miércoles, 3 de noviembre de 2004

Inteligencias múltiples

Hace algunos días tuve la oportunidad de sentarme y platicar por horas enteras con mi amiga la Sailor, tal como solíamos hacer en nuestros pubertos años de filosofías y reflexiones sobre la vida, el amor y la justicia. Compañeras de flota y aliadas en la defensa del papel de la mujer ante la sociedad de nuestros días, las extensas charlas sostenidas con la Sailor terminan siempre con nuevos conocimientos y muchas lecciones de vida.

La misión que el destino le encomendó no es empresa fácil: lidiar con sus infantes educandos día con día es, a mi juicio, una de esas sentencias optativas que deberían implantar para los criminales y matones más perseguidos del mundo. Sin embargo ella abraza su vocación de forma admirable, dándole a esos kindergarezcos personajitos amor, cuidados y su granito de educación que los irá formando con el paso de los años. Contestando a mi asombrada interrogante sobre cómo trabajar con tanto nene, la Sailor me habló de las inteligencias múltiples, es decir, la denominación que se le da al las capacidades que tiene todo ser humano y las cuáles son identificadas por las gentiles educadoras para así poder “explotar” lo mejor de cada uno. Dicho en otras palabras, aquello es una especie de examen vocacional para saber si se es bueno para el deporte, para el arte, para las ciencias o para la vida social y trabajar sobre ello.

Aquel detalle me quedó muy grabado, sobre todo cuando por azares de la vida uno tiene que hacerla de bateador emergente y las inteligencias múltiples son puestas a prueba. Kittotta es, como todo vago esbozo de artista incomprendida, una persona que gracias a horas de terapia y mucho instinto de autosuperación, un claro ejemplo de amor hacia uno mismo. Kittotta ha aprendido cosas y tiene arranques de Mujer Maravilla versión 2004. La vida profesional sonríe y Kittotta casi siempre supera cada prueba que se pone en su camino. Aun a pesar de ir contra las filosofías que como buena Sailor están casi prohibidas, Kittotta sabe barrer, trapear, lavar y jura que hasta puede pegar botones al ritmo de Bronco a todo volumen. Sin embargo, siempre se tienen debilidades, y las inteligencias múltiples de Kittotta no están exentas de ciertas negaciones… Esta semana, cuando mi señora madre tuvo que ir en auxilio de los necesitados a muchos kilómetros de aquí, me cedió la estafeta real para mantener el hogar firme y de pie, como si nunca se hubiera ido. Esta misión no es sólo el librar a los muebles del polvo o surtir papel higiénico en el baño, también implica proveer de alimentos al jefe de la familia, condición ajena a mis principios feministas, pero irremediablemente necesaria.

Debo decir que a estas alturas mi sentimiento de frustración es más grande que el Océano Pacífico. Huevos revueltos que debieron ser estrellados, cosas frías, agua con demasiada azúcar, desastres culinarios de toda índole, trastes sucios y quemados… mi pobre padre merece algo más que la matutina resignación que lo hace pedir “lo que te salga”… Kittotta podrá sentirse la Robotina de la limpieza, cantar como un ángel, ser la policía de la moda y la más amorosa amiga, novia e hija del mundo… pero esta moderna Wonder Woman debe conformarse con salvar a la humanidad sin saber calentar ni un sandwichito, resultado de una de tantas inteligencias limitadas, (o inexistentes) de las que tiene conciencia….