por voluntad propia, perdido en algún cajón que deberé ceder la próxima semana para guardar pantalones y playeras que no son mías. Me quita el sueño la idea de que ese YO, esa Raquel, no sepa cómo sobrevivir a este cambio. Supongo que Televisa tampoco sabe cómo le va a ir en el futuro, ¿o si?

¿Ven lo que pasa cuando el entretenimiento es su objeto de estudio? No lo hagan, por favor, o terminarán escribiendo post tan confusos como éste que, penosamente, me creo es una iluminación divina. O quizá es sólo la falta de sueño y la tormenta garrafal que acaba de azotar en estas tierras.

Dice la sabiduría popular que lo único realmente constante y permanente en esta vida es el cambio. Irónico, pero al parecer, esto es absoluta y absurdamente cierto.  Seguiré informando.

Sueños transmedia (o cómo sobrevivir al cambio)

Dice la sabiduría popular que lo único realmente constante y permanente en esta vida es el cambio. Irónico, pero al parecer, totalmente cierto.

Y debe serlo cuando un día amaneces y descubres que el mundo que conociste una noche antes deja de ser lo que era; en un minuto estás enviando algún jocoso tuit desde tu celular y te detienes a mirar con atención que ahora Twitter implementó algo incomprensible llamado "momentos" con un rayito igual de incomprensible como forma de reconocerlo. En un instante estás viviendo tu vida así, casual, hasta que descubres que el tierno Pikachú ha vuelto y no precisamente en forma de fichas, sino que ahora la gente lo mira por todas partes en una realidad paralela a la tuya. ¡¿Pues qué es esto?!



Y es que cuando a uno le mueven el piso y lo invitan obligatoriamente a fuerzas a salirse de sus amadas y familiares zonas de confort, no se sabe para dónde puede ir la vida ni qué tan incierto puede ser el futuro inmediato. Así, justamente en ese punto de mi existencia estoy.

Debo confesar que este post fue concebido en el sueño loco que me tiene despierta desde las 4 am y que no puedo parar de procesar en mi mente, porque no sé si por dimensionar qué afectada puedo estar de mis facultades mentales o porque quizá me parece la cosa más ingeniosa que he concluido en años. Dejen les cuento:

No es un secreto lo embobada que me tienen desde hace muchos meses algunos ingeniosos vloggers (o youtubers) con sus creativos contenidos y la forma en la que nos los presentan. Tengo mis rachas, a algunos los celebro más que a otros, pero cada vez que tengo un nuevo hallazgo suelo ciberperseguirlos en sus redes sociales cual quinceañera stalker enloquecida. Pues bien, mi nuevo hit es una pareja de esposos que viven en Culiacán, Sinaloa, que graban su vida e ilustran algunos momentos relevantes de su día a día, aunque en realidad lo que más me gusta ver es su canal "profesional", llamado Mis Pastelitos. Ella se llama Gris y es una buenaza para hacer repostería, él se llama Charly y no sé si tiene formación de comunicólogo, pero graba, edita y posproduce como los grandes. Han aprendido a trabajar en equipo, y la verdad es que su canal de recetas puede tenerme (entretenerme) frente a la pantalla por horas enteras. Tienen ritmo, buena narrativa, pastelitos que se ve saben al cielo mismo, colores padrísimos, y como cereza del pastel, han logrado hacer de su canal un espacio colectivo, donde los usuarios también tienen participación no nada más con un simple hashtag, sino con fotos y videos que aparecen en la última sección. No todas las estrellas del Youtube tienen estas deferencias.



Descubrí al team de Mis Pastelitos gracias a un video que hicieron con Karla Celis, otra vlogger que sigo morbosamente desde hace casi un año, y desde entonces los empecé a seguir. Nunca imaginé estar hablando de ellos porque, gracias a un maratón que me aventé ayer de sus recetas (arma efectivísima contra el aburrimiento infantil de unas sobrinas que ya salieron de vacaciones), pasé una buena parte de mi noche soñándolos en tremendas travesías culinarias. Sin embargo no es por eso que estoy aquí haciendo esta sesuda y poco interesante reflexión, sino porque quizás en mi mente se mezclaron mi entretenimiento del día con mis lecturas del día e hicieron un mix de tonterías que posiblemente no lo son tanto.

Yo, como la Ratona de Televisión que soy, he estado indagando en el tema de la cultura  transmedia, un fenómeno cada vez más interesante y actual que en resumidas cuentas determina los nuevos planteamientos sobre la producción, promoción y circulación de contenidos "llamando la atención de los choques que acontecen cuando los textos mediáticos se mueven entre esferas comerciales y no comerciales" (Jenkins, Ford & Green, Cultura Transmedia 2013, p. 294). Los autores ocupan continuamente la palabra COLABORACIÓN como uno de los términos claves para comprender lo que está sucediendo con estos nuevos generadores de contenidos en distintas plataformas a las antes conocidas. Mientras tanto, las industrias culturales luchan de todas las formas posibles para insertar sus viejos modelos de negocio en estas novedosas formas de expresión, recurriendo a estrategias como la que señaló hace algunos días el periódico El Financiero en su nota sobre el posicionamiento de Televisa y Televisión Azteca ante las plataformas Over the Top (OTT): alianzas para COEXISTIR.

¿Y por qué les cuento todo este choro mareador en las Policromías si este tema pertenece a otro blog?  Pues porque todo apunta al cambio, y es hasta el momento la forma más clara en la que puedo explicarme lo que está ocurriendo en mi vida, ahora que estoy a menos de una semana de dejar la soltería (aunque ante las leyes de los hombres esto vaya a ocurrir hasta el próximo año). El hecho de que por fin Alejandro y yo vayamos a estar físicamente en el mismo espacio geográfico, luego de dos años de una relación que ha subsistido gracias a la mensajería instantánea y el Facetime, es casi una realidad. Una que me tiene enloquecida de la emoción pero con el nerviosismo suficiente como para mantenerme despierta desde altas horas de la madrugada. Es algo que he pedido tanto, con lo que he soñado desde mi más temprana infancia (lo sé, soy una cursi pero así ha sido la historia), que después de tantos años de espera por fin parece ser un hecho de a deveras. Y si es algo que he pedido con santos y veladoras prendidas, ¿por qué me causa tal nerviosismo? ¿por qué me quita el sueño este cambio tan grande?

En sueños, mi situación es vista como si yo fuera una de estas industrias culturales que eran muy felices siendo ellas las que determinaban qué contenido debía ver la gente, a qué horas y en qué canales. Hagan de cuenta que soy como una suerte de Televisa que ha pasado muchísimos años existiendo de acuerdo a su propia voluntad, sin depender de lo que nadie diga, sin depender de los tiempos ni las voluntades de nadie. Por mucho que tanto en casa como en relaciones anteriores haya tenido que "ceder" en ciertos temas, al final del día nadie me decía qué canal de televisión sintonizar antes de dormir o con cuál despertar, o si mi escritorio estaba estúpidamente lleno de hojas y libros que debía recoger por que alguien más ocuparía ese espacio. No. Así he andado por la vida, feliz como Televisa en ese solitario modelito de industria llamado broadcasting. Pero entonces la cultura transmedia me está enseñando que también existen más modelos, otros que se ajustan a tus tiempos, a tus necesidades, y que viven gracias a su tendencia a la COLABORACIÓN, es decir, a gente emprendedora como Mis Pastelitos pueden trabajar en equipo haciendo cosas interesantes, apareciendo con otros vloggers, presentándonos sus conocimientos profesionales pero también su vida personal sin dejar de ser esposos. ¿O sea, CÓMO? Y si a este ejemplo le sumamos lo que va a ocurrir con Chumel Torres, un vlogger dedicado a hacer una suerte de crítica política mexicana que ahora va saltar de la pantalla del Internet a la pantalla del HBO (la bonita narrativa transmedia, que implica que un mismo universo, en este caso personaje, tenga distintas manifestaciones en distintas pantallas sin perder la línea común. Hagan de cuenta que es el mismo Pokemón en diferentes plataformas)... ¿Qué puede hacer Televisa ante esto? Televisa, que ha estado viviendo en su zona de confort tan feliz tantos años, sin depender de nadie, ahora se ve obligada a hacer ejercicios colaborativos en un afán de COEXISTIR en estos nuevos entornos mediáticos...

Y entonces Televisa (o sea yo), que sabía que necesitaba un cambio necesario y radical para seguir con una vida sana y positiva, está por experimentar algo que desconoce y que se antoja como la mismísima dimensión desconocida. ¡Pero ni modo, todo cambia porque es la única constante! Y entonces comprendo que COEXISTIR y COLABORAR (que vienen del CO, que significa unión), no puede ser tan malo. Que un par de esposos pueden ser esposos en su vlog y productor y conductora en otro sin que eso los afecte. Que Chumel podrá ser Chumel con contenidos distintos en una pantalla y en otra, y que YO podré seguir siendo YO aún compartiendo mi espacio, mi cama y mi vida con alguien más. Porque si algo me apanica es convertirme en "la esposa de", "la novia de", "la señora de", y que entonces todo lo que Raquel ha sido se pierda en el camino. Me apanica que el YO que me he construido lo deje, por voluntad propia, perdido en algún cajón que deberé ceder la próxima semana para guardar pantalones y playeras que no son mías. Me quita el sueño la idea de que ese YO, esa Raquel, no sepa cómo sobrevivir a este cambio. Supongo que Televisa tampoco sabe cómo le va a ir en el futuro, ¿o si?

¿Ven lo que pasa cuando el entretenimiento es su objeto de estudio? No lo hagan, por favor, o terminarán escribiendo post tan confusos como éste que, penosamente, me creo es una iluminación divina. O quizá es sólo la falta de sueño y la tormenta garrafal que acaba de azotar en estas tierras.

Dice la sabiduría popular que lo único realmente constante y permanente en esta vida es el cambio. Irónico, pero al parecer, esto es absoluta y absurdamente cierto.  Seguiré informando.