viernes, 3 de julio de 2015

"Contaminado, creo que me voy a morir, ¡oh no!"

"Es que eso no se hace, yo ya lo sé, 
tú tiras la basura, ya me enteré, 
colilla de cigarro, lo averigüé, 
la lata de cerveza, ya me enteré, 
es que eso no se hace, yo ya lo sé..." 
Contaminado, Ritmo Peligroso (versión en vivo) 

Muchas cosas se han dicho hasta el momento sobre el tristemente famoso Reglamento de Tránsito del Estado de Veracruz, y en este portal podemos encontrar muchos y muy diversos puntos de vista al respecto. Sin embargo hay uno en particular que me gustaría rescatar, nomás porque estoy segura de que no todo en esta vida debe ser tan negativo como parece.

Para ilustrar mi punto comenzaré contando una anécdota que quizá para muchos resultará familiar: Cierto día, cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, jugábamos graciosas y felices en la parte de atrás de nuestro carro familiar en uno de aquellos largos viajes, cuando de pronto mi hermana decidió que algo que sostenía en la mano tenía cara de basura y tuvo a bien arrojarlo por la ventana con el auto en movimiento. Mi papá, quién venía manejando y se percató de la acción, en ese instante (con toda precaución) frenó el carro, se echó de reversa, y muy una manera mucho más severa que amable le pidió a mi hermana que recogiera su basura y la guardara hasta que pudiera depositarla en un bote, porque la calle no es ningún basurero. Estas palabras bastaron para que todo mi sistema de valores comprendiera que esa fea acción no era positiva; en ese entonces fue nomás porque mi papá lo decía, aunque poco a poco mi entendimiento al respecto se fue ampliando cada vez más hasta dimensionar el porqué de la severidad de mi progenitor.

Tirar la basura en la calle, en el pasto, en la vía pública, no es un simple acto de pésima educación sino un egoísmo mal entendido. A la gente se le hace muy fácil decir “no tengo dónde depositar este papelito lleno de mocos, no pasa nada si lo tiro por ahí”; o “este chicle ya no tiene sabor, y como se pega en todas partes, prefiero que no ensucie mi carro”, o yo que sé, Me cuesta trabajo ponerme en la mente de quienes comenten semejantes atrocidades porque eso sí que es un punto débil para mí, y cada vez que como peatón o automovilista veo algo así se me saltan las venas del coraje y me dan ganas de gritar y vociferar como una loca. De hecho me acaba de suceder esta semana: un amabilísimo taxista tuvo a bien orillarse para que su pasajero pudiera suavemente depositar su basura en la acera y no en el asfalto. ¡No bueno, qué detallazo! Yo venía atrás y comencé a tocar el claxon, aunque por supuesto el respetable conductor no haya tenido ni la menor idea del porqué de mi rabieta interna.

Escudados en el “no pasa nada”, “si todos lo hacen, ¿por qué yo no?”, “prefiero que contamine otro lado que no sea mi casa/coche/espacio personal”, la gente no hace conciencia que esto que apartemente es un acto que trae consigo un beneficio personal (tener “limpio” su entorno), afecta en muchos otros niveles a los suyos, a los vecinos, y a todos en general. ¿Por qué? Por que el fantabuloso viaje que emprende un papelito tirado inocentemente y no cuenta con la suerte de que los elementos de Limpia Pública o alguna otra persona amable lo barra y arroje a donde pertenece, se vuelve una experiencia colectiva de muchos otros papelitos, bolsitas, botellas, chicles y muchos otros objetos tirados de la misma inocente manera, que comienza cuando una fuerte lluvia o un amenazante viento los hace volar y viajar hacia lugares insospechados, buscando siempre un puerto en donde parar. Y el puerto es en forma de alcantarillas casi siempre, en donde todos se amontonan tratando de sobrevivir a semejante movedera y así, juntos, juntos, y cada vez más juntos, salvan su vida… pero afectan la de los seres humanos, quienes cada vez más padecen de encharcamientos e inundaciones, eso sólo por mencionar algunos ejemplos citadinos, no hay que olvidar playas, bosques y otros lugares más. ¿Y acaso no es muy frustrante que eso suceda? ¿Acaso no son cada vez más las imágenes que vemos de autos que quedan en medio de calles inundadas, o casas a donde el agua llega a tapar hasta un metro de altura? Pero sigamos tirando basura, total, el espacio personal limpio es lo que cuenta.

Vuelvo al asunto del enemigo público número uno de Veracruz en estos días: el Reglamento de Tránsito. El artículo 150 dice así: “Se prohíbe a los conductores y pasajeros arrojar basura y objetos a la vía pública, desde cualquier vehículo estacionado o en movimiento. De igual forma a los peatones tirar basura en la vía pública, en lugares no autorizados para tal efecto”, y algunas cosas más. El siguiente dice: “Todos los vehículos deberán contar con un depósito para la basura, a fin que la misma sea arrojada a la vía pública por sus ocupantes, la basura deberá conservarse en el interior del vehículo hasta en tanto los ocupantes, propietarios o poseedores de la misma llegan a su destino y la depositan en el recipiente correspondiente” (pp. 68-69). Ante el alboroto que han causado las exorbitantes multas y algunos artículos bastante jalados de los pelos, este par de joyas particularmente me hicieron saltar de mi silla y aplaudir con emoción. No, no creo que sea la primera sanción que se pretende imponer al respecto, pero ahora que me he dado a la tarea de leer con un poco de mayor atención y conocer las leyes que nos rigen, celebro gustosa el saber que si una autoridad aplica de manera correcta este reglamento y que si cachan a todos esos amables taxistas o gente puerca que solo tira sin conciencia, el chistecito les puede salir cuando menos en 30 salarios mínimos, es decir, en 2,048 pesos. 

Por supuesto que aquí de entre todas las cosas cuestionables, está el hecho de saber si los encargados de aplicar este reglamento lo harán con un amplio criterio y de manera puntual. Me descorazona un poco imaginar que los agentes de tránsito serán insuficientes para multar a todos y cada uno de los individuos que impunemente tiran basura a la calle, y sobre todo que nada me asegura que estos agentes también lo hagan. Desearía que en el mundo existiera más gente que, como mi papá, regañe a sus hijos cuando tengan la osadía de arrojar porquerías desde sus autos, pero la triste realidad es que muchos de quienes hoy son padres fueron educados sin ese tipo de valores, situación que hace mucho más compleja la conciencia de sus actos y los que transmiten desde el ejemplo.

Esta preocupación, independientemente de las modas, es genuina. La más reciente encíclica del Papa Francisco I, titulada “Sobre el cuidado de la casa común” deja clarísima su postura e incluye la de otros líderes religiosos al respecto. Algo así como “Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva” (p. 13). Ya aunque sea háganlo por el amor de Dios, si es que son creyentes.

Aunque hay mucho que criticar, yo celebro las posibles infracciones a toda la gente sin valores ni educación al respecto que anda suelta en nuestras calles. Y si no queremos pagar, entonces busquemos opciones para tirar nuestros desechos en donde se debe, aunque cueste un poco de trabajito. ¿Es tan difícil?

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Publicado en: xalapo.com

2 comentarios:

Ernesto dijo...

El Reglamento del H. Ayuntamiento de Xalapa, 2004 ya consideraba esa falta administrativa. No es novedoso que lo retome el nuevo reglamento estatal, sin embargo, es muy bueno que lo menciones, así los ciudadanos se lo pensarán antes de arrojar basura a la calle.
Saludos.

Ra dijo...

¡Gracias por tu comentario, Ernesto!

Saludos