lunes, 4 de mayo de 2015

La pelea del siglo: Healthy vs. Curvy

A alguien se le ocurrió decir que "La pelea del siglo" fue esa que anunciaron con tanta pompa y circunstancia para el pasado sábado, y que, a decir de los que saben y ven mucho bax (malditas modas lingüísticas tan pegajosas), fue una verdadera cochinada. Yo no veo ni sigo ese deporte, pero sí les puedo decir algo desde el amplio conocimiento que tengo del tema: la pelea del siglo  nunca, nunca se lleva a cabo arriba de un ring, se libra todos los días, cara a cara, sujeto versus el espejo. Y cuando por sujeto entendemos "persona del sexo femenino" la contienda se puede tornar más feroz, más voraz, más despiadada.

Tristemente o no, para muchas mujeres particularmente el mirarse al espejo es una especie de tortura moderna, cuya única juez es, vaya ironía, la misma víctima. Contemplarse en el espejo podría ser la experiencia más fascinante de todas (y no dudo que lo sea para muchas y muchos) si no estuviéramos llenas de expectativas, de convenciones sociales, de juicios acerca de lo que ese espejito debe reflejar, sin considerar lo que realmente uno debe saber ver. Es decir, una ve kilos, grasa, desperfectos, cachetes, lonjas, pelos, y todas esas cosas tan divertidas que el factor externo sumado a una autoestima fluctuante nos arrojan de primer, único y válido vistazo. Nada más allá.

Yo solía ser una niña delgada y enclenque que comía muy pero muy mal hasta que de pronto crecí, me empecé a llenar, luego me empecé a llenar más, y luego ya no supe qué hacer con eso. Hace muchos años estuve en un plan alimenticio que me ayudó muchísimo a aprender a comer verduras y frutas, y aunque desde entonces trato de incluirlas diariamente en mi alimentación, hay otras cosas que seguramente como y que seguramente me impiden eliminar aquello que según el espejo me sobra. Pero como también soy altamente odiosa para eso de las medicinas y las vitaminas, desde que empecé a vivir sola aprendí que puedo prevenirme muchos achaques con una mejor alimentación, así que desde entonces y haciendo uso de la tecnología, he conocido gente a la que sigo que habla de jugos, verduras, detox, vegeterianismo, veganismo, crudiveganismo: la tendencia #Healthy. Aunque tengo mis reservas sobre este tipo de prácticas, no voy a negar que me encanta la idea de que eso que ni con los ojos tuertos comería, como por ejemplo los plátanos manchados y dulces (aaaaawwwwgggggg, ¡la cosa más fea del mundo!), puedan ser el complemento de un licuado delicioso si los metemos al refri un rato y los combinamos con apio, canela y vainilla. "Si no te lo puedes comer, tómatelo", dice una de las tantas gurús sobre tema en sus redes sociales.


El asunto con esto es que seguramente mi falta de constancia, mis arranques de pan y galletas, o alguna fuerza poderosa de la naturaleza, me impiden observar el resultado deseado (con todo y que me animo viendo Kilo a kilo y The biggest loser en el Discovery Home and Health), y mis miradas diarias al espejo son una cosa muy pero muy espantosa y traumática. A eso le sumaré que por primera vez en mucho tiempo, en toda mi vida quizá, llevo un ritmo de hacer ejercicio que va en promedio de dos a tres veces por semana desde octubre. Harto cardio, harto kilómetro caminado, y nada, la lonja nomás no desinfla. Y sí, me entra un sentimiento de frustración muy gacho, aunque en realidad sí se que dentro de todo llevo un estilo de vida sano y que mi cuerpo seguramente agradece los jugos, las verduras y el ejercicio... pero estéticamente es otra cosa.

Así que en uno de esos días que hacer, andando entre polvo nomás, mirando las fotos de todas aquellas quienes promueven este estilo de vida y que en sus imágenes lucen delgadas, marcadas, felices y radiantes, me di cuenta que no podía seguir aspirando a eso ni aunque ponga fotos de puerquitos en el refri. No puedo luchar todos los días por ser algo que no soy, que fui, que puedo ser con constancia, pero que hoy no soy. Así pensé que sería bueno cambiar la visión: si soy la gorda entre las flacas, ¿por qué no ser la flaca entre las gordas? Y así me puse a googlear y a investigar más sobre el movimiento #Curvy, es decir, de las blogueras (principalmente españolas las de habla hispana) que a partir de su sitio y sus redes sociales, fomentan el orgullo de portar lonjitas, de ser curvilíneas y de que estar gorda no significa forzosamente que se esté enferma o poco sana. Son chicas que relatan su tortura con una y otra y otra dieta, que también salen a correr, que también comen verduras y jugos, pero su figura sigue envuelta en curvas. Me gustó el concepto, a pesar de leer muchos comentarios negativos al respecto. Yo también comparto algunos, no crean que no. Tampoco creo que sea políticamente incorrecto hablar de los gordos (a tanto llegó el asunto que eliminaron el "me siento gordo" del Facebook, o promovieron el #ImNoAngel), y sinceramente me dio sentimientos encontrados ver las fotos de estas chicas, que principalmente hablan de moda para tallas grandes pero terminan hablando sobre ellas mismas y su día a día, tan llenitas y tan seguras de sí mismas, tanto como lo veo en las delgadas (también tengo mis reservas contra la extrema delgadez).

A mi me quedan claras algunas cosas: no puedes forzarte a ser lo que no eres, pero sí creo que la gordura esconde sentimientos que no has sanado, que mucho es un asunto emocional, y esa es la parte de las dietas y regímenes que nadie te dice. Pero también creo que influyen muchas otras cosas para estar en un determinado peso, independientemente de tu alimentación. Entonces leer y ver a estas chicas hablando incluso de lo que opinan sobre las ineficientes medidas del Estado contra la obesidad o de lo que creen como un plan muy bien armado para fomentar gordos y venderles dietas, aparatos de ejercicio y cosas así (industrias altamente lucrativas, dicen), me parece muy impactante. No se trata de ser modelos, se trata de poder expresarse sobre lo que son por ellas, no por su peso.

Y al final de cuentas, mientras veo en mi Instagram una publicación de Rawvana seguida por una de Misscurvystyle me siento como en medio de un limbo en el que las ideas sobre la salud, la autoaceptación y el no permitir que un número me defina me dejan así como en la pendeja, sin embargo lo que sí agradezco es poder existir en un momento social, cultural y tecnológico que me permita tener acceso a estas visiones particulares del mundo; al final de cuentas tanto las #Healthy como las #Curvy promueven valores positivos que son con los que día a día me quedo: querer a tu cuerpo, alimentarlo sanamente, pero sin privarte ni tener complejos por los muslos grandes (fue tan gratificante leer a todas ellas que usan shorts y se les trepan por el gordito del muslo, ¡y no se los dejan de poner por eso!), y que puedes tener amigos, vestir a la moda e incluso convertirte en líder de opinión sin importar cómo luce la ropa en tu cuerpo.


Y mientras yo, al igual que muchas mujeres sigo luchando contra el espejo, con más ferocidad y astucia que cualquiera de esos sudorosos, feos y millonarios boxeadores, también seguiré leyendo y explorando lo mejor de ambos mundos, esperando al menos que pueda quedarme y aprender lo que mejor me haga sentir, sin enjuiciarme, ni compararme, ni recordarme en aquellos días donde solía ser delgada. ¡Ya no más!