miércoles, 18 de febrero de 2015

"Nunca sabes lo que tienes... hasta que te toca hacer mudanza"

Encontré esta singular frase mientras buscaba tutoriales para mudanzas, puesto que en estos días hay instrucciones y consejos para prácticamente todo lo que a uno se le ocurra, y en los días siguientes esas palabritas no dejaron de resonar en mi cabeza, entre mi hartazgo por llenar cajas interminables, el polvo, la implacable humedad y las miles de bolsas de basura que mágicamente se reproducían como Gremnlins bajo el agua (como bien me lo advirtió mi amiga Sailorita).

Una mudanza suele ser, sin lugar a dudas, todo un acontecimiento. Para algunas personas que tienen espíritu nómada se convierte en parte de su vida, en una oportunidad para aprender a viajar ligero de bienes materiales y ligero de apegos emocionales. Cuánta envidia. Sin embargo para otro grupo de personas más bien sedentarias y que se acercan peligrosa y silenciosamente a la categoría de acumulador compulsivo, una mudanza resulta un reto de épicas proporciones. Lo cierto es que en cualquiera de los casos viene acompañada de un movimiento de energías que repercute, créanlo o no, hasta en un cambio de ánimo.