martes, 20 de julio de 2010

Nostalgia...

Cuando el ocio no deja nada más por hacer que hurgar entre los empolvados recuerdos, le doy gracias al dios supremo de la tecnología porque desde que las bitácoras personales fueron creadas, las memorias absurdas, anécdotas bochornosas o episodios singulares de la existencia pueden plasmarse en este virtual medio, con la facilidad de leerlos y releerlos en cualquier lugar donde exista una conexión a internet.

Así pues, haciendo como que hago en mi templo laboral (bueno, bueno, digamos que en un momento de esparcimiento y distracción, no vaya a ser que esto llegue a la vista de mi jefa), abrí algunas viejas Policromías y debo confesar que sentí una gran nostalgia, seguido de una risa histérica -medio abochornada también- en ciertas columnas por las cosas tan terribles que me atreví a decir y confesar al respetable público fan y seguidor. Como dirían en mi telenovela "El Clon", seguramente "arderé en el marmol del infierno" por haberme osado a despepitar tanta semejante tarugada. Después de la vergüenza, me regresó la añoranza por un ejercicio de escritura que tantas satisfacciones me brindó durante más de 4 años... Cómo me gustaría retomarlo de nuevo...

Mis Policromías incluían todos los elementos de lo que entonces era parte de mi vida cotidiana y que ahora se han modificado sustancialmente: mi cuarto de paredes moradas, que ahora ha sido cambiado por una casa merodeada por gatos; mis dos amados perritos, que ahora suman tres, contando a la intrépida Tokotina; el amor de mis amores, que ahora ya no lo es más; mi pequeña y recién nacida sobrinita Gaby, que ahora es una niñita de 4 años feliz de tener una hermosa hermanita; mi trabajo en cierto canal de televisión que en este momento está en pausa, pues hoy en día participo como elemento activo de la burocracia Universitaria... En fin. Esta historia ha tomado giros insospechados... ¡además de que ahora voy al gimnasio todos los días, y realmente me encanta la idea!

Últimamente he caído en los lugares comunes de explicarle al respetable y aún fiel público policrómico lo que ha pasado en tantos meses de ausencia, pero me doy cuenta que resulta más divertido narrarles eventos específicos antes que contar todo mi aburrido flash back. Es por eso que, me propongo ante ustedes, retomar esta bonita costumbre y hacer memoria de toooooodas esas anécdotas dignas de una columna (ahora de un post) que durante más de un año he tenido oportunidad de vivir. ¡Madre Santa, y son tantas! Debo hablarles de Daniela y Tokotina, de las elecciones y telenovelas, de mis compañeros felices de trabajo, de mis martes de zumba entre tanta vieja gorda (la que escribe incluída, por supuesto), mis incursiones en el ancho mundo de la venta, ¡del premio que gané el día del maestro del año pasado! Uffff!!!! Demasiado por contar, demasiado por vivir.

Sé que esta Nostalgia pintada de colores no es una casualidad. Tal vez estoy en el momento justo para volver a reirme de las cosas, para reflexionarlas y compartirlas con amigos, familiares, conocidos y desconocidos. Ahora me encantaría saber si para ustedes también significa algo que las Policromías no dejen de existir. ¿Me lo contarían?

¡Espero sus respuestas!

jueves, 1 de julio de 2010

Lo normal...

Son muchos los días que lleva rondándome por la cabeza una difícil pregunta: ¿Qué significa ser normal? Derivada de esta interrogante me surgen muchísimas otras más: ¿Acaso yo soy normal? ¿Acaso alguna vez lo he sido? ¿Cuál es la necesidad de ser "normal" en este mundo? ¿Es importante serlo o considerarse así? ¿A quién diablos le importa si lo eres o no?

Miro, por ejemplo, el caso de Raymond Domenech, ex entrenador de la selección de fútbol francesa. Según el mundo entero, ése hombre no puede ser normal. Nadie que para realizar su trabajo le pide consejos a los astros antes que a su instinto táctico, puede encajar en ese concepto que de inmediato me remite a esos libros de ortografía que mi hermana (sospecho) aprendió de memoria en su tierna infancia, llamados así, NORMA. Por lo tanto y si la lógica no me falla, normal es un derivado de norma, y norma es, según la RAE, toda "regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades, etc." Así pues, lo normal es aquello que debe apegarse a las normas, a las reglas que la sociedad ha impuesto incluso (y creo que antes que nada) para regir el comportamiento.

Entonces si una persona consulta a los astros para realizar su trabajo, es anormal. ¿Y entonces como para qué querrían a los magos los grandes Reyes de la antigüedad, me pregunto yo? ¿Y entonces cómo explicar que para nuestros ancestros el juego de pelota era, antes que nada, un culto religioso que ofrendaban a sus dioses? Si ellos vivieran en este siglo, estarían en completo desacuerdo con el concepto de "anormal" para este francés ahora tan archiodiado en su país.

Todo esto me ha rondado por la mente por muchas razones. Hace un año, casi exactamente, empaqué mis maletas y emprendí la increíble aventura de vivir en solitario. Para mi, y según mi entorno, aquello no era más que un acto necesario de espacio y aprendizaje, sin embargo para la familia el asunto pasó a ser una preocupación alarmante: ¿Cómo, no sale de su casa por un matrimonio? ¿Acaso se peleó de muerte con sus padres? "¡Eso no puede ser normal!" Y la sorpresa es que, dentro del gran CAOS que ha representado este año en mi vida, según mis propios cánones y estándares nunca me había sentido más normal que como estoy el día de hoy.

¿Y cómo sé que soy más normal que antes? Porque me divierto más. Porque he aprendido a disfrutar de mi vida así, tal cuál es. Ser feliz es mi único estándar para saberlo. Cuando mi querida amiga Tamarindo afirma que desea ser normal de nuevo y dejar atrás sus poco conocidos problemas de salud, yo solo intuyo que lo que quiere en realidad es volver a ser feliz. Tampoco quiero decir con esto que el sentirse triste o deprimida no sea "normal"... ¡al contrario! Después de dejar atrás poco a poco el vivir meses de inestabilidad laboral, emocional y sentimental, comprendo que era necesario pasar por todo ello para encontrar el poder que hoy tengo de moverme a mi ritmo, a mi estilo, sin ninguna norma que limite mi ser (al menos, no con alguna con la cuál no esté de acuerdo).

Retomar esa maravillosa costumbre de acudir a terapia una vez por semana también ha formado esta nueva "normalidad" que ahora presumo. Mi doctora ha tenido una increíble capacidad para combinar en cada sesión el delicioso momento del chisme con el impactante trabajo con mi interior. Nunca pensé que, incluso, mi rigidez para el baile tuviera que ver con todos aquellos conceptos erróneos sobre los límites, y que yo transporté sagazmente a mi propio cuerpo y organismo. Qué poder tienen ciertos conceptos en la mente humana, qué poder ejercen esas absurdas necesidades sociales que "determinan" que, para encajar correctamente, debemos ser parte de un estándar que no todo el mundo puede cumplir. Me tardé 31 años de mi vida en descubrir que yo tenía el poder de no ser parte de eso.

¿Entonces ser "normal" no es bueno? Tampoco creo eso. Solo pienso que la gente que se sale del concepto es la gente valiente, la gente que se queda ahí simplemente está muy cómoda y eso, supongo, tampoco debe ser algo malo.

Es irónico que llevo párrafos completos hablando de mis rebeldías y tenga el valor de confesar, abiertamente, que llevo un mes formidable de experimentación en la cocina. ¡Wow! Me resulta increíble poder crear con mis propias manos, los antojos casuales que de pronto me asaltan. En nuestra sociedad, lo "normal" es que las mujeres sepan cocinar. En mi propia normalidad, cocinar es un reto tan postergado que el haber perdido el miedo de experimentar con ingredientes y sabores cual pociones de magia es un deleite nunca antes sentido (¡aún si los inventos resultan asquerosos!). Eso me acerca más a mi propia "normalidad"... vaya, hasta mi corazón ha comprendido que esas ridículas reglas a las cuáles estuvo tantos años apegado pueden relajarse, y, al salirse de lo común, ha podido latir mejor y más fuerte.

Asunto subjetivo, reflexión filosófica, duda absurda, conceptos erróneos o quizá vil cantinfleo... No lo sé. Si para ustedes, queridos lectores, esta interrogante los lleva a sus propias conclusiones, entonces esta loca policromía habrá valido un poco más la pena, porque, por sí sola, su sentido más importante es el poder ocupar un espacio en el mundo para expresarme, para volver a esa hermosa costumbre de redactar mis vagos pensamientos y compartirlos con propios y extraños... Queridos lectores, sea cual sea su postura, disfruten su propia normalidad... ¡es lo único que nos queda!