jueves, 14 de agosto de 2008

Silvia Navarro y los rehiletes



Hace algún tiempo leía, como suelo hacerlo en la rutina obligada de todos los días a la que nos aferramos los Tauro, la sección de Espectáculos en varios diarios online. Hablaban de Silvia Navarro, estrella que se formó en las filas de TvAzteca y que hoy se encuentra laborando en una producción de Televisa. Los periodistas mordaces y sagaces (la palabra sagaz me cae tan de variedad) insistían en que la nota importante era que la ex estrella del Ajusco se dejó deslumbrar ante los encantadores de serpientes que le prometieron mejores prestaciones, gran salario y proyección internacional. Su nota era, veladamente, la traición de la actriz ante la casa que la formó y la hizo ser quién es hoy. Parecía que la opinión de Silvia era lo menos importante, o al menos así lo sentí.

Leyendo sus declaraciones me imaginé a la mujer, pequeñita, en medio de la vorágine de reporteros y microfonazos defendiendo en un grito ahogado que esto se debía únicamente a una decisión personal, a una necesidad de mejorar, de ir para adelante; sin embargo pesan más los nombres de las empresas, los signos de pesos y todo lo que implica un movimiento de ésta índole. 

Los motivos que orillan a una persona a tomar decisiones inesperadas son infinitas; si bien éstas (sobre todo en el caso de los famosos) son cuestionadas, enjuiciadas y jamás logran complacer a nadie, se deben de reunir muchos factores para que el interesado, quien toma tal osado camino, se convenza de que la jugada que ha hecho es algo bueno. 

Imagino a Silvia Navarro mientras hace su telenovela en Televisa junto con Lucero: puede suceder que al final de la grabación, al final de su trabajo, mire estos periódicos que tanto la interrogaron y se pregunte, con un dejo de tristeza: ¿Qué hice? ¿Por qué me fui de dónde estaba? 

Por que si bien los cambios, para bien o para mal siempre nos dejan grandes lecciones, son un arriesgue completo: podemos volvernos locos de felicidad y aplaudir de por vida a esa vocesita interna que nos impulsó a dar el brinco, o bien, podemos desear jamás haber sucumbido ante sus incidiosos comentarios. 

En alguna ocasión escuché que lo único estable y seguro que tenemos en la vida son los cambios. Es inevitable: todo en nuestra existencia es movimiento, es cambio, giramos como rehiletes en temporada de huracanes. Seguro que la misma Silvia Navarro lo sabe: los factores que la llevaron desde el principio a TvAzteca se debieron, seguro, a una serie de cambios que la hicieron brillar como nunca en las pantallas de la entonces recién estrenada barra telenovelera. Ahora, tras el cambio y ante la envidia de las otras actrices de Televisa que murmuran por los pasillos que ganarán menos que ella, sólo los astros, el contexto y su propia convicción lograrán convencerla de que cambiar "de camiseta" fue un acierto más, un cambio inevitable de la vida 

¿Que tan válido es arrepentirse de las decisiones que uno toma? ¿Que tan válido sería si al final del día Silvia Navarro reconociera ante la prensa que todo aquello en lo que depositó sus sueños de crecimiento y desarrollo simplemente fue un grave error en su camino y nada más? Quizá la quemarían en leña verde, sobre todo porque tendrían con qué evidenciar que en sus declaraciones ella afirmaba que ya no se sentía a gusto en su anterior empresa. 

Se puede pensar que esto depende de cómo se tome la vida, y que es sencillo: te caes y vuelves a caminar. Pero cuando se trata de hacer lo que te gusta y sentirte cómodo con ello, cuando se trata de luchar por realizarte profesionalmente las cosas duelen, mucho. No es una obligación que los cambios te gusten, y no merece ninguna pena capital tratar de enmendar eso que nos coarta la estabilidad y la felicidad. 

Ni modo mi Silvia, ojalá nunca tengas que arrepentirte de este paso... pensé yo mientras cambiaba de link en la hoja electrónica y mi dicertación giraba completamente entorno al estado mental de Cristian Castro y sus mujeres asesinas.