viernes, 15 de abril de 2005

Pero qué es eso?

Todos tenemos a nuestro infantil ser en merodeando en algún rincón del alma. La pequeña Kittotta que llevo dentro sale de su escondite en excesivas dosis cotidianas, así sea para bien o para mal. Una feliz mañana de sábado, echada cual rubicunda vaquilla en una gran cama con ventilador incluido, la televisión me obsequio un célebre y jocoso momento patrocinado por un canal de cable dedicado a las caricaturas del recuerdo, cuando en una aventura de la ardilla Rocky y su amigo, el alce Bullwinkle los villanos pretendían cometer una fechoría disfrazados de un incipiente monstruillo llamado “¡Qué es eso!”, puesto que cada vez que alguien lo veía gritaba horrorizado ¿pero qué es eso? La pequeña Kittotta, en pleno derroche de hilaridad, celebró a carcajadas tan simple chistín.

El espíritu infantil, sin embargo, no suele aparecer únicamente en los momentos alegres como estos. Ante las inminentes tragedias de un mundo que gira a grandes velocidades, mi alma de niña se estremece, se asusta y tiembla por no comprender del todo lo que ocurre. Tal vez por esa falta de comprensión o quizá por intuición, me aferro a creer en las cosas que me permiten darle una explicación a las cosas, así que atribuyo a una sobrecarga de energías negativas todo lo que la humanidad ha vivido durante todo este 2005.

El tsunami y la muerte del Papa sacudieron las emociones de oriente y occidente, de católicos y ateos, de creyentes y escépticos. No, no era una película la imagen de una ola tan alta como un edificio arrasando a su paso con casas, autos, calles, gente. No, tampoco fue una película ver la devoción de millones que lloraron la muerte de una de las últimas figuras más emblemáticas del siglo XX, cuando en medio del silencio sepulcral escuchaban las campanas de su adiós. Cosas como estas son tristes pero explicables; la Naturaleza tiene sus ciclos y hace lo suyo, y ante eso nada se puede hacer.

Pero lo que es de espantarse, lo que da miedo, lo que deprime saber que no es sólo una mala película o alguna joya de la literatura es el poder, el horror, aquello que el hombre hace por voluntad propia en contra del propio hombre. El canal del Congreso el pasado viernes fue el peor –y maratónico- capítulo de la aberrante telenovela “Rumbo a los Pinos”; los intereses que giran en torno al nuevo jerarca del Vaticano, el juicio de Michael Jackson y hasta la boda de Carlos y Camila me parecen situaciones irreales. Eso y más… Sólo pónganse en mi situación, sobre todo aquellos que no tienen hijos: ¿cómo le explican a su yo interno, a su yo infantil lo que está ocurriendo en el mundo? ¿cómo le explican qué es el poder, por qué la gente pelea por él, por qué se lastiman, por que todos lo quieren poseer, por qué se destruyen carreras, familias e incluso vidas con tal de conseguirlo? Un niño no es capaz de dimensionar las proporciones de lo que ocurre actualmente. Mi Kittotta interna tampoco.

Todos tenemos a nuestro infantil ser en merodeando en algún rincón del alma. La pequeña Kittotta que llevo dentro sabe reír a carcajadas y temblar como gelatina cuando algo la aterra, cuando algo que no comprende la alcanza día con día. Y así, cuando ve a los villanos de la humanidad disfrazados del incipiente monstruillo de las caricaturas, sólo se alcanza a preguntar, horrorizada y con un dejo de tristeza ¿Pero… qué es eso?

2 comentarios:

Omar Piña dijo...

Pues siguiendo tu ejemplo. A ver cómo nos va con estas chingaderas.

Anónimo dijo...

MI querida Pochaca, no me deprimaaaassss
Yo sí tengo un hijo, y al igual que tú me aterra la realidad y me horroriza ver la decadencia de la humanidad por el poder.
Mi pequeño Emiliano está ajeno aún a la triste y barata telenovela política, y para él "qué es eso" se reduce a la perilla limpia narices (jajaja)

Felicidades!!!!