jueves, 9 de marzo de 2006

Adiós, Kittotta

Hace una semana terminaron los festejos del Carnaval. El pueblo entero dejó de lado la fiesta y el desenfreno, colgó los disfraces y se quitó las máscaras que año con año le dan licencia a una diversión sin identidad, sin cadenas, sin las ataduras del ser rutinario, el común y corriente.

Así, en este trance solemne rumbo a la Pascua me apego a la mirada de mi amigo Miguelón, quien, al igual que la Chu se han percatado de la falta que hace padecer el horror de los tiempos, de la romántica necesidad de vernos inmersos en “una serie de situaciones fuera de control, carentes de orden y de sentido que nos brinden material para crear relatos urgentes”. Yo también lo creo, más cuando se equipara la vida de aquellos escritores que explotaron su creatividad ante su entorno social en relación con lo que hoy tenemos, una corriente que lleva a los libros a narrar historias de lucha contra el Prozac, contra el hombre mismo. Nosotros, la generación del Atari, necesitamos un proceso de transición que nos marque, que nos duela, que nos de un sentido de existencia en este mundo ambiguo y egoísta.

El material que estas causas le dieron a tales mentes los llevó a vivir experiencias inéditas, desde marchar en mítines hasta parar en la cárcel, desde la censura de sus ideas hasta el exilio involuntario. Es por ello para muchos de ellos, la opción para ejercer su libertad de expresión fue esconder su identidad tras un pseudónimo, un nombre falso que daría la cara, que escupiría, que destrozaría a los gobiernos, que pusiera flores en las pistolas por medio de sus palabras.

Los incautos lectores pensarán que el miedo es el único motor que impulsa a quien escribe a esconder su faz tras un personaje, y tienen toda la razón. Miedo a la muerte, miedo al ridículo, miedo a ser juzgados, miedo a ser uno mismo. Casi las mismas razones por las que desde los tiempos más remotos los carnavales se viven y disfrutan detrás de un disfraz, con una careta encima. Sin embargo, llegado el momento, el miedo debe ser enfrentado, la solemnidad debe ser asimilada y las caretas deben romperse para que la transición nos lleve a una nueva realidad.

Es así como a 2 años de que naciera una columna absurda llamada Policromías, firmada bajo un nombre aun más absurdo (¿quién se autonombra Kittotta Valent?) escondiendo con esto una temerosa identidad, los tiempos de cambio se hacen presentes, y así como algún día los más célebres autores se liberaron de sus alias para ser orgullosamente ellos, Kittotta se despide en esta columna para darle paso a Raquel Guerrero Viguri, la persona que ha vivido lo que un personaje se dedicó a narrar durante más de cien entregas.

Gracias Kittotta, gracias por guardar celosamente lo único que me faltaba por descubrir ante los incautos lectores de estas Policromías. Te prometo que no faltaré a nada de lo que hasta ahora haz dicho y hecho. Hoy Raquel sale a la luz con una extraña foto que aparecerá jueves tras jueves acompañando sus travesías. Esta soy yo.


*NOTA: Este "destape", tal vez para muchos carente de sorpresa, es debido a que el diario Milenio ha cambiado su formato y ahora todos sus columnistas aparecen con una foto "coqueta" al lado izquierdo. La que he colocado aquí no es la que acompaña estas letras en la edición impresa, pero fue para darle un poco de realismo a entrega bloggera.

3 comentarios:

David Moreno dijo...

No es que me disguste el cambio, pero el pseudónimo tenía mucho encanto. Creo que hubiese sido interesante mantener esa identidad tal vez con una foto o dibujo de Kittotta, pero bueno mientras siga contando sus historias como lo hace, me parece maravilloso.
¿Sabes por que esta y otras columnas no se están publicando en esa vacilida que está resultando el Milenio Novedades yucateco?...a quien dirigirme para protestar por es periódico que está, créeme, tirando por la borda el buen prestigio de grupo Milenio.

Saludos..

David Moreno dijo...

vacilada...digo...pero es que molesta como le están dando en la torre a mi periódico favorito..

saludos..again...

Ra dijo...

DAvid, muchas gracias por tu comentario (que fue sorpresa porque no pensé que me leyeras también por estos rumbos)... La cosa fue que la onda de la foto fue a fuerza, yo también pugné porque se me pusiera una carita o algo así pero creo que las disposiciones de Milenio México pedían la dichosa foto en calidad de orden. Así que no me quedó de otra más que poner mi linda cara y click, y consideré que el pseudónimo ya no venía mucho al caso, digamos que ya sería hasta de risa que con tremenda imagen siguiera ocultando mi nombre... Bubububu... esta columna es la que más me ha costado escribir, y me refiere un reto para continuar con la misma gracia ya como yo misma.

Gracias, y yo pregunto acá lo del Milenio, pero que yo sepa no se anexan porque esta solo aparece en el impreso local, por internet (si tienes clave) también aparece.

Saludos!