sábado, 18 de julio de 2015

Inspiración

Autorretrato, 2015
Hace un par de días escuché a mis sobrinas responder de manera firme y segura al cuestionamiento de "¿y tú qué quieres ser de grande?". Gaby, de 9 años, primero dijo que quería ser pastelera aunque minutos antes confesó que le gustaría trabajar en la televisión (juro que no tuve nada que ver en eso), y Daniela, de 5 años, afirmó que lo suyo lo suyo será ser pizzera y bailarina, en ese orden. Me acordé que cuando yo estaba en ese rango de edad solía contestar una serie de profesiones que hoy en día me parecen poco menos que terribles, tales como veterinaria, maestra de inglés o de kinder. Pero eso cambió cuando comencé a desarrollar un infinito gusto por dibujar y entonces supe que lo mío sería algo que tuviera conexión directa con los trazos y los colores: arquitecta, diseñadora gráfica o lo que fuera donde uno pudiera hacer cualquier garabato. Por supuesto que cuando comencé a escribir supe que lo mío lo mío era eso, y en el instante en el que una buena persona me dio un folleto de la carrera de Ciencias de la Comunicación en mis días de puberta supe que no habría nada más en el mundo que eso, ya que reunía muchos de mis gustos y habilidades descubiertas... y entonces ya no hubo vuelta atrás.

Conforme fui creciendo muchos de mis modestos talentos fueron reforzándose y otros simplemente se guardaron en el cajón de los recuerdos felices. El dibujo fue uno de esos, aunque de alguna forma softwares como Corel Draw e Ilustrator suplieron a la hoja en blanco cuando tuve que aprobar los muchos semestres de Publicidad en la carrera y luego en algunos cuantos encargos laborales. Aunque dejé de hacerlo por el mero placer siempre quedaron algunas reminiscencias, como la locura desatada que me da el ver una caja de colores Prismacolor o un increíble paquete de hermosos plumones (¡y los fantásticos olores, por Dios!). 

No se nota mucho pero sostengo un diploma por participar en un concurso de dibujo.
Eran los ochentas y usaba un muy feo moño. 

El caso es que ahora que estoy en un bonito y divertido momento de pausa en mi vida, que me está permitiendo aprender mucho y redescubrir pasiones empolvadas, el gusanito del dibujo ha vuelto a mis manitas gracias a las redes sociales y a esta nueva manera de trabajar libre, fuera de una oficina o una institución específica. Hurgando durante horas en Instagram y Tumblr he encontrado verdaderas maravillas que me hacen levitar de felicidad, y ahora explicaré por qué:

Digamos que lo que siempre me gustó dibujar no eran precisamente trazos estilo Bob Ross con árboles, mares y parajes naturales; por el contrario, lo mío lo mío eran los muñequitos, los fondos coloreados con crayola, las estrellitas sonrientes, las nubecitas y solecitos con caritas felices... Diría mi novio, mis dibujos de niña de 4 años. Extenar este gusto me hace replantear la pregunta que Christine R. Yano intenta responder en su texto Pink globalization: Hello Kitty´s trek across the Pacific sobre el porqué una estética como la de esta gatita (si, es una niña-gatita, no se confundan) impactó tanto en lo que la autora denomina como la cultura del Cool Cute (en lo que se encierran además Rosita Fresita y los Precious Moments), figuras que son parte de la producción mundial de inocencia mercantilizada cuyo consumo ha tenido una relevancia mayor, como muchos otros objetos similares provenientes de imágenes "lindas", después del 11 de septiembre del 2001. Estos "objetos felices" forman parte de una onda que como parafrasea Yano, es de hecho una actitud adoptada por los individuos para expresar desafío a la autoridad, en un permanente estado de rebelión privada (2013, p. 27). Para que vean que estoy llevando esto a otros niveles de reflexión.

Aunque apenas voy en la introducción de este fantabuloso libro sobre una de las imágenes que adoro mucho muchísimo desde que soy pequeña (la Hello Kitty y en sí todo lo de Sanrio), estoy comenzando resaltar las cosas que más llaman mi atención como el hecho de que este dibujo, que consiste en trazos muy simples como dos óvalos verticales como ojos, uno horizontal como boca-nariz, orejitas, moño y bigotes nada más, corresponde a una estética que los japoneses denominan como mukokuseki, es decir, sin nacionalidad. O sea que alguien de India, de Brasil, de Estados Unidos, de Francia o de México puede (mejor dicho,  podemos) sentir un cierto tipo de identificación porque se trata de formas universales ordenadas de manera simple, por llamarlo de alguna manera. Entonces, regresando al tema, estoy comprendiendo por qué siempre me han hecho click ilustraciones como las de la marca Fulanitos, por ejemplo: imágenes cool cute con las cuáles me identifico por su ternura e inocencia.


Increíble decir cuántas playeras tuve de los Fulanitos como tú :)

Así, mi nuevo hobbie consiste en descubrir y seguir a personas que no tan sólo dibujan bajo este tipo de estética, sino que además están viviendo de ello. Mi niña interna arde en furia porque su sueño dorado pudo en algún momento ser lucrativo, pero me temo que estudié y crecí en la época equivocada para ello. Aún así celebro con locura que hoy en día puedo inspirarme desde mi hogar gracias al trabajo de muchas personas, mujeres sobre todo, que comparten su pasión desde muchas formas posibles, sin importar el idioma o desde qué punto geográfico lo hagan.

Entre los primeros que empecé a seguir fueron Pascal Campion, Rubyetc, Reno Carrillo y Caca de Oruga, estos dos últimos son mexicanos. Después encontré a Cat Plus y supe que no había en el mundo nada más lindo que sus dibujos, trazos tan sencillos y a la vez tan lindos que ilustran momentos, actitudes, sentimientos. Pero estaba en el error, porque entonces llegaron a mis ojos los trabajos de Sask y Kirakiradoodles y nada, créanmelo, NADA, ha vuelto a ser igual. Les juro que sigo a más pero estos que he nombrado son los más representativos para mí.

(Denle click a cada uno de los nombres para conocer su obra)

Sask explica cómo aprender a dibujar una rosa.
CatPlusMouse me tiene cautiva siguiendo el día a día de su embarazo.

A KiraKira también la pueden seguir en Youtube

Si van entrando a los sitios de cada uno de los nombrados, y con los ejemplos expuestos aquí irán entendiendo mi punto.

Sin embargo debo dar una mención especial a Charuca, una chica española que después de mucho trabajo ha logrado hacer de su pasión un estilo de vida que los demás podemos disfrutar. Ella tiene una tienda online donde los protagonistas son sus ilustraciones que decoran lo mismo almohadas, ropa de cama, libretas, organizadores, tazas y demás chucherías. Lo especial con ella, o quizá lo que me ha hecho esta conexión desde hace algunos meses que la encontré por Instagram, es que además de todo es una emprendedora que decidió vivir de lo que ama hacer en medio de un contexto económico, político y social complicado en el que España está saliendo a flote de una crisis como la que México conoce tan bien.

Instagram de Charuca.


¿Y por qué me hace click?
a) Porque la estética de sus dibujos corresponde a esta corriente en la que desde ya me incluyo, lo Cool Cute, que va desde el trazo hasta los colores.
b) Porque todo lo que hace lo comparte desde el amor, frecuencia en la que transito desde hace algunos años ya.
c) Porque yo también estoy aprendiéndole a esto del emprendurismo (no precisamente cobrando por mis dibujos), pero mis planes me están llevando a montar en poco tiempo mi tiendita online a la que le tengo una increíble e impresionante fe, como la que ella transmite.

Además de todo, Charuca comparte desde su blog y de manera generosa sus experiencias al respecto y muchos de sus tips para poder destacar en la inmensidad del cibermundo, el único gran escaparate en el que el comercio digital te permite transitar. Síganla, les juro que no se van a arrepentir.

Y entonces resulta que como mucho de lo que estoy haciendo en este aparente tiempo de mi niniedad (pareciera que ni estudio ni trabajo, sino todo lo contrario), el hecho de pasar horas y horas frente a mis dispositivos no puede entenderse como una pérdida de tiempo, al contrario, puedo decir que estoy llenándome de inspiración para mi vida futura pero sobre todo, recuperando una de mis más lejanas pasiones a la que, ñoñamente, estoy encontrándole un sentido y explicación racional. Entonces tomo mi lapicito y mi tablet, y con las grandiosas aplicaciones disponibles hoy en día le he dado permiso a mi imaginación amoldada a lo cool cute, para que vaya saliendo poco a poco del rincón al que fue confinada. Y aunque parezcan trazos de niña pequeña, me ilusiona en el alma volver a tener esta sensación de antaño, esa que da cuando terminas un dibujo que hiciste sin que nada más pasara por tu cabeza que no fueran los colores combinados o qué otros elementos pondrás.

Las rebeliones privadas no tienen por qué ser todas iguales: no todos tenemos la misma capacidad de indignación, de protesta o de enojo ante la realidad cotidiana. Algunos nos manifestamos de forma diferente, viendo telenovelas (y/o estudiándolas, como es mi caso) o haciendo dibujitos sin patria que logren la identificación de un gran colectivo. Y eso, entre muchas otras cosas, es lo que me está inspirando tremendamente para salir de esta sensación de desencanto en la que muchos de nosotros, particularmente los mexicanos, estamos enfrascados. Mi rebelión HelloKitty, mi rebelión de trazos y objetos felices. Esta soy yo.



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