jueves, 13 de octubre de 2005

De festejos y manteles largos


Por si no fuera suficiente con la dicha diaria de estar vivos, a nosotros los seres humanos (porque no creo que sea exclusivo de los alegres mexicanos) nos da por hacer fiesta por todo y para todo: que si juega la selección, que si se gana el reintegro del reintegro del número del Melate... Pero cuando de celebraciones importantes se trata, las mesas se ponen, los manteles se estiran, los cubiertos, platos y vasos se colocan, los vestidos elegantes se planchan, los platillos más apetitosos se cocinan y mientras todo esto sucede los invitados se acercan al lugar indicado con pletóricos regalos en mano para acompañar a quienes han decidido echar la casa por al ventana para compartir alguna tremenda alegría. Una escena tipo la boda de la hija del Padrino, o el bautizo del sobrino de Tita en “Como agua para chocolate”.

Pues bien, ese fue el escenario que viví el pasado fin de semana tras recorrer kilómetros y kilómetros de una incierta carretera y de ser partícipe (una vez más) del mortificante ritual de todos los viajes que comanda el señor Valent: buscar estaciones audibles de AM desde Xalapa hasta el fin del mundo. Gracias a Morfeo a muy buen tiempo caí en profundo sueño y tras las casi 6 horas de viaje, la familia Telerín (con todo y el pastelero Bigotón) llegó sana y salva hasta su destino, con el único motivo de compartir con una Valent más en el mundo, el cumpleaños y bautizo de su pequeñita: la Donita Fresita.... Omitiré el hecho de que el sábado fui abruptamente despertada por sonoros e irrepetibles cánticos de una infante de apenas el año a las 7 am, como si la muy condenada se sintiera tan feliz de saber que en pocas horas le tumbarían los cuernos infernales para siempre. Forrar regalos, planchar camisas, bañarse, arreglarse y estar listos a la 1 de la tarde fue todo un show, pero se logró. Ya para las 2 la familia entera estaba más puesta que un calcetín ocupando la capilla, el reloj corría y del sacerdote ni sus luces. Más tardó el hombre en llegar (con acolita enfundada en playera Tuza) que en mocharle a la inocente el pecado original. Pero particularmente el momento esperado de la tarde fue la pachanga, pues la mamá, visionuda por herencia, la vistió cual Rosita Fresita (la rechonchita ochentera; la de este siglo luce anoréxica y cabezona). ¡Un amor la linda y chinuda Donita! Por supuesto el gorro fue precisamente que se pusiera su gorrito pastelero, el cuál acabó hecho una mugre porque pasó por todas las cabezas menos por la de la niña.

Lo malo del festejo: la multitud de infantes corriendo como cohetes con la mecha prendida y la pobre animadora que hizo todo menos animar a los presentes. Lo bueno: el pastel de chocolate que devoré olvidándome de dietas y regímenes alimenticios y la abridera de regalos que todos gozamos más que la interesada.

Ese delicioso pastel de chocolate y las velitas apagadas fueron silenciosamente en honor de la Kittotta Valent y sus Policromías, pues esta semana celebra dos años de existencia en el mundo de la prensa. Los manteles largos se extienden en honor y agradecimiento a todos aquellos que han hecho este espacio posible, a quienes han sido parte de él, y que han logrado que la persona detrás del personaje cumpla uno de sus sueños más largamente acariciados. ¡Felicitaciones y regalos se reciben visitando
http://pochacasworld.blogspot.com!

1 comentario:

Kluzter Benavides dijo...

yeeei... me gustó el escrito...
llegué porque busqué en technorati una palabra que asocio como muy mía: Chinuda(0) o chinudita(o)... y llegué hasta aquí.

Saludos.
me gustó el estilillo con que escribe.