jueves, 16 de marzo de 2006

Aquí también lo celebramos

A veces creo que no todos tenemos la obligación de saber todo lo que sucede en este mundo. A veces creo también, que si por convicción propia te dedicas a tomar un micrófono y por medio de él le dices cosas a la gente, mínimo entérate de lo que pasa. Por eso pienso que si por un lado de la línea alguien dice que es el Día Internacional de la Mujer, en vivo y a todo color, la otra parte, la que toma el micrófono a sabiendas de su sapiencia, diga desde el otro lado del mundo: "Ah si... creo que aquí también lo celebramos".

Bueno, no es que todo el mundo tuviera que enterarse que el Día Internacional de la Mujer abarca a todas y cada una de las féminas del orbe, que se celebró el pasado 8 de marzo, que tiene un confuso antecedente donde, según la versión oficial, más de cien mujeres murieron quemadas en una fábrica neoyorquina, mientras que la UNICEF, en su página web, reconoce que la conmemoración de esta fecha proviene de movimientos socialistas... No. Se trata de un buen pretexto para la reflexión, como en todas las fechas oficiales y celebraciones. En mi caso me pregunto insistentemente porqué la tragedia es siempre la que orilla a instituir conmemoraciones tales como ésta, cuando la Historia misma está repleta de ejemplos que de manera menos aparatosa dan fe del papel de nuestro género en la evolución de la sociedad en espiral. También me cuestiono porque las feministas pelean por las igualdades y siguen sintiéndose orgullosas de tener su propio día.

Por alguna causa fortuita, desde recién nacida he crecido en un ambiente donde las luchas de género son sólo agudos temas de sobremesa. En la escuela o el trabajo, nunca he tenido la necesidad de sentir culpas por el hecho de ser mujer, tal vez porque mi árbol genealógico está nutrido de féminas luchonas y de hombres que han poseído la inteligencia de comprenderlas y amarlas, por lo menos en los casos más cercanos. Creo que, en todo caso, he tenido aun más suerte por rodearme de mujeres orgullosas de serlo, inspirándome cotidianamente de su fuerza, de su intuición y sus ideas; aprendiendo a compaginar el trabajo diario con la organización de la casa, comprendiendo que sapiencia y vanidad son dos lujos que todas podemos poseer.

Me maravilla darme cuenta de la aportación del género en el Universo; me ofusco ante las históricas sentencias malimpuestas donde las curanderas fueron brujas, prostitutas las apasionadas, locas las escritoras... esas insólitas censuras que no han podido, ni podrán, opacar la sensibilidad a través de la cuál el mundo se ve de distinta manera, esa sensibilidad tan femenina, tan nuestra, que su distinción no debe perderse entre la lucha por la equidad que, a veces, tiende a caer en el exceso.

Las mujeres valemos igual que valen los hombres, porque todos, absolutamente todos, somos seres humanos, vivientes y pensantes. Propongo silenciosos homenajes para quienes, mujeres o no, nos inspiran a ser mejores cada día. Desde el fondo de mi corazón ¡he dicho!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Raquel:

En verdad ha sido un gusto para mí recorrer todos estos escritos que con motivo de tu columna has hecho, que bueno que continues fomentado ese talento tuyo.

Felicidades Amiguita!

Con Cariño
Anel