jueves, 29 de diciembre de 2016

2016

Este año se va, se va, se va y está a punto de salirse del estadio para dar paso a un esperanzador 2017. Para muchos el recuento de los daños resultará sumamente desconsolador, para otros, quizá los menos, tendrá sus pequeñas pero significativas chispas de felicidad.

Para mí en lo personal fue un año tremendamente extraño, por mucho, con más cambios y volteretas emocionales de lo que nunca había vivido, o al menos no últimamente.

En 2016 me permitió experimentar darle forma a mi pequeño emprendimiento llamado Abrazos Verdes. He ido aprendiendo el arte del vender, de platicar, de acudir a los bazares y mercaditos a donde la gente se reúne para encontrar productos como los que decidí poner a la disposición de la gente, y así compartir con muchas personas mis propios gustos e intereses. Pero también me trajo baches, bajones, frustración, corajes, y angustias al respecto. Nadie dijo que fuera fácil, y no fueron pocas las veces que he querido salir corriendo para volverme cajera de algún OXXO y dejar a un lado este sueño que, aunque chiquito, he ido construyendo.

También ha sido el año en el que me animé a grabar podcast y a darle un mayor impulso a la Ratona de TV porque, tenía la esperanza, algún día llegaría a los oídos correctos que me ayudaran a brincarle a algo más. Pasaron muchos meses y aunque no fue del todo así, tuve la fortuna de darme cuenta que mis contenidos llegaron a algún lugar, fueron de utilidad, y sobre todo, que mi trabajo es poco a poco reconocido al respecto (algo nada despreciable). Me tomé con mayor seriedad mi concepto -aunque sigo sin creerme eso de "analista" o "crítica de"-, sin embargo traté de ser más constante con mis publicaciones, con la página, con las redes sociales, e incluso me llené de valor para empezar a diseñar mi propio ebook, algo que no sé qué rumbo tomará pero a lo que le traigo muchas ganas. También fui invitada por primera vez a un evento para hablar sobre mi tema enfrente de muchas personas y, contra todos mis pronósticos, fui capaz de armar dos cursos "en infínitum" para dar clases express en distintas escuelas. Créanme, eso para mi representó un reto de proporciones épicas. Y como cereza del pastel, pude ver mi nombre por primera vez en mi vida en un libro sobre uno de los temas que más me apasionan, después de una cita que yo escribí con mis propias manitas. Eso no es felicidad menor, se los aseguro. De pronto imagino que todo lo que he sembrado durante tanto tiempo por fin está dando la cosecha deseada, que no es más que el que el conocimiento que he ido adquiriendo sea de utilidad para los demás.


Pero, en cambio, aunque en 2016 fui capaz de generar mucho contenido de otra índole, también fue uno de los años en los que menos escribí. Y para ser sincera, lo extraño mucho. También fue un año muy frustrante porque algo a lo que le tenía tantas ganas, como el regresar a un congreso padrísimo que ocurre cada dos años y que para mi buena suerte este año sería en México y ya tenía mi ponencia aceptada, nomás no pudo ser por cuestiones financieras. Una crisis económica personal y el aumento del precio del dólar fueron pretextos mucho más poderosos que mi propia emoción. Y es que perseguir los sueños así, como lo he venido haciendo, no deja mucho margen de ahorro. Por no decir que en realidad no reditúa para nada.

Y bueno, en lo emocional hay cosas tan intensas que he preferido guardármelas para mis propias memorias personales que extrañamente no comparto con nadie. Parecerá tonto pero así es. Por alguna razón imaginé que la llegada de mi prometido (estatus que fue adquirido el 31 de diciembre de 2015), después de dos años de un noviazgo de Facetime, sería uno de los eventos más documentados de la temporada en todas mis redes sociales, pero no ha sido así. He descubierto (aunque esto no es nada nuevo) que las cosas que más emoción me causan tiendo a guardármelas para mis adentros. Quizá porque dentro de toda la alegría que ha representado tenerlo junto a mi físicamente después de tanto que lo añoré también hay de fondo un cambio de paradigma de todo lo que hasta entonces había conocido, y de pronto me vi compartiendo cama, cocina, auto y demás espacios que ni aún viviendo con mis padres tenía a bien hacer. Recordemos que soy un bicho raro que gusta de la vida en solitario y que a sus 37 años nunca había experimentado la vida en pareja. Acostumbrarme a esto ha sido mágico y ha tenido sus risas y alegrías, pero, siendo sincera, no por eso ha resultado para mi. Posiblemente no me resulte atractivo escribir para desahogarme para luego darme cuenta que todo pasa y todas las cosas tienen solución y pues chin, lo dejé por escrito.

La idea de una boda ha estado presente pero también ha tenido sus momentos. Para como está la situación financiera, nadie sabe si realmente ocurrirá como tal en 2017 o no. Así que tampoco he querido documentar esto porque nada es seguro y pues, ni modo de ilusionar al amable y respetable público lector con sucesos que Dios sabe si pasarán.

Este 2016 pude reforzar algunos lazos con gente que quiero mucho, pero también he tenido que aprender a no juzgar, a comprender cuando algunos ciclos se cierran, y a dejar ir a personas que por alguna razón ya no quieren ser parte de mi momento. He entendido que cuando siento que no puedo hacer nada por los demás siempre puedo ofrecerles un oído, y así, sin decir nada, ayudo mucho. Muchas personas prefieren o necesitan más ser escuchadas que escuchar, así que quizá por eso he sido más selectiva con aquellos con quienes comparto mis experiencias personales, que acaso se quedan en los propios oídos de Tokotina bebé, otra víctima del caos y de la revolución emocional de este año. Pero también vencí miedos y superé retos, y el día de mi cumpleaños logré pararme de cabeza en mi clase de yoga. Fui una triunfadora.

Y si, debo decir que los últimos días de este año se me van un tanto harta, un tanto asqueada de todo lo que ocurre afuera de mi propia burbujita. Tantas causas por las cuales indignarse, tanta crisis, tanta maldad, tantas muertes, y tan poca voluntad para que nuestras energías y actitud al respecto sean distintas para entonces sí hacer la diferencia. Creo que el enojo constante y colectivo no nos lleva ni nos llevará a ningún lado, pero esas somos mis creencias y yo.

Así, con este tonto recuento que tal vez únicamente me interesa a mi, quisiera agradecer a toda la gente que este año confió en mi, que me ofreció trabajo, oído, ayuda. Agradecer a quienes compartieron alegrías y me abrazaron en lo difícil. Agradecer a aquellos que, sin saberlo, hicieron algo grande en mi vida. 

A los seguidores de Abrazos Verdes, a los de Ratona de TV, a mis amigos y familia. A quienes están y quienes ya no. A Toto, a Caba y a Tokotina. Y a Alex, por estar, por llevarme a límites a los que mi zona de confort se hubiera negado a ir, por hacerme perder miedos y enfrentarme a ellos, por rodearme de una forma de amor nueva y hasta ahora desconocida para mi.

Quisiera decirles que 2017 será una mejor temporada, llena de amor, de buenas vibras, de bendiciones, de oportunidades para encontrar oro en medio de tanto derrumbe, pero posiblemente pecaré de optimista porque el petróleo y Trump y todo lo demás. Así que me concretaré en desearles todo lo mejor, que cada quien haga su lista/ritual/propósitos/metas para tener todo lo que desean, que en estos días haya más reflexión y menos dolor. Que cada quien busque y encuentre su felicidad de la manera en la que más les apasione. Que sea mayor lo bueno que lo malo, hoy y siempre.

Abrazos Verdes y de todos colores y borreguitos de la abundancia para todos.