viernes, 18 de marzo de 2005

100% adicta

No saben de qué manera me remuerde (a veces) la conciencia al ver que por más de un año me he atrevido a malgastar esta columna hablando de mis más penosos y oscuros secretos. Ustedes disculparán, pero en mi muy particular opinión son estos el tipo de cosas que sin querer lo definen a uno en este mundo, y que, también sin querer, nos hacen identificarnos unos con otros en lo más recóndito de nuestras conciencias. Así pues, con este afán de confesión y avalada por mis conocidos antecedentes, me siento con el deber moral de hablar de una de mis más recientes adicciones (felizmente compartida) y de la cuál me deslindo de toda responsabilidad culpando a la sociedad y la temible tendencia de los mass media por haberme permitido caer en las doradas redes del implacable morbo.

No lo puedo evitar. Simplemente no puedo. Es uno de esos irresistibles placeres que estallan con la chispa más incipiente, y, una vez encendida, ya nada sofoca la explosión. No hablo sólo de mirar cual exorcista y sin ninguna clase de pudor cuando pasamos junto a un accidente en la calle, o cuando vemos una pelea de novios o de pubertos rudos… no. Hablo de esa mina de oro que la televisión ha sabido procurar –disfrazada de reality shows- tributándonos joyas ahora clásicas como "Infieles", o "Cambiando Esposas". Bueno, en realidad para mi todo es morbo. He tenido a bien dedicar mi único día de descanso a instalarme al menos unas 3 horas frente a mi amado y ruidoso televisor para deleitarme con un maratón de programas que presentan personas comunes y corrientes remodelando casas, cambiando de peinados, fabricando motocicletas o viviendo en la piel de otro incluyendo su casa, familia y hasta sus perros. Entre semana, en esos dichosos momentos donde el incómodo zapato del día le da paso a unas pachoncitas chanclas moradas, los espías contratados por personas que sospechan una posible infidelidad aportan la información necesaria para que el espectador goce con grotescas y memorables escenas donde la quejosa se enfrenta directamente con el ahora descubierto tramposo al tiempo que desgreña a su infortunada rival. No cabe duda lo saludable que es la risa sobre todo si es provocada por estas situaciones que uno supone son tan ajenas a nuestra propia vida…

Mi lectura diaria de periódico comienza, invariablemente, con la sección de espectáculos (¿qué haríamos sin la farándula que todo lo da sin pedir nada a cambio?). Justo en estos días leía sobre la visita de París Hilton a México y sólo por un momento mi ardillita mental, que en ciertas ocasiones funge como la voz de mi conciencia, detuvo su andar para cuestionarse el porqué una persona como ella acapara primeras planas, principales notas en los programas del corazón y provoca una clase de electrocución entre toda la selecta pléyade de luminarias mexicanas. Acto seguido a mi pregunta, la ardilla retomó el paso en su ruedita imaginaria mientras mi persona recordó el disfrute obtenido al mirar a esta rubia fanática de Hello Kitty intentando lavar un plato, vender una hamburguesa y ordeñar una vaca con una ineptitud sólo digna de una rica y famosa como ella (y uno que otra pariente que yo conozco).

Ahhhh… el morbo… Una de esas cosas que invariablemente, saca a relucir lo más “brillante” de nosotros, no importando el lado de la moneda en donde uno se encuentre…

No hay comentarios.: