jueves, 12 de agosto de 2010

Mini, micro PYME

Ayer arranqué oficialmente mi vida como Mini, micro PYME. Esto me tiene nerviosa, emocionada, decidida, curiosa, espectante... Un cocktelito de emociones nunca antes experimentadas. De pronto hasta recuerdo mis terribles clases de Publicidad con el siempre recordado maestro Bretón... Ja!!! ¡y yo que creí que jamás de los jamaces iba a emplear estrategia alguna con ánimos mercantiles y propagandísticos!

Aludiré a otro término universitario harto frecuente en la maestra Deyanira, y los pondré "en contexto":

Mi familia nuclear, famosa por su jocosidad y algunos episodios chuscos cotidianos, reúne muchas características importantes, pero entre esa lista el rubro de las ventas es nulo, prohibído, inexistente. Mi madre suele decir: "yo no le vendo ni mi alma al diablo". Existe entre los míos ese terrible mito de que para vender se debió haber nacido programado genéticamente para saber ofrecer y recibir dinero por algún producto o servicio determinado. O sea, el vendedor se nace, no se hace, y nosotros nomás no venimos a este mundo a desempeñar el arte del trueque e intercambio.

Así las cosas, mi única experiencia en el sector del menudeo la obtuve de muy pequeña cuando jugaba con mi hermana a la tiendita antes de ver la película del fin de semana que rentábamos en Videcentro. Poniámos el changarro, acomodábamos los dulces, y simbólicamente mis padres los compraban para degustar durante la función, y por supuesto, nos los daban todos a nosotras. ¡Valiente negocio!

Sin embargo un buen día comencé a mirar más allá del horizonte nuclear, y descubrí que la mayor parte de mis tías, primas y gente cercana, han incursionado en el ámbito mercantil sin mayores miedos ni temores. Ellas venden desde manualidades, comida, ropa, chácharas, perfumes, cobijas, cosméticos y un largo etcétera. Algunas de ellas lo hacen como apoyo económico, otras, por la cruda necesidad. Otras como mi prima la Kika, han hecho de esto su estilo de vida, a pesar de ser personas tímidas o inseguras. No es por presumir, pero su caso de éxito es bárbaro, ha ascendido increíblemente en una firma de cosméticos y ahora tiene carro, viaja muchas veces al año, y sobre todo, ha enseñado a sus hijos a estudiar pero también a valerse por sí mismos para salir adelante en la vida. Un ejemplo no solo maravilloso, sino inspirador.

Animada por Kika y por todas las demás, decidí demostrarle a mi amada familia nuclear que cuando se quiere, se puede, y que no solo la necesidad es la que te obliga a aprender esta otra forma de ganarse la vida. Desde hace casi un año he hecho mis propios intentos, aunque me ha quedado claro que las ventas tienen su chiste, requieren su tiempo e implican que uno cambie su forma de ver las cosas. Se requiere seguridad, decisión, fortaleza, templanza. Las cosas no se venden solitas, hay que platicar con la gente, promover lo que vendes, conocer lo que ofreces... Hay que ser social y aprender a que te digan "no muchas gracias". Hay que tener la autoestima elevada cuando te dicen "Este producto es terrible!" y no bajar el ánimo. Definitivamente el perfil del vendedor es bárbaro, pero no hay nada que no se pueda.

Entre tantos cambios, entre tantas experiencias, este verano he tomado la firme decisión de tomarme más enserio esto de las ventas y hacerlo más en forma. Si bien en diciembre pasado vendí algunos edredones (tan chafa resulté que hasta llevaba más las cuentas y cobraba menos... mi primera clientita tuvo que rectificar mis errores!), ahora estoy más comprometida con la causa de las dos empresas que ahora represento (¡achingao!). Irme de vacaciones a Guadalajara para escuchar a Jorge Vergara y los testimonios de sus empresarios (la señora que vendía pollos en el mercado y ahora recibe un cheque quincenal de 12 mil pesos me dejó mucho a la reflexión); y los productos ecológicos que sin duda podrán contribuir un poquito con el desgastado medio ambiente, me tienen animada como niña en piñata a punto de quedarse con todos los dulces.

Esta semana mandé correos ofreciendo los ecológicos, pero también invertí mis primeros pesitos destinados a la venta de los famosos suplementos alimenticios que ahora patrocinan el Estadio de las Chivas. Anoche soñé que vendía todo lo que compré... ¿Será acaso una señal?

Lo cierto es que Bretón se manifiesta en estos momentos que termino de elaborar mi plan de trípticos para llevarlos a los centros de recicle, y cuando cotizo mis paquetes de galletas termogénicas con té o café para ofrecerlos en las oficinas. Estoy que ni yo me la creo.

Ha comenzado oficialmente mi era de Mini, micro PYME, y sí, mis comienzos son parecidos a los de la tiendita de los dulces, pues mis padres me siguen comprando para hacerme el gasto (Gracias por ello!). Tal vez no me haga rica con esto, pero eso sí, nadie me dirá jamás que los vendedores nacen y no se hacen... ¡A las pruebas me remitiré!

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(Para los interesados en contribuir con mis ánimos de PYME, estas son las marcas que ahora distribuyo:

www.oriba.com.mx

www.omnilife.com)