jueves, 14 de septiembre de 2006

Yo también quiero Padrinos Mágicos

¿Alguien ha visto la caricatura de los Padrinos Mágicos? Es el sueño de todo niño, y también de todo adulto que aun no se ha resignado a dejar de ser niño. El asunto trata sobre un pequeño de gorra rosa, Timmy, hijo único cuyos padres un tanto despistados siempre están fuera de casa y por ello lo dejan a cargo de Vicky, la malvada niñera, una niña despiadada únicamente interesada en torturar al pequeño y hacerse millonaria con este oficio. Ante semejante tragedia, Timmy es recompensado por la vida con sus Padrinos Mágicos, una pareja de “hados” que le cumplen todo deseo, desde volverse popular en la escuela, tener cualquier clase de comida, entrar a los programas de televisión y tener toda clase de aventuras mágicas, las cuáles siempre terminan con una especie de simpática moraleja. ¿Pero, por qué mencionar a tan maravillosos personajes del mundo animado?

Es simple: Amo esta caricatura y hace poco traté de hacer un mágico ejercicio sobre lo que pudiera pedirle alguien como yo a un par de Padrinos Mágicos. El resultado es realmente lo que deseo compartir con ustedes.

En mi realidad pediría que no existiesen personajes tan inauditos como los terroristas o los políticos que ejercen el terrorismo detrás de un escritorio; pediría que exista la cordura y el sentido común para aquellos que contaminan, que odian, que perjudican su entorno con rencores y horror; pediría que el poder, la ambición y el sufrimiento fueran únicamente palabras dentro de un diccionario... ¡Sería increíble que con el meneo de una varita mágica todo esto desapareciera!

Después pensé en el hambre de los pueblos, de aquellos lugares donde comer es prácticamente un lujo, y así, cavilando ingresé a otros pensamientos más allá de los deseos... ¿Qué tan importante resulta todavía el poder soñar con un mundo mejor? ¿Existirá una manera “tangible” de alcanzar tales anhelos? ¿Creer en la magia es malo? Pero sobre todo... ¿No sería más fácil para la humanidad que nadie creciera, y así no tener que pedir la paz o el fin de la corrupción sino una gigantesca montaña de golosinas?

Retomo aquella frase de la columna anterior, citada por el filósofo Fox, donde le decía a una indígena que no saber leer la hacía más feliz pues no se enteraba de lo que pasaba más allá. Supongo que ocurre lo mismo al crecer, ese desencanto de saber que existe un mundo cargado de egoísmos, de resentimientos, de seriedad. Con esto no quiero decir que en la infancia uno no sabe o no comprende lo que ocurre, simplemente que todo sería más leve si conserváramos la esencia de los niños que lo mismo anhelan seriamente salvar al mundo que desenfadadamente una hamburguesa con leche malteada.

Sería muy justo que a todos, niños oprimidos y reprimidos por una sociedad que anula todo sentido del humor (algo mucho peor que una niñera loca), nos destinaran Padrinos Mágicos para pedirles por la gente, por la vida, y, porqué no, ¡vivir en una casa de chocolate y poderla comer sin remordimientos!


(Si no conocen la caricatura, aquí les dejo una pequeña muestra...Púchenle a la imagen o denle en el botón PLAY)


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