martes, 25 de enero de 2005

Némesis

Debo confesar que no siempre resulta fácil encontrar ese singular acontecimiento que llame mi atención como para desarrollarlo en aproximados 2500 caracteres. Sin embargo, hoy cuando a punto estaba de llenar la hoja en blanco para hablar de cosas jocosas pero intrascendentes, sucedió ese detalle inesperado, ese evento no planeado, esa plática corta sin aparente importancia para los demás, pero de contenido vital para mi.

Némesis es un concepto que hasta hace no mucho escuché aplicado a los villanos de los superhéroes. Némesis era, según la mitología griega, la diosa encargada de castigar a los hombres según sus culpas y merecimientos. Némesis es lo que Lex Luthor a Superman, lo que el gato Tom al pequeño Jerry, lo que el Coyote al Correcaminos… Es la persona que representa, por si misma, una falta de congenialidad, una animadversión, un enorme sentimiento negativo por muy diversas causas. Es, en pocas y muy melodramáticas palabras, el villano de la historia particular de cada quién.

Varios meses en terapia y una tesis inconclusa me llevan a asegurar que para ser feliz en esta vida todos tenemos el derecho de tener a ese antagonista, ese personaje al que simple y sencillamente odiaremos para siempre. Mi caso, como el de quizá muchos, sucedió en mis días de la secundaria. La amistad que desde la primaria conservaba con un chico provocó el celo de una horda de pubertas que veían en él al regalo prometido y a mí como aquella que se estaba despachando su mandado. Nada más falso y nada más complicado hacerlas entender su error. Pero estas treceañeras en flor contaban con una líder… líder que con el paso de los meses terminó siendo mi gran amiga, una persona sumamente cercana a mis afectos, a quien aprendí a conocer y a querer. Pero un buen día pasada la hora del receso, aquella “amiga” comenzó a bombardearme con recados extraños en plena clase de biología. Al primero no le hice caso; al cuarto mensaje hiriente no tuve de otra que salir confundida hacia el baño; ella me siguió, me encerró en aquel cuarto y me gritó que a todas luces yo era una hipócrita baja novios por seguir frecuentando a aquel chico que en ese entonces ya era su galán. Cosa más falsa… Desafortunadamente para mí, el sentimiento de confusión me invadió y me petrifiqué sin nada que decir a mi defensa. El incidente terminó cuando al día siguiente la iracunda puberta se acercó a pedirme perdón por el arranque tonto del que había sido presa. Las palabras que dijo nunca se olvidaron, y creo que en realidad una parte de mi no ha podido evitar que cada que escucho su nombre me retumben mis oídos.

Pocas veces me he vuelto a encontrar con ella, pero desde aquellos años a la fecha no ha faltado toparme con alguien que la conozca, o con una foto suya en el periódico… Esta semana, platicando alegremente con la familia del amor de mis amores, escuché la referencia que hacían sobre alguien que respondía a sus características y, confirmadas mis sospechas, comprendí que mi futura suegra había intercedido por ella para ayudarle a una mejor plaza en su trabajo. Gran berrinche y gran sorpresa al escuchar el nombre de mi temido Némesis en esa casa, lo cuál me hace comprobar con enorme ironía que ese karma, ese antagonista que todos tenemos nos seguirá por siempre y para siempre al infinito… y más allá.