sábado, 13 de noviembre de 2010

Mientras todos ven el box...

Es sábado por la noche. Algunos quizá están de fiesta, algunos en casas de algunos tantos borrachines celebrando copiosamente el último puente del año -antes claro de las posadas y las fiestas navideñas-, y supongo que otros tantos en este país están siguiendo una pelea de box que sinceramente no comprendo ni comprenderé. Golpes, sudor, sangre y dientes que vuelan no es precísamente mi idea de un relajante fin de semana.

Como lo he manifestado en muchas, muchísimas ocasiones durante los últimos post, sigo lamentando terriblemente el abandono en el que tengo este bonito blog y sus demás ciber-hermanos (ratonadetv y vidadeperrosconsentidos). No comprendo por qué si ahora tengo determinado tiempo libre como para retomar la maravillosa costumbre de sentarme frente al monitor y dejar que mis ideas fluyan libremente por mis dedos, simplemente prefiero hacer otro tipo de actividades que dudo mucho me resulten igual de reconfortantes. Pero... pues ni qué decir, termino haciendo todo menos escribir. Y llevo días completos en los que me pregunto por qué todo lo que en el pasado me apasionaba ahora ya no lo tengo más. Antes tenía un trabajo que simplemente ADORABA, que me permitía desencadenar un torrente de ideas creativas que le brindaban otro panorama a mi vida: antes era observadora, quizá más sarcástica, con una imperiosa necesidad de hacer telenovelas de todo aquello que apenas miraba o escuchaba; pero mi trabajo creativo se llenó de odios y burocracias y la flama del amor simplemente se apagó.

También tenía al entonces amordemisamores que ahora ya no lo es más, o al menos ya no igual. La relación, como la materia, no se creó ni se destruyó, simplemente se ha transformado en otro tipo de asunto que, desafotunadamente, tampoco me provoca las pasiones de antaño. ¿Un ejemplo? Ni siquiera me emocioné un poquito con la llegada de su cumpleaños no. 30, cuando hace quizá un par de años el acontecimiento me hubiera obligado a cerrar el centro de la ciudad para hacer un desfile en su honor. Time goes by.

El facebook, que hace tan solo meses era mi arrebato diario, también dejó de serlo por motivos serios de salud mental. Así pues, las pasiones de mi vida fueron arrojadas al viento, como dirían en mi novela El Clon (la pasión televisiva es la única que mantiene su furor).

No quiero echarle la culpa a mi nuevo pseudo rol de ama de casa. Al contrario, esta nueva época de mi vida ha podido darme tal cantidad de anécdotas que es un completo desperdicio haberlas dejado pasar en los anales de la historia.

Curiosamente esta semana reflexioné mucho sobre el tema de las pasiones perdidas. Creo que todos a mi alrededor viven un ciclo de muerte previo al renacimiento, y todos, o la gran mayoría, estamos resintiendo la lejanía de nuestras antiguas pasiones que se suplen por un gigantesco signo de interrogación. Y justo ayer, en un intento por retomar mi creativdad aprisionada por la burocracia kafkiana en la que ahora me desenvuelvo (espero solo sea una época de aprendizaje y no una vida entera), busqué desesperadamente el auxilio de uno de mis más grandes referentes de estilo y chispa: Don Jorge, Jorge Ibargüengoitia. Pocos como él tienen la capacidad de devolverme el entusiasmo por las letras y por la elaboración de magníficas e ilustrísimas crónicas de asuntos tan poco importantes o sin sentido. Él, y Germán Dehesa, me quitaron todo miedo a hablar de cualquier estupidez, siempre y cuando fuera redactado con estilo, inteligencia y mucho humor negro.

Deseosa de regresar a mis orígenes, el buen Jorge me proporcionó la noche de anoche una experiencia religiosa, pero, curiosamente, no fue lo único que me tiene en estos momentos ejercitando presurosamente mis deditos en el teclado. No.

Hace rato llegué de casa de mis padres, pues habíamos ido a cantarle las mañanitas por su primer año a mi querida Pelusita2, hermanita menor de Pelusita1, alias mi sobrina Gabriela. Fue una bonita reunión (con varias cervezas de por medio), pero sinceramente yo quería YA enchufarme la piyama, calzarme la pantuflahellokitty y tomarme mis dosis cotidianas de té caliente. Y no tenía nada que venir a hacer a la computadora. Y no tenía nada, ninguna razón por la cual prenderla. Pero la prendí. Recordé que desde hacía semanas quería pasar las rolas de un cd a mi Iphone y mientras el disco se importaba, empecé a navegar, cosa que ya es igual de inusual. Ví los periódicos de costumbre, con la hueva de costumbre por enterarme de lo mal que anda el mundo de allá afuera, y un click me llevó al otro, y entonces me topé con mi lista de blogs favoritos que solía seguir en el pasado. Y entonces encontré al Hijo del Pop. Y entonces reencontré a Alma y su rincón. Y entonces me topé con el blog del Huevo, un hallazgo que me hizo feliz durante meses cuando fui una fiel y leal seguidora. Y entonces vi que su más reciente post decía "La época de oro del blog. Entrevista con Plaqueta y yo". Y entonces lo escuché.

Entrevistados para un programa de Radio Educación, "Plaqueta" y "El Huevo", dos bloggeros de hueso colorado, dialogaron con los conductores en agosto pasado sobre los años dorados y el Blogboom que se vivió en 2005, cuando las bitácoras personales ERAN lo de hoy. Y me sentí un poco aliviada por escuchar que ambos personajes también han mantenido un poco empolvados sus sitios, y que ahora lo que podría ser un gran post termina siendo una serie de twitts consecutivos. Por una parte me sentí reconfortada por no ser la única; por otra parte, me sentí casi parte integral de ese movimiento bloggero que fue la base de lo que hoy conocemos como redes sociales. Y me sentí motivada porque yo también vi surgir un blog en 2005, especializado en alguna cosita tonta (www.ratonadetv.com) y que ha recibido, para mi entero orgullo, muchas y muchas visitas ociosas.

Y entonces, como consecuencia inmediata, sentí el gusanito de teclear afanosamente y he aquí el sano resultado. Un bonito post reflexivo, que ocurría mientras el twitter completo se saturaba con comentarios lastimosos ante la paliza que le dieron a un tal Margarito mexicano. Y qué bueno que hoy hablé de esto y no de Carlos Fuentes, porque si no mi primer texto después de tanto tiempo iba a tener un dejo de espuma rabiosa que aún hoy sale de mi boca por culpa de este "destacado" personaje. Ese será pretexto, entonces, para otro post.