jueves, 12 de mayo de 2005

Soledad

El mundo está lleno de solos. Soledades que van y vienen, soledades que se juntan momentáneamente, que coinciden en las banquetas, en los mercados, en los semáforos en rojo; las soledades que vagan por la vida, con sus torturas propias, con sus alegrías propias; con todo un mundo sobre ellos, un mundo que pesa, un mundo que no se comparte de momento, un mundo de soledades.

La soledad. El mal que nos aqueja a todos en algún momento de nuestro existir.

La soledad, mas la falta de una ilusión, es la fórmula perfecta para una depresión superlativa. Como una ecuación química, estas dos se complementan, se unen, se fusionan y dan un resultado común.

El mundo está lleno de solos, tal como de locos, tal como de racionales. El chiste es que, locos, racionales, grandes eminencias o asesinos prófugos, todos nacimos solos, y solos nos vamos, porque nuestro mundo, nuestra propia existencia, es una soledad constante.

Sí, la que escribe fue una sola más de este mundo. Sola en ser, sola en pensamiento. Sola en medio de una pista, sola como Crusoe en su propia isla. Sí, no me avergüenza decirlo. Quizá me duela decirlo, pero no me da pena... lo he superado poco a poco. Fui una sola que aun no encuentra su acomodo en el mundo, y que aun hoy desconoce su misión en él. Fui una sola rodeada de soledades que nunca frenan su lucha por estar acompañadas. Porque hay quienes comprendemos y asumimos a la soledad como parte de nosotros, como una parte de nuestra propia naturaleza, sin embargo hay quienes nunca lo han entendido, hay quienes no saben estar solos, quienes temen asumir su condición de soledad.

Si, el mundo está lleno de solos. Solos que no saben otra pena que su soledad. Solos que no conocen alegría más grande que su soledad. Solos resignados, solos frustrados, solos por casualidad o por destino, solos porque solos estamos destinados a llegar y a partir. Los solos somos todos porque esta condición viene con nosotros desde el día que en nacemos, como parte de nuestra paquetería, y es cuestión de cada quien saber de qué manera sobrelleva su soledad a lo largo de su vida.

Mi soledad, como tantas otras, se escondía tras la careta de la independencia y la autosufienciencia. Mi soledad, como muchas, se justificaba convenciéndose que más vale sola que mal acompañada. Mi soledad nunca renunciaría a mi condición de eterna vagabunda, de eterna solitaria...

Pero hoy ha llegado el día en que mi soledad, como tantas otras, se ha unido a otra soledad....el sentido de lo que se ha escrito ya no vale más la pena; la tristeza de ser irremediablemente un solitario en busca de otra soledad que lo acompañe se ha ido, y espero que ese sentimiento no termine... que dure para siempre.

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