jueves, 30 de julio de 2015

My favorite things, la lista

La palabra misteriosa de estos días ha sido, sin duda, INSPIRACIÓN. 

El post anterior fue titulado de esa manera, pero en realidad esto ha sido una constante desde hace algunos cuantos días, y les diré por qué:

Como ya les conté mis talentos y pasiones desde que fui una preciosa niñita fueron oscilando entre el dibujo y la escritura; como ya les conté la historia del primero, narraré de veloz manera el segundo. Sucede que empecé a llevar un diario a partir de los 9 años y aunque no tenía nada interesante ni relevante qué decir, me fui creando el hábito de pensar en mi día, resumirlo y así aprender a narrárselo a un posible lector (aunque por supuesto no aspiraba a que nadie estuviera hurgando entre mis cosas, verdad). Eso me sirvió para que cuando ocurrió el gran acontecimiento parteaguas de mi vida tuviera herramientas para, a mis escasos 11 años, pudiera sentarme a escribir cartas y cartas contándole a mis amigas las grandes aventuras de mi terrible mudanza de Oaxaca a Xalapa. Así sucedió hasta que pasaron los años y entendí que esas cartas que muchas veces me daba flojera llevar al correo podían ser cartas para mí misma, y entonces retomé la costumbre de llevar una especie de diario pero que escribía (¿por qué no?) en horas escolares, en mis libretas de la secundaria. 

Con esto de la abejilla ilustradora que me picó semanas atrás me animé a ir a mi recámara-penthouse (era el cuarto de servicio que desde los 13 años adopté como mi cuarto que ahora, por causas de fuerza mayor se ha convertido en bodega), y por andar buscando una libretita con cositas que dibujaba de chamaca, abrí cajones llenos de recuerdos y alguna que otra porquería, desde los cuáles volaron cosas como un folder sobreviviente de aquellos años de secundaria donde están guardadas innumerables hojas arrancadas llenas de palabras, narraciones, cartas, historias, poemas (sí, según yo escribía poemas y canciones), y francamente no tuve el valor de leer nada de eso... aquello apestaba a exceso de drama adolescente de los feos. Sí, siempre he sido medio intensa y no lo niego, pero el tema de este post no es hablar de mis tragedias juveniles, sino que en medio de aquella bola de papeles estaba una lista que hice muchos años después en la que escribí cuáles eran mis 100 cosas favoritas de entonces. Tampoco la quise leer, pero algunas cosas las puedo decir de memoria, y francamente algunas han variado un poco. 

Pero volvamos al tema de la inspiración. Esta etapa de mi vida ha sido emocionante, cargada de ilusiones, pero para una personita aprensiva e intensa como yo estos momentos no siempre resultan tan felices. En menos de un año renuncié a mi trabajo, me mudé de la casa que habité por casi 6 años, volví a la casa de mis padres, he aprendido lo que es trabajar en piyama, he leído sobre lo que me gusta pero sigo sin concentrarme en las novelas, he escrito mucho aunque es la fecha en la que nada se publica y por eso no tengo mucho qué presumirles, he invertido largas y felices horas en echar novio vía Facetime, he dejado de ver telenovelas y he visto más series, y de una vez por todas estoy tomándome en serio esto de ser emprendedora para iniciar mi aventura Pyme, por lo que estoy aprendiendo todo lo que de inicio tengo que aprender respecto a los negocios en línea y cómo usar las redes sociales para ser visible en medio de la inmensidad cibernética. Y en este proceso autodidacta es que me he encontrado con ilustradoras que, además de maravillarme con sus trabajos, me han mostrado "la fórmula" para tener cautivos a sus miles de seguidores, que radica principalmente en compartir algo más que sus gráficos: comparten un pedacito de sus vidas, ya sea de manera escrita, en fotografías o en videos (todo igual de adictivo para mi). 

Una de ellas particularmente me dejó pensando mucho en lo que ahora es este post. Ella hizo un vlog (o sea, una bitácora pero en video), donde decía cuáles eran las 50 cosas que la definían, y mencionó lo que le gusta pero también lo que le disgusta, así que con la misma pasión con la que habla de sus plumones favoritos o de lo feliz que le hace vivir de dibujar, habla de lo que odia o le causa mucho asquito. Y entonces me dejó la sensación de que yo necesito hacer una lista así aunque, ¡ajá!, ya había hecho una que encontré días antes en ese cajón húmedo y polvoriento. Cuando hice esa lista, al igual que la vloggera, estaba en un momento de mi vida lleno de emociones felices. Y me doy cuenta que después tuve la oportunidad de escribir mis Policromías y de hablar abiertamente justamente de muchas de las cosas que me hacían feliz y de las que no. Pero la época de esas columnas terminó y de igual forma se cerraron muchos ciclos de la vida que narré en esos años, y sin darme cuenta construí una muralla alta y muy segura en la cuál resguardé mis emociones, de tal suerte que a muy pocas personas les permití estar al tanto de lo que me iba ocurriendo. Después vino la maestría, la tesis... los pretextos fueron fluyendo de manera natural. Entonces regreso cuánticamente a mi momento actual y me doy cuenta que lo que tanto recomiendan y en lo que tanto énfasis hacen para destacar en las redes sociales, que es el compartir emociones por encima de una marca, es algo que yo ya había hecho pero que ahora me está costando mucho trabajo retomar. Derribar murallas, o al menos quitarle algunos de los más altos tabiquitos no está resultando cosa fácil. 

Y entonces heme aquí, en medio de la noche después de tomar mis dosis diarias de inspiración en Youtube e Instagram, pensando seriamente en la idea de volver a hacer esa lista con 50, 60 o 100 cosas que me recuerden lo que me hace feliz, lo que me apasiona, lo que define a la persona que soy el día de hoy. Pienso en Julie Andrews cantando "My favorite things" en su cuarto antes de ser descubierta por el Capitán Von Trapp y la abejilla loca que ya había empezado a zumbar como loca con la dibujada ahora parece que está bailando un muy alegre cha cha chá. Así que a pesar de que tengo varias redes sociales me parece más natural y cómodo ir registrando esta lista aquí, en mi querido blog, en este espacio que ha albergado historias buenas y malas de mi vida que he sido capaz de compartir con la gente, no sé si mucha o poca, pero con más de las que posiblemente he imaginado. 

Así que la cosa será la siguiente: no me voy a forzar a escribir 5 cosas por día, ni todos los días. Simplemente las iré posteando conforme las vaya sintiendo y quedarán aquí plasmadas, para que el día que se me olviden tenga un más fácil acceso a ellas. 

Parecerá que sólo lo estoy haciendo por un afán mercantil, pero no, esto suena más a proceso interno y de sanación que otra cosa. Quiero hacer extensiva a mi vida la pregunta que hace poco me hizo una persona con la que estoy trabajado cuando dijo: "¿a ti qué te inspira?" Quiero compartir con ustedes la caída de mi muro de Berlín particular que ha divido a la que fui de la que soy, quiero reconciliar estas emociones, y quiero además de compartir mis cosas favoritas y las no tanto en una lista, hacerlo paulatinamente en mi Twitter o Instagram. De cualquier forma un pedacito de esas pasiones que están aflorando con mi proyecto Minipyme tienen la intención de transmitir algunas de esas cosas que son hábitos y un estilo de vida para mí. 

Si quieren acompañarme los invito a que me sigan (si no lo han hecho) en alguna de esas redes además del blog, y que, si les inspira (otra vez esa preciosa palabrita), ustedes también hagan la suya propia por medio de palabras o imágenes. Podremos hacer quizá una bonita comunidad de gente que recupera sus pasiones perdidas y las convierte en sus motores. ¿Lo hacemos juntos? 

sábado, 18 de julio de 2015

Inspiración

Autorretrato, 2015
Hace un par de días escuché a mis sobrinas responder de manera firme y segura al cuestionamiento de "¿y tú qué quieres ser de grande?". Gaby, de 9 años, primero dijo que quería ser pastelera aunque minutos antes confesó que le gustaría trabajar en la televisión (juro que no tuve nada que ver en eso), y Daniela, de 5 años, afirmó que lo suyo lo suyo será ser pizzera y bailarina, en ese orden. Me acordé que cuando yo estaba en ese rango de edad solía contestar una serie de profesiones que hoy en día me parecen poco menos que terribles, tales como veterinaria, maestra de inglés o de kinder. Pero eso cambió cuando comencé a desarrollar un infinito gusto por dibujar y entonces supe que lo mío sería algo que tuviera conexión directa con los trazos y los colores: arquitecta, diseñadora gráfica o lo que fuera donde uno pudiera hacer cualquier garabato. Por supuesto que cuando comencé a escribir supe que lo mío lo mío era eso, y en el instante en el que una buena persona me dio un folleto de la carrera de Ciencias de la Comunicación en mis días de puberta supe que no habría nada más en el mundo que eso, ya que reunía muchos de mis gustos y habilidades descubiertas... y entonces ya no hubo vuelta atrás.

Conforme fui creciendo muchos de mis modestos talentos fueron reforzándose y otros simplemente se guardaron en el cajón de los recuerdos felices. El dibujo fue uno de esos, aunque de alguna forma softwares como Corel Draw e Ilustrator suplieron a la hoja en blanco cuando tuve que aprobar los muchos semestres de Publicidad en la carrera y luego en algunos cuantos encargos laborales. Aunque dejé de hacerlo por el mero placer siempre quedaron algunas reminiscencias, como la locura desatada que me da el ver una caja de colores Prismacolor o un increíble paquete de hermosos plumones (¡y los fantásticos olores, por Dios!). 

No se nota mucho pero sostengo un diploma por participar en un concurso de dibujo.
Eran los ochentas y usaba un muy feo moño. 

El caso es que ahora que estoy en un bonito y divertido momento de pausa en mi vida, que me está permitiendo aprender mucho y redescubrir pasiones empolvadas, el gusanito del dibujo ha vuelto a mis manitas gracias a las redes sociales y a esta nueva manera de trabajar libre, fuera de una oficina o una institución específica. Hurgando durante horas en Instagram y Tumblr he encontrado verdaderas maravillas que me hacen levitar de felicidad, y ahora explicaré por qué:

Digamos que lo que siempre me gustó dibujar no eran precisamente trazos estilo Bob Ross con árboles, mares y parajes naturales; por el contrario, lo mío lo mío eran los muñequitos, los fondos coloreados con crayola, las estrellitas sonrientes, las nubecitas y solecitos con caritas felices... Diría mi novio, mis dibujos de niña de 4 años. Extenar este gusto me hace replantear la pregunta que Christine R. Yano intenta responder en su texto Pink globalization: Hello Kitty´s trek across the Pacific sobre el porqué una estética como la de esta gatita (si, es una niña-gatita, no se confundan) impactó tanto en lo que la autora denomina como la cultura del Cool Cute (en lo que se encierran además Rosita Fresita y los Precious Moments), figuras que son parte de la producción mundial de inocencia mercantilizada cuyo consumo ha tenido una relevancia mayor, como muchos otros objetos similares provenientes de imágenes "lindas", después del 11 de septiembre del 2001. Estos "objetos felices" forman parte de una onda que como parafrasea Yano, es de hecho una actitud adoptada por los individuos para expresar desafío a la autoridad, en un permanente estado de rebelión privada (2013, p. 27). Para que vean que estoy llevando esto a otros niveles de reflexión.

Aunque apenas voy en la introducción de este fantabuloso libro sobre una de las imágenes que adoro mucho muchísimo desde que soy pequeña (la Hello Kitty y en sí todo lo de Sanrio), estoy comenzando resaltar las cosas que más llaman mi atención como el hecho de que este dibujo, que consiste en trazos muy simples como dos óvalos verticales como ojos, uno horizontal como boca-nariz, orejitas, moño y bigotes nada más, corresponde a una estética que los japoneses denominan como mukokuseki, es decir, sin nacionalidad. O sea que alguien de India, de Brasil, de Estados Unidos, de Francia o de México puede (mejor dicho,  podemos) sentir un cierto tipo de identificación porque se trata de formas universales ordenadas de manera simple, por llamarlo de alguna manera. Entonces, regresando al tema, estoy comprendiendo por qué siempre me han hecho click ilustraciones como las de la marca Fulanitos, por ejemplo: imágenes cool cute con las cuáles me identifico por su ternura e inocencia.


Increíble decir cuántas playeras tuve de los Fulanitos como tú :)

Así, mi nuevo hobbie consiste en descubrir y seguir a personas que no tan sólo dibujan bajo este tipo de estética, sino que además están viviendo de ello. Mi niña interna arde en furia porque su sueño dorado pudo en algún momento ser lucrativo, pero me temo que estudié y crecí en la época equivocada para ello. Aún así celebro con locura que hoy en día puedo inspirarme desde mi hogar gracias al trabajo de muchas personas, mujeres sobre todo, que comparten su pasión desde muchas formas posibles, sin importar el idioma o desde qué punto geográfico lo hagan.

Entre los primeros que empecé a seguir fueron Pascal Campion, Rubyetc, Reno Carrillo y Caca de Oruga, estos dos últimos son mexicanos. Después encontré a Cat Plus y supe que no había en el mundo nada más lindo que sus dibujos, trazos tan sencillos y a la vez tan lindos que ilustran momentos, actitudes, sentimientos. Pero estaba en el error, porque entonces llegaron a mis ojos los trabajos de Sask y Kirakiradoodles y nada, créanmelo, NADA, ha vuelto a ser igual. Les juro que sigo a más pero estos que he nombrado son los más representativos para mí.

(Denle click a cada uno de los nombres para conocer su obra)

Sask explica cómo aprender a dibujar una rosa.
CatPlusMouse me tiene cautiva siguiendo el día a día de su embarazo.

A KiraKira también la pueden seguir en Youtube

Si van entrando a los sitios de cada uno de los nombrados, y con los ejemplos expuestos aquí irán entendiendo mi punto.

Sin embargo debo dar una mención especial a Charuca, una chica española que después de mucho trabajo ha logrado hacer de su pasión un estilo de vida que los demás podemos disfrutar. Ella tiene una tienda online donde los protagonistas son sus ilustraciones que decoran lo mismo almohadas, ropa de cama, libretas, organizadores, tazas y demás chucherías. Lo especial con ella, o quizá lo que me ha hecho esta conexión desde hace algunos meses que la encontré por Instagram, es que además de todo es una emprendedora que decidió vivir de lo que ama hacer en medio de un contexto económico, político y social complicado en el que España está saliendo a flote de una crisis como la que México conoce tan bien.

Instagram de Charuca.


¿Y por qué me hace click?
a) Porque la estética de sus dibujos corresponde a esta corriente en la que desde ya me incluyo, lo Cool Cute, que va desde el trazo hasta los colores.
b) Porque todo lo que hace lo comparte desde el amor, frecuencia en la que transito desde hace algunos años ya.
c) Porque yo también estoy aprendiéndole a esto del emprendurismo (no precisamente cobrando por mis dibujos), pero mis planes me están llevando a montar en poco tiempo mi tiendita online a la que le tengo una increíble e impresionante fe, como la que ella transmite.

Además de todo, Charuca comparte desde su blog y de manera generosa sus experiencias al respecto y muchos de sus tips para poder destacar en la inmensidad del cibermundo, el único gran escaparate en el que el comercio digital te permite transitar. Síganla, les juro que no se van a arrepentir.

Y entonces resulta que como mucho de lo que estoy haciendo en este aparente tiempo de mi niniedad (pareciera que ni estudio ni trabajo, sino todo lo contrario), el hecho de pasar horas y horas frente a mis dispositivos no puede entenderse como una pérdida de tiempo, al contrario, puedo decir que estoy llenándome de inspiración para mi vida futura pero sobre todo, recuperando una de mis más lejanas pasiones a la que, ñoñamente, estoy encontrándole un sentido y explicación racional. Entonces tomo mi lapicito y mi tablet, y con las grandiosas aplicaciones disponibles hoy en día le he dado permiso a mi imaginación amoldada a lo cool cute, para que vaya saliendo poco a poco del rincón al que fue confinada. Y aunque parezcan trazos de niña pequeña, me ilusiona en el alma volver a tener esta sensación de antaño, esa que da cuando terminas un dibujo que hiciste sin que nada más pasara por tu cabeza que no fueran los colores combinados o qué otros elementos pondrás.

Las rebeliones privadas no tienen por qué ser todas iguales: no todos tenemos la misma capacidad de indignación, de protesta o de enojo ante la realidad cotidiana. Algunos nos manifestamos de forma diferente, viendo telenovelas (y/o estudiándolas, como es mi caso) o haciendo dibujitos sin patria que logren la identificación de un gran colectivo. Y eso, entre muchas otras cosas, es lo que me está inspirando tremendamente para salir de esta sensación de desencanto en la que muchos de nosotros, particularmente los mexicanos, estamos enfrascados. Mi rebelión HelloKitty, mi rebelión de trazos y objetos felices. Esta soy yo.



viernes, 3 de julio de 2015

"Contaminado, creo que me voy a morir, ¡oh no!"

"Es que eso no se hace, yo ya lo sé, 
tú tiras la basura, ya me enteré, 
colilla de cigarro, lo averigüé, 
la lata de cerveza, ya me enteré, 
es que eso no se hace, yo ya lo sé..." 
Contaminado, Ritmo Peligroso (versión en vivo) 

Muchas cosas se han dicho hasta el momento sobre el tristemente famoso Reglamento de Tránsito del Estado de Veracruz, y en este portal podemos encontrar muchos y muy diversos puntos de vista al respecto. Sin embargo hay uno en particular que me gustaría rescatar, nomás porque estoy segura de que no todo en esta vida debe ser tan negativo como parece.

Para ilustrar mi punto comenzaré contando una anécdota que quizá para muchos resultará familiar: Cierto día, cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, jugábamos graciosas y felices en la parte de atrás de nuestro carro familiar en uno de aquellos largos viajes, cuando de pronto mi hermana decidió que algo que sostenía en la mano tenía cara de basura y tuvo a bien arrojarlo por la ventana con el auto en movimiento. Mi papá, quién venía manejando y se percató de la acción, en ese instante (con toda precaución) frenó el carro, se echó de reversa, y muy una manera mucho más severa que amable le pidió a mi hermana que recogiera su basura y la guardara hasta que pudiera depositarla en un bote, porque la calle no es ningún basurero. Estas palabras bastaron para que todo mi sistema de valores comprendiera que esa fea acción no era positiva; en ese entonces fue nomás porque mi papá lo decía, aunque poco a poco mi entendimiento al respecto se fue ampliando cada vez más hasta dimensionar el porqué de la severidad de mi progenitor.

Tirar la basura en la calle, en el pasto, en la vía pública, no es un simple acto de pésima educación sino un egoísmo mal entendido. A la gente se le hace muy fácil decir “no tengo dónde depositar este papelito lleno de mocos, no pasa nada si lo tiro por ahí”; o “este chicle ya no tiene sabor, y como se pega en todas partes, prefiero que no ensucie mi carro”, o yo que sé, Me cuesta trabajo ponerme en la mente de quienes comenten semejantes atrocidades porque eso sí que es un punto débil para mí, y cada vez que como peatón o automovilista veo algo así se me saltan las venas del coraje y me dan ganas de gritar y vociferar como una loca. De hecho me acaba de suceder esta semana: un amabilísimo taxista tuvo a bien orillarse para que su pasajero pudiera suavemente depositar su basura en la acera y no en el asfalto. ¡No bueno, qué detallazo! Yo venía atrás y comencé a tocar el claxon, aunque por supuesto el respetable conductor no haya tenido ni la menor idea del porqué de mi rabieta interna.

Escudados en el “no pasa nada”, “si todos lo hacen, ¿por qué yo no?”, “prefiero que contamine otro lado que no sea mi casa/coche/espacio personal”, la gente no hace conciencia que esto que apartemente es un acto que trae consigo un beneficio personal (tener “limpio” su entorno), afecta en muchos otros niveles a los suyos, a los vecinos, y a todos en general. ¿Por qué? Por que el fantabuloso viaje que emprende un papelito tirado inocentemente y no cuenta con la suerte de que los elementos de Limpia Pública o alguna otra persona amable lo barra y arroje a donde pertenece, se vuelve una experiencia colectiva de muchos otros papelitos, bolsitas, botellas, chicles y muchos otros objetos tirados de la misma inocente manera, que comienza cuando una fuerte lluvia o un amenazante viento los hace volar y viajar hacia lugares insospechados, buscando siempre un puerto en donde parar. Y el puerto es en forma de alcantarillas casi siempre, en donde todos se amontonan tratando de sobrevivir a semejante movedera y así, juntos, juntos, y cada vez más juntos, salvan su vida… pero afectan la de los seres humanos, quienes cada vez más padecen de encharcamientos e inundaciones, eso sólo por mencionar algunos ejemplos citadinos, no hay que olvidar playas, bosques y otros lugares más. ¿Y acaso no es muy frustrante que eso suceda? ¿Acaso no son cada vez más las imágenes que vemos de autos que quedan en medio de calles inundadas, o casas a donde el agua llega a tapar hasta un metro de altura? Pero sigamos tirando basura, total, el espacio personal limpio es lo que cuenta.

Vuelvo al asunto del enemigo público número uno de Veracruz en estos días: el Reglamento de Tránsito. El artículo 150 dice así: “Se prohíbe a los conductores y pasajeros arrojar basura y objetos a la vía pública, desde cualquier vehículo estacionado o en movimiento. De igual forma a los peatones tirar basura en la vía pública, en lugares no autorizados para tal efecto”, y algunas cosas más. El siguiente dice: “Todos los vehículos deberán contar con un depósito para la basura, a fin que la misma sea arrojada a la vía pública por sus ocupantes, la basura deberá conservarse en el interior del vehículo hasta en tanto los ocupantes, propietarios o poseedores de la misma llegan a su destino y la depositan en el recipiente correspondiente” (pp. 68-69). Ante el alboroto que han causado las exorbitantes multas y algunos artículos bastante jalados de los pelos, este par de joyas particularmente me hicieron saltar de mi silla y aplaudir con emoción. No, no creo que sea la primera sanción que se pretende imponer al respecto, pero ahora que me he dado a la tarea de leer con un poco de mayor atención y conocer las leyes que nos rigen, celebro gustosa el saber que si una autoridad aplica de manera correcta este reglamento y que si cachan a todos esos amables taxistas o gente puerca que solo tira sin conciencia, el chistecito les puede salir cuando menos en 30 salarios mínimos, es decir, en 2,048 pesos. 

Por supuesto que aquí de entre todas las cosas cuestionables, está el hecho de saber si los encargados de aplicar este reglamento lo harán con un amplio criterio y de manera puntual. Me descorazona un poco imaginar que los agentes de tránsito serán insuficientes para multar a todos y cada uno de los individuos que impunemente tiran basura a la calle, y sobre todo que nada me asegura que estos agentes también lo hagan. Desearía que en el mundo existiera más gente que, como mi papá, regañe a sus hijos cuando tengan la osadía de arrojar porquerías desde sus autos, pero la triste realidad es que muchos de quienes hoy son padres fueron educados sin ese tipo de valores, situación que hace mucho más compleja la conciencia de sus actos y los que transmiten desde el ejemplo.

Esta preocupación, independientemente de las modas, es genuina. La más reciente encíclica del Papa Francisco I, titulada “Sobre el cuidado de la casa común” deja clarísima su postura e incluye la de otros líderes religiosos al respecto. Algo así como “Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva” (p. 13). Ya aunque sea háganlo por el amor de Dios, si es que son creyentes.

Aunque hay mucho que criticar, yo celebro las posibles infracciones a toda la gente sin valores ni educación al respecto que anda suelta en nuestras calles. Y si no queremos pagar, entonces busquemos opciones para tirar nuestros desechos en donde se debe, aunque cueste un poco de trabajito. ¿Es tan difícil?

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Publicado en: xalapo.com