jueves, 12 de enero de 2006

Un Latte alto y una pieza de pastel

Hoy reproduzco en esta H. Columna la anécdota de lucha contra la adversidad de una de mis más queridas primas a quien me une, además de la sangre, un ansia loca de querer cambiar nuestro desgastado mundo por nuestra cuenta (actitud 100% Valent). Este texto me lleva a la feliz conclusión de que si bien me tenía por loca por querer navegar contra la corriente, comprendo bien que ya seremos dos quienes nos tomaremos de la mano en este agitado vaivén.

"Hoy decidí ir a tomar un café con mi mejor amiga a quien le gusta el insípido sabor de los productos del sitio a donde acudimos. Nos sentamos afuera y mientras platicamos, notamos que dos chavos y una muchacha se levantaron de su mesa, dejándola repleta de basura, ceniza y platos sucios, luego jalaron otra mesa para sentarse con otras personas. Enfadada, estuve a punto de levantarme a tirar la basura yo misma, pensando que el buen ejemplo los avergonzaría enfrente de sus amistades, pero en estos casos pensar como ellos, que seguramente me verían como una loca compulsiva o me atribuirían complejo de sirviente. Por ello me tranquilicé (al menos lo intenté); pero al ver llegar a personas que querían ocupar la mesa sucia verdaderamente exploté y le fui a decir cortésmente a estos jóvenes que si gozaran de una buena educación limpiarían su mesa para que alguien la ocupara. Lamentablemente, uno de aquellos especímenes a los que solemos nombrar "machotes" me preguntó desafiante que si él tenia el deber de hacer semejante proeza, muy por encima de sus capacidades físicas y mentales, en mi opinión. Obviamente repetí que si gozaba de una pizca de buenos modales por lo menos debería de reflexionarlo, y caminé fúrica a mi asiento.

"Después una pareja se levantó, dejando su basura una vez más sobre la mesa, y el tipo, obviamente afectado por el ataque a su "integridad y posición", se levantó a inquirir por qué no reprendía a aquellos también, de una manera verdaderamente agresiva y descortés. Entonces exploté y como en una película, como cuando te caes de la bici y justo en el momento en que te raspas la rodilla, el tiempo transcurrió lentamente, la música se apagó y en el aire resonó la voz más honda y sonora que pude arrancar de mi pecho indignado: "¡¡Probablemente porque no son unos canallas como tú!!!" respondí y roja como un tomate volví la cabeza a intentar regresar a la conversación que mantenía con mi amiga, con el estómago inundándose en lagos de bilis.


"¿Es que acaso soy la única persona que se da cuenta de las ofensas cometidas a todos diariamente? Es triste pensar que ya nos acostumbramos a que la gente nos trate mal, a que no respete el lugar en el que convivimos. Acepto que dejé que la ira me ganara esta vez, pero, ¿qué hacer si nadie más mantiene la más mínima lucha por (no un mundo), una comunidad mejor? Muchas veces pensamos que nadie se da cuenta, pero esos detalles son los que demuestran nuestro interés por nosotros y por los demás. Muchas veces no pensamos en que el nacer en donde nacimos es una obra del destino; es interesante pensar en lo fácil que hubiera sido encontrarnos en la posición de alguien de la limpieza, de los pepenadores, de esas personas sin cuyo trabajo viviríamos en una verdadera pocilga, y a quienes frecuentemente miramos altaneramente. No me cabe en la cabeza que a la gente no le dé vergüenza semejante comportamiento."


Querida Sofía, estoy contigo.

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