miércoles, 1 de noviembre de 2017

Flores naranjas para mi

Escribo un 1 de noviembre porque hoy es día de muertos, porque hoy se ofrendan flores y alimento a aquellos seres que ya no están con nosotros, porque toda esta temporada en sí siempre vibra y se pinta de un hermoso color naranja (mandarinas, flores, hojas secas), y pues, porque es en estos días en los que mi aprendizaje de vida me está marcando un antes y un después. Porque lo único constante es el cambio, dicen los que saben.

Esta vez no pretendo contar muchos detalles, me parece que no son tan necesarios. Creo que hay términos clave que transmiten mejor lo que pueda yo adornar con descripciones inútiles: crisis económica, Veracruz, gobierno, desilusión. Desafortunadamente no son cosas ajenas a la mayoría, así que la empatía con mi situación es inmediata, colectiva y latente.

A eso se le puede agregar un cambio de estatus en todo este año (de soltera a pecadora a señora casada), lo cuál me ha repercutido en un nuevo modo de administración familiar (les juro que no es lo mismo las finanzas personales a las de pareja); vivencias que difícilmente me había tocado experimentar como ver a tus padres (al mismo tiempo) malitos de su salud y de sus ánimos; dudas permanentes sobre si lo que elegí como forma de vida es lo correcto, si me va a llevar a algún lugar algún día, si lo hago bien, si vale la pena hacerlo confiando en que pronto será redituable;  y por el otro lado, generar un poco de ingreso haciendo cosas que no emocionan pero sí pagan, aunado a una pyme que si bien va creciendo, exige mucha atención, cuidado y por supuesto, ingreso.

No es que todo sea malo, pero muchas cosas han resultado decepcionantes. Y a veces uno se siente tan abrumado que decide no gastar ni la poca gasolina que le queda al carro como para salir corriendo a buscar abrazos emotivos. A veces uno, y más un bicho raro como yo, se siente tan abrumado que su único deseo es meterse a su cama y aislarse del mundo, porque con el biorritmo tan abajo las personas no suelen ser buenas conversadoras, cuantimenos buenas compañías. Por eso el silencio, a veces, aparece como la única opción posible, que no por eso más saludable.

Por eso en momentos así se agradecen los saludos espontáneos y los mensajes casuales, las palabras bonitas y los oídos sin juicio. Saberse querido y recordado da mucha alegría cuando las cosas parecen no ir tan bien. Y no se dejen engañar, porque aunque la vida en pareja, a pesar de las crisis, resulta ser muy alegre y gratificante, no sólo de amor vive el hombre.

Hoy, como hace un año, y otro más, no puse mi altar de muertos, me pareció imprudente hacerlo mientras mi complicación más inmediata es encontrar cajas de todo tipo para realizar una nueva mudanza, pero no por eso dejo de pensar en los seres que pudieron ocupar un espacio en él, gente en extremo amada (el dolor de su pérdida también fue algo nuevo, o increíble de este año) a quien ofrendarle luz, comida y flores. Pienso en las flores tupidas y naranjas en el altar que pudo ser y aunque suene dramático creo que ahí también encajo yo. Bien podría haber puesto una foto mía, y no por que me deseé la muerte, sino porque metafóricamente, simbólicamente, en esta etapa de mi vida han muerto muchas de las creencias que eran parte de mí y que hoy simplemente ya no están. La yo que había sido ya no está más, pero eso no es motivo de llanto o tristeza, todo lo contrario.

La festividad de muertos en nuestro país es extraña porque nos invita a convertir la tristeza en celebración, la sombra en luz de velas, la ausencia en ofrendas que nuestros muertos comerán. Entonces no veo por qué no enmarcarme en esta dualidad: flores naranjas para mis creencias muertas, con la esperanza, la emoción, la ilusión y la fe de que lo que me espera sea siempre mejor. Flores naranjas como símbolo de renacimiento, de un ritual que recuerda al ciclo terminado pero alienta al ciclo que está por comenzar.

Sí, hoy (y lo digo sinceramente, hoy más que ayer o que antier), empecé a ver con otros ojos mi situación sin que la aprehensión me venza. Hoy le doy sentido a la yoga, y a las lecturas, y a los ángeles, y a todas esas acciones que uno hace esperando por claridad y luz. Hoy empiezo a verlas. Hoy le doy sentido al presente, comienzo a creer en el cliché de que vivir es una gran aventura y fluyo (o eso intento) con menos reservas que ayer. Hasta mi cuerpo lo manifiesta. Así que como vibro en el naranja y es el chakra de la relación con los demás, aprovecho estas líneas para ofrecer una disculpa a la gente con la que he quedado mal: por las reuniones a las que no he ido, por las cancelaciones de último minuto, por mensajes mal contestados o todas esas cosas que uno descuida por vivir en su silenciosa cueva. Perdón si no soy yo la que he llamado o preguntado un simple "¿cómo estás?". Perdón si mis actitudes han parecido poco amables. Perdón si en este trance algunas amistades se han quedado atrás, sin explicaciones ni razones concretas.


Esta ofrenda de flores naranjas son para mí pero también para todos aquellos que están en un proceso parecido (o no) pero que de igual forma represente su propio infierno particular. Flores para los que están y no, flores para los que somos y ya no, flores para los que llegan y flores para las nuevas versiones de nosotros mismos. Que las flores y los aires de otoño terminen de sanarnos por completo.

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