viernes, 24 de mayo de 2013

La vecina indiscreta

Muchas cosas han sucedido desde que le puse una pausa a la escritura de las Policromías, que antes solían ser tan comunes como corrientes: México cambió de presidente, el hombre conoció Marte con mayor nitidez, un Papa renunció, otro tomó el cargo, Europa entró en crisis brutal, Disney compró a George Lucas, la naturaleza ha azotado con tsunamis, tornados, temblores, inundaciones y hasta meteoritos; leyendas del rock se han ido, leyendas de los paparazzis han surgido (y se han eclipsado 5 minutos después de su fama), Mhony Vidente es la nueva Giovannita, apareció Netflix (¡Gracias, Dios!), Twitter y Facebook se metieron en las vidas de todos, Slim no es el hombre más rico del mundo, tengo una nueva sobrina llamada Alejandra, ingresé al ancho mundo de las miniPyMEs, estoy a nada de cumplir un año sin mi Pochaco y mi vida se ha vuelto todo menos algo estable. Así de loco el mundo de hoy.


Olvidé decir que en esta ausencia, también, he dejado olvidada esa simpática capacidad mía de poner atención a las maravillas cotidianas que antes solían ser la razón de mis fallidos relatos. Pero esto, queridos míos, ha sido algo absoluta y totalmente voluntario. Esto de aspirar a ser parte de la Academia (no la de los cantantes) me motivó a cambiarme el chip de la escritura, así que por algunos meses he intentado ser en mis escritos todo lo grandilocuente que mis neuronas me permiten, aunque ha decir verdad creo que con poco éxito... me traicionan los viejos hábitos.

Pero ahora que estoy en la cuenta regresiva de tal ciclo de mi vida, como todos los que últimamente se están renovando, me han vuelto esas ganas de que me pasen cosas, por muy absurdas que parezcan, y que sean dignas de narrarlas en este viejo blog. Total, cosas peores han pasado por aquí y hasta ahora nadie se ha quejado... espero.

Releo este borrador y advierto un error garrafal: en el primer párrafo aseguro que mi vida actual es poco estable. Quizá el momento que estoy a punto de vivir sea un tanto incierto, pero debo decir que durante estos dos años conocí la estabilidad que a cualquiera le puede dar el hecho de que te paguen por estudiar y dedicar tus días únicamente a tal actividad, pasando 24 horas completas en casa (menos los días de clases) sin más asunto que leer mucho, escribir mucho y babosear mucho también.

Me convertí de nueva cuenta en una estudiante, pero ahora con el pequeño detalle de que por primera vez combinaría mis preocupaciones escolapias con las de la ama de casa que soy; sola, sí, pero dueña y señora de una casa que por muy espantosas que resultaran mis tareas exigía ser limpiada, ordenada, con comida lista y saludable (por si alguien no lo sabe, soy codísima para pagar por comer, así que prefiero malcocinar a salir a la calle) y por supuesto, mi adorable compañera canina, Tokotina, también demanda muchos momentos de diversión, alimentación y paseo.

Así que como bien me hicieron ver, el que haya pasado este tiempo encerrada (gustosamente) en una cueva no significa que no hayan ocurrido cosas, y ahora que estoy reinstalando de nuevo mi chip policrómico me daré a la tarea de contar lo que sucede cuando alguien se queda en casa, deseosa de distraerse hasta con el más mínimo vuelo de mosca, y lo que se aprende de los hábitos de los vecinos, de los sonidos cotidianos que rodean esta casa llena de pulgas y gatos... uf. Hagan de cuenta que seré el observador en silla de ruedas que los espía a todos tras la ventana con su telescopio, pero sin el final siniestro. Espero (again).


Mis neuronas y mis dedos lo saben: las Policromías están volviendo, y lo hacen justo en el momento exacto para ayudarme a redescubrir quién soy, quién fui y quién seré. Buenas noches.

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