viernes, 23 de octubre de 2009

Torta de Bebé



¿Se han preguntado alguna vez el por qué de la expresión "trae torta bajo el brazo" cada vez que una familia está a punto de recibir la llegada de un bebé? No me imagino a las pobres cigüeñas, que bastante tienen con viajar desde tan lejos con semejantes paquetotes en el pico, despidiendo todos los olores de un bolillo relleno de milanesa, de jamón con queso, con pollo y frijoles o ya en el peor de los casos de todos los ingredientes de una torta cubana o de carne al pastor. Y digo, me queda claro que esto es como una analogía de abundancia que casual o causalmente llega en racha cuando un bebé está en camino, pero... ¿por qué una torta? ¿No podía traer un coche bajo el brazo? Quizá eso sería un mayor desafío para las aves parisinas...

El caso es que ante la inminente llegada al mundo de Liosita 2, conocida desde ahora en los bajos mundos como Daniela, mi segunda sobrina, reflexiono con sorpresa que al igual que hace 3 años y medio cuando nació Liosita 1 (Gaby), los tiempos de cambio se han hecho más presentes que nunca, y la vida ha sido realmente generosa con el entorno en general.

Oportunidades laborales, expansión de horizontes, correcta aplicación del concepto Relaciones Públicas, y muchas otras cosas han llegado en calidad de sunami azotando sin reparo cada una de mis facetas (achis! soné como mujer de mucho mundo!)... Lo que no me explico es por qué en este fenómeno no se renueva la paciencia para con los infantes... ¡Eso sí sería de gran ayuda!

Y es que cuando una se siente en la cúspide de su vida laboral, hogareña y hasta sentimental lo menos que se espera es tener una ahijadita con la energía de 5 paquetes de Duracell (y de las pilas gordas) con una elocuencia inesperada y unas ganas de narrar oportunamente todo el acontecer de su vida diaria, emocionada por la llegada de su hermanita y con modos un tanto toscos... pues así es Gabriela, quien a veces cuenta con un sentido de oportunidad tal que provoca que mi escasa paciencia se nulifique en cuestión de segundos.

No, ella no tiene la culpa. Mi desapego con los infantes es cosa añeja. Por eso cuando veo a mi hermana, lidiando con aquel tornado y con la panza redonda como una naranja, me viene a la cabeza la imagen de los famosos dibujos de Quino: Susanita (mi hermana) en todo su esplendor de vida familiar y Mafalda (yo) con trescientas curiosidades en la cabeza, un dejo de impaciencia y, contrario al personaje, con un heredado gusto por la sopita caliente.

Liosita 1 (por algo se ganó ese sobrenombre) es un encanto de niña, pero es, lamentablemente, como todos los niños: LIOSOS. Corre, brinca, salta, abraza, pega, se sube, se baja, se cae, se levanta, se rie, no come, se hace pipí mil veces, imita las malas palabras y adora estar en su castillo de princesa. Y yo me pregunto... ¿Qué será cuando llegué su hermana? Sé por experiencia propia que las menores no somos precísamente peritas en dulce, que queremos hacer todo , TODO lo que nuestros mayores hacen, queremos correr a su ritmo, desarrollamos una especie de ansiedad por estar en su misma frecuencia, en su mismo canal... ¿Ir detrás de dos niñitas pedorras y peleoneras, será acaso mi triste y funesto destino? Tal vez el mundo nunca lo sabrá.

Mientras tanto, en esta ola de parabienes y buenas vibras que la Danielita trae consigo, le pido a la vida también me llegue un poco de ese recurso tan valioso como el petróleo o el agua: LA PACIENCIA, porque si no me temo que cuando llegue, en vez de hablar de la torta que trajo esa bebé, me refiera a la torta de bebé que seguramente me comeré cuando sus travesuras lleguen al límite de mis límites.

No hay comentarios.: