jueves, 22 de junio de 2006

Diario íntimo de una pambolera

Reportes de un experimento pambolero a inicios del Mundial Alemania 2006.

1.- Calentamiento

Para cumplir puntualmente con mis fines periodísticos recibí muchos estímulos del entorno, y en aras de una concentración adecuada, el amor de mis amores se apuntó cual señor Volpe (así lo dijo el señor Fox) a prepararme física, mental y emocionalmente para esta contienda. Así pues, una semana antes de comenzar el Mundial, el reto consistió en recorrer todas y cada una de las tiendas deportivas de esta capital (y sus alrededores) con el objetivo de conseguir el uniforme de rigor. Para ser sincera, consideré el hecho de que esta tarea resultaría una más que una proeza una locura, pues con tal efervescencia desbordada hacia la Selección mexica, la idea de dar con una remera original a estas alturas del partido no apuntaba hacia un resultado positivo; sin embargo, el estratega de este reto vio en tal peregrinar de cinco días la manera adecuada de alcanzar mi desarrollo físico de calentamiento, eliminando de manera contundente la versión de un caprichoso acto de aficionado.

Nota: Como suelen ser las compras arrebatadas, luego de caminar como en procesión hacia la Villa, conseguimos el uniforme deseado en la primer tienda del primer lugar al que acudimos el primer día. Mis pies quedaron como tamales oaxaqueños, pero al menos, sudé unas cuantas gotas. Prueba superada.

2.- Silbatazo Inicial

Tras el calentamiento consideré que mi condición se perfilaba en óptimas condiciones, reforzada con algunas jornadas previas de Protagonistas en vivo así como con documentales del NatGeo y el History Channel, a tal grado que en mis charlas laborales, cuando mi jefa me pregunta por los partidos contendientes en estas elecciones, yo le contesto sin chistar "Alemania – Costa Rica… ¡y ya va a empezar!".

A estas alturas mi DT, con permitido cigarro en mano y estimulando el saber, tuvo a bien prestarme una amplia colección de revistas especializadas que me llevaron desde Urugay 1930 hasta las sedes mundialistas del 2006 en lugares tan lejanos y gramaticalmente tan complejos como Gelsenkirchen o Kaiserslautern. Poco después comprendí, de la mano de Juan Villoro, que Dios es Redondo, y que la prueba de ello está en semejante texto que hasta ahora ha desenterrado mis más recónditas emociones pamboleras, puestas de manifiesto tras la primera ronda de partidos mexicanos que arrojan un saldo de más de 15 uñas comidas, algunas calorías adquiridas por tanta pizza, sublimes cánticos aprendidos contra el rival y un pobre inocente desgreñado. Pero esa es otra historia.

La conclusión de estos primeros apuntes se resume en la publicitada expresión "El fútbol nos une", pues ni en mis más remotas pesadillas hubiera sospechado compartir gritos, goles, charlas y hasta manifestaciones algarábicas con ciertos distinguidos elementos de mi entorno laboral. Bendita sea la vida, éstos milagritos suceden sólo por un mes y cada cuatro años. Seguiré informando.

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