jueves, 29 de septiembre de 2005

¡Tengo bloguitis!

El ser humano no sería tal si no contara con esos detalles chispeantes que lo diferencian del resto de la vida animal. Las obsesiones, por ejemplo y entre otras muchas cosas, dominan a los hombres y los hace capaces de actuar de maneras desconocidas, de tocar los rincones más oscuros e insospechados de la propia mente. Bueno, pues así como Otelo se obsesiona con Desdémona hasta el borde de la locura shakesperiana, y como el niño se encapricha con el dulce que prueba por vez primera, así uno encuentra cosas que le gustan y mientras más las conoces, más quieres seguir y seguir, tener y poseer.

El internet llegó a mis días de estudiante (gracias a Dios) a finales de la prepa. Primero lo utilicé para cosas vanas y triviales como bajar imágenes de “Dawson´s Creek” para forrar mis libretas; después y gracias a las malas influencias comprendí el valor del email y la locura que desatan los mp3. Mientras más conocía, más fuera de moda me sentía. Entonces, llegó el chat... ¿Quién pensaría que una pequeña florecita de sonido extraño podría producir tanta felicidad? Ajena al tiempo y al espacio que me rodeaba, resultaron incalculables los millones de minutos que permanecí sentada frente al monitor, agilizando mi precaria mecanografía en charlas poco interesantes, pasando tareas, oyendo música, y teniendo furtivos romances (efímeros casi siempre)... Así como cuando se es compradora compulsiva, así se crea el ansia de posesión obliga a adquirir imágenes, wallpapers, y millones de las chunches que día con día se ofertan –gratis- en la internet. Y así, cuando apenas nos acostumbrábamos a los términos “arroba”, “triple doble u” o “tienes un email”, el ciberespacio nos sigue sorprendiendo: Damas y caballeros, llegaron los Blogs.

Estas novedades llegaron a mí vía amplia recomendación de amistades y conocedores de las letras ínternáuticas. Me decidí y abrí un modesto blog hace algunos meses. Pero algo pasó que el furor por visitar otras bitácoras me atacó cual cibervirus, y desde entonces, acúsome de haber caído en un nuevo vicio, uno que ni con 28 días de rehabilitación sanaría. Vuelven a mí esas sensaciones de que mientras más veo, más obsoleta me siento; ¡Caray, hay maestros en el arte del diseño! Y como soy mujer de retos e ideas, en una exhaustiva expedición por directorios decidí dedicar mis ratos libres al magistral diseño de mi blog. Y entonces llegó el ansia de nuevo, y abrí otro. Y luego otro. Expansión ciber-territorial pura. Entonces era de día y se hizo de noche, y yo seguía atrapada en el ordenador peleándome con el HTML por el contador que se movió o porque mi Galleta, mascota virtual de la red, no queda donde debería quedar. No es que tenga tanto que decirle al mundo (todo se reduce a superfluas tonterías), ni siquiera puedo alegar falta libertad de expresión... Es simplemente ser y estar en un mundo virtual, donde también se crea la necesidad de destacar...

Soy Kittotta y tengo bloguitis, enfermedad cuyos síntomas son revisar mi espacio cada 3 minutos esperando tener un nuevo comentario o un número nuevo en el contador, visitar otros blogs para publicitar el propio y usar cualquier medio de comunicación en campaña pro-visitas de mis bitácora (¡!!Visiten http://pochacasworld.blogspot.com y http://ratonadetv.blogspot.com, plis!!!)

jueves, 22 de septiembre de 2005

Muchas interrogantes y una boda

Aquí entre nos me encuentro un poco mortificada. Estoy en una de esas edades donde los acontecimientos sociales abundan entre la gente conocida; quiero decir, cuándo tienes 15 años te llueven las invitaciones al debut de las ahora llamadas “señoritas”; cuando estás en los veintes acudes a las fiestas de graduación de casi todos tus amistades, y por estos días, pasada la mitad de la segunda década de existencia, a todo el santo mundo le da por invitar a sus bodas o bautizos de sus descendientes. Ante esta efervescencia por ensanchar las estadísticas matrimoniales o las largas filas de las pilas bautismales me surgen varias dudas: ¿Acaso el mundo se ha vuelto loco? ¿Qué chinitas prisa tienen por buscarse problemas? ¿Estarán seguros de lo que están haciendo? ¿De dónde sacan dinero para sufragar gastos de fiestas y de la vida post luna de miel?

Las pláticas con las amigas del pasado siempre tienen este matiz: “¿Ya te enteraste que Fulanita se casó?”, “¡No! ¿Sutanita ya tiene hijos?”, “¿Que la pidieron hace cuanto?” Todo gira alrededor de eso. SIn embargo yo pertenezco a una clase extraña de mi generación donde las mujeres somos de amplios criterios y decisiones muy firmes. De mi más cercano círculo de amistades (pequeño pero conciso) las mujeres se caracterizan por ser profesionistas, independientes, emprendedoras, ansiosas por vivir lo que la vida les da día con día. Ellas trabajan, son valientes, defienden sus ideales y para ninguna, ninguna, el matrimonio es un aspecto primordial. No caen en el feminismo (esa etapa ya la superamos todas), y tampoco quiero decir con esto que la palabra boda esté vetada por toda la eternidad; simplemente, a los 25, 26 o 27 años, el tema queda con puntos suspensivos.

¿Qué más puedo decir? Yo, a pesar de que el amor de mis amores representa el puerto donde mi corazón se ha anclado, tengo la misma mentalidad de mi selecto y poco común círculo. Y así como compartimos estas ideas sobre el hoy también, cada una por su cuenta, pasa por ese difícil trance de escuchar a las familias (hambrientas de actividad social) que suelen hacer comentarios tales como “Ya te estás quedando”, “¿Y para cuando la boda?”, “Estás en perfecta edad para tener familia”.... ¿Será acaso tan difícil entender que uno desea ampliar sus horizontes más allá de la vida conyugal? ¿Representa un pecado querer vivir un poco más que el promedio general (decidido o calenturiento) que en plena flor de su juventud unen sus vidas y ven al matrimonio como el yugo que frenó sus apetitos de toda clase?

Esta columna está dedicada a todas estas mujeres de quienes hablo: Chicas inteligentes, firmes, que defienden sus soledades, que no temen arriesgarse en el amor, que defienden sus relaciones social (y estúpidamente) “prohibidas”... y también se la dedico a Paquito, mi gran amigo, mi hermano de memela, el único de mis amigos más cercanos que en el día 15 unió su vida con la chica que robó sus sueños y que desde ahora le da muchísima felicidad. Con convicción y por amor, su carrera hacia al altar no es de sorprenderse y gracias a él se inaugura en mi agenda la lista de los afectos más cercanos que desde ya me indican que las campanas están al vuelo, y que los quince años han quedado atrás.

jueves, 15 de septiembre de 2005

Relato con la letra entrecortada


En la conmemoración del vigésimo aniversario del 19 de septiembre de 1985 muchas serán las historias que salgan a la luz desde el anonimato, por eso hoy quisiera sumarme a las voces que, murmurantes, aun evocan los recuerdos de un acontecimiento que a 2 décadas de distancia sigue estando vigente en el imaginario colectivo de la sociedad mexicana.

Mi versión es la de una niña de 6 años de edad estrenándose en la escuela primaria, que desayunaba junto con su hermana y su mamá en el segundo piso de un edificio en la ciudad de Oaxaca, punto donde los sismos y temblores no son desconocidos. Mi papá había salido a una comisión a la Ciudad de México, y mi único recuerdo vivo fue el susto por la sacudida y la entrecortada transmisión de Lourdes Guerrero anunciando que “un fuerte viento” estaba moviendo las lámparas del estudio de televisión. Fade out.

La versión de mis padres, recientemente conocida, es extremadamente distinta. Mi papá se encontraba hospedado en el hotel Romano, parte de una cadena que contaba con otras dos sucursales en el Distrito Federal. Se levantó, se bañó, y en la tina literalmente “le agarró el temblor”. Pero él siguió con su rutina: se cambió, se perfumó, y salió de su cuarto rumbo al elevador. Ahí, un hombre asustado lo recibió: era el gerente quien, impactado, le solicitaba a todos los huéspedes tomaran las precauciones necesarias. Mi papá no había reparado en el daño, solo sintió muy duro el jalón pero nada más. Salió y el panorama no era tan desolador. Llegó todo trajeado a la esquina donde había quedado de verse con algunos otros colegas; uno de ellos llegó a tomarse un jugo, todo pálido y lleno de horror. -“Iba a tomar un pesero y un edificio completo cayó ante mis ojos”- Algunos lo tacharon de loco, entre ellos mi padre. Fue hasta que llegó al lugar donde era su junta de negocios (el edificio de la Comisión Federal de Electricidad) cuando dimensionó todo. Ante la urgencia visible de su jefe por resolver su asunto ajeno a la desgracia, tomaron un auto rumbo a Cuernavaca hasta donde mi papá fungió de chofer... Él, hidalguense de nacimiento más chilango por antigüedad, transitó entre escombros, entre ruinas, entre edificios que se derrumbaban al instante ante sus ojos, entre lugares que en su juventud había observado en todo su esplendor.

Mientras tanto mi madre, habiendo despachado a sus hijas al colegio, se quedó atenta ante las noticias intermitentes de la televisión donde anunciaron la caída del hotel Romano, sin decir de cuál se trataba. Pasó todo ese día en shock, sentada en una mecedora frente a la ventana esperando el regreso de su esposo. Yo no lo recuerdo fielmente, pero las vecinas vieron su estado y literalmente la doparon para que ajustarle los nervios. Mi padre, como pudo, llamó a mis abuelos en el Estado de México para que ellos le avisaran a mi madre que estaba bien, pero desafortunadamente la telefonía en el país se cayó junto con la torre de Telmex.... Un día después él pudo regresar y estar con su familia... veinte años después, estando con su familia, las lágrimas regresan al recordar el olor, las paredes caídas, la gente dolida, la suerte que él tuvo y muchos no... Este es un relato más entre los miles y millones que aun permanecen sin ser contados, que se quedan, tan sólo, en los corazones de quienes fueron parte de esta historia y de los suyos.

jueves, 8 de septiembre de 2005

Maldito mundo manipulador


He aquí una lista de situaciones a las que todos somos susceptibles de llegar con una poco amable cara de ¿what? ...

*¿Por qué usar el Word de Microsoft es tan complicado? No importa que tan chido pueda ser uno en esto de la tecnología, estas chácharas nos ganan siempre la carrera con el tiempo y cuando creíamos saberlo todo, una nueva versión nos hace casi siempre tener que empezar de cero... Y si recurres a la “Ayuda”, esta logra todo menos resolver tus cuantiosas e innumerables dudas.

*Es de día y uno elige qué ponerse... Podría parecer tarea fácil, pero siendo mujer la cosa cambia. Cuando se está en uno de esos momentos donde nada te queda bien, donde ni el rojo, ni el azul, ni el blanco ni el negro te hacen ver más linda, donde ya tienes algo puesto y los zapatos no te quedan, donde te pintas la pestañas y están en su mala época (ni china, ni lacia, y con el rimel quedan hechas una tragedia), donde el cabello ni peinado ni despeinado resulta adecuado... ¡Nunca faltan días así! Y suceden casi siempre en un evento de relevancia suprema: una primera cita, la presentación con tus suegros, una entrevista de trabajo o una junta vital.

*Para muchos los celulares solo poseen una virtud: enviar mensajes. Podemos acabarnos un crédito de $200 pesos mensajeando chismesillos de ocasión, misivas románticas o simplemente preguntas ociosas como ¿Qué comiste hoy?. Pero cuando realmente se necesita el celular, en algún imprevisto por ejemplo, suceden eventualidades tales como que se le acabó la pila, no hay recepción en donde estás, tu saldo ha expirado, o simplemente se cayó la red. ¿A poco no?

*¿Es justo que la Selección Mexicana juegue con nuestros sentimientos? A partir de aquel errado penal de Alberto García Aspe que viví desde el baño (del puro nervio) mi bono de esperanza va a la baja, y no creo ser la única que se quedó una vez más con banderitas en alto decayendo cual florecilla marchita... Ya no creo en nada ni en nadie.... ¿Cuántos años nos mantendrán al ya merito? ¿Cuántos más?

*La tecnología es mala. Cuando uno tiene como urgencia conectarse a internet o imprimir el trabajo final de historia a la voz de ya, o la conexión tuvo una falla y es literalmente imposible navegar o la impresora hace como que le da tos, se queda sin tinta, las hojas se atoran, se las come... ¡Sucede, es real, y uno con tantísima prisa! Eso sin olvidar las palabritas en rojo que están bien escritas pero no reconoce la máquina del mal... ¡¡¡ahhhhh!!!!

*¿Por qué será que cuando uno deja rechinando de limpio su medio de transporte, cae un aguacero de aquellos y el coche queda como recién llegado de un safari?

* Hoy en día todo puede suceder... si el incauto lector comparte algo igual o peor que lo lleve a expresar con sentimiento “¡Maldito mundo manipulador!”, sus comentarios serán bienvenidos en kittotta@yahoo.com.mx.

jueves, 1 de septiembre de 2005

La dieta DDT


Recién leía en una nota de cierto periódico nacional sobre la Segunda Feria de la Torta, así, sin albur alguno. “¡Santa cachucha!” –pensé yo- aquello es el paraíso para todos los que estamos en vías de una urgentísima dieta rigurosa. Las cifras volvieron a mis ojos en espirales; la idea de una deliciosa, pachoncita, rellenita y mordisqueable megatorta de más de 36 metros de largo me ponía la misma expresión babeante que a Homero Simpson le brota cuando imagina una dona, un chocolate o lo que sea; y el dato de que tan sólo en el Distrito Federal existen mil 500 torterías establecidas puso a mi ardilla mental a hiperventilarse de tan sólo imaginar cuántos de estos amables changarritos abundarán en este estado, en los circunvecinos y en todo el país. Pero la pobre se puso prieta del esfuerzo cuando le ordené hacer un recuento de cuántas tortas me habré comido durante toda mi existencia.

Qué cosa más triste realmente. Hagan sus cuentas, incautos lectores. De niño a uno le ponen en su loncherita de agradables dibujitos una torta por día. Supongamos que todos los recreos de la primaria fueron de a torta, bueno, supongamos que 3 por cada 5 días. Entonces, si en promedio entre vacaciones y puentes los periodos escolares son de 40 semanas, por 6 años, arroja un saldo como de 80 suculentos ejemplares tan sólo en la primaria. Eso sin contar las vacaciones, los días de campo, y los domingos de flojera donde este es el platillo familiar por excelencia. Como ven, las cifras se tornan alarmantes. Eso quiere decir que, poniendo (y exponiendo) al aparato digestivo de Kittotta como ejemplo, en mis 26 años he vivido 1352 semanas y 9490 días aproximadamente, de los cuáles descontamos la primera infancia y los antes contados 6, dan un cuantioso total de ¡Aaaaaaahhhhhhhh! Una asquerosa cantidad que rebasa las 2 mil unidades, por no poner un número más penoso. Ustedes disculpen si las cuentas no coinciden entre sí, pero las matemágicas no fueron hechas para ardillas humanísticas como la mía que sabe bien redactar ensayos y no da una con las raíces cuadradas.

Ante esta depresión numérica y tropical se confirma la imperante necesidad de entrar en riguroso régimen alimenticio, visitar al nutriólogo, hacer ejercicio, forrar la torneada figura con fajas, hules o vendas, y, sobre todo, aplicar la maravillosa dieta DDT. ¡Dejar De Tragar! Ay, si tan sólo se pudiera... Por un lado, la voz de la conciencia sugiere las buenas formas para sentirse saludablemente más feliz y vanidosamente más hermosa, y por otro lado el estómago, que con flechas y a gritos nos indica que la comida va ahí, y que cualquier manjar que por su conducto pase será siempre muy bien recibido.

Rayos. “Las tentaciones, a diferencia de las oportunidades, siempre llaman dos veces” (cito textualmente a un alma compungida que así se presenta en el chat). Y es cierto. La tentación abruma la pureza de la mente, y nos pone en un lugar como nuestro México, en un sitio donde en cada esquina abundan los comercios formales e informales que ofertan ricos y variados taquitos, tamales, y tortas, justo en el lugar donde este alimento de la canasta básica tiene su propia feria, sus propios récords y muchos, muchísimos débiles (y hambrientos) seguidores.