jueves, 5 de noviembre de 2015

¿Me hacen un lugarcito?

Hoy estoy escribiendo este reflexivo texto desde un lugar en el que, seguramente, pasé muchas más horas que en todos los otros sitios en los que he estado en mi vida: mi cuarto en la casa de mis padres, que hoy funge más como bodega de cajas y de recuerdos que otra cosa. Estoy aquí, sentada frente a la cama, con los pies en la posición más cómoda que encontraba cuando me sentaba en esta silla a estudiar, a escribir o simplemente a papalotear, mirando esas paredes moradas que durante más de 15 años guardaron todos los secretos de mi vida: mis alegrías, mis tristezas, los cigarros fumados a escondidas. Hoy el panorama de esta habitación es, cómo decirlo... raro. Ahora los sueños se han guardado en cajas colocadas por todas partes. Ahora la cama tiene sobre ella cosas, chunches y alguna que otra porquería que en algún momento deberé revisar a conciencia. Hoy el librero en el que lo mismo convivía Milan Kundera junto con las revistas de Cantinflas Show, se ha convertido en un montón de estantes semi vacíos, con libros mal acomodados porque están esperando su turno para partir de aquí. De pronto sentí unas ganas terribles de volver a vivir aquí, como si nada, pero temo que eso ya es una misión casi imposible.

Hace algunos días me pasó esta misma sensación pero con la casa en la que viví casi 6 años, justo aquella a la que llegué al salir de esta habitación. Vi unas fotografías y me llené de melancolía, tanto que deseé con todas mis fuerzas volver a estar ahí una vez más, tanto que esa noche soñé que regresaba con cajas y perra a vivir de nueva cuenta en ese lugar. Lo curioso no fue eso sino lo que sucedió en el sueño: estando yo desempacando e instalándome, llegaba el casero, que en todos los años de vivir ahí siempre me trató increíblemente bien, gritando que qué tenía que hacer y que me fuera. Yo le insistía que según esto ya había platicado con él para anunciarle mi regreso, pero no, seguía diciendo que yo ya no tenía nada que hacer ahí, así que llegaba con las dos personas que están a su servicio quienes, amablemente, sacaban mis cajas y a mi perra fuera de la casa, mientras yo me veía con toda mi rabia y tristeza gritando que me dejara estar ahí. No es que me sienta Freud pero temo que ese sueño fue cortesía de mi inconsciente que encuentra las más creativas maneras para hacerme entender que mi vida pasada es eso, PASADA, y que los lugares en los que estuve se fueron por algo, porque ya no quepo, porque quizá mis sueños y mis alas son más grandes que esos espacios juntos.

Así que ni aquí, ni allá. Mi pequeño penthouse de la azotea (hice del cuarto de servicio mi cuarto por razones de libertad e independencia, y se volvió entre la familia uno de los sitios más cotizados cuando venían de visita), y mi casita de Pitufos, son parte de mis recuerdos más amados y temo que algo me dice que mi lugar es otro, aunque en este momento no sepa ni dónde está ni cuál es.

Por el momento vivo en otro espacio de casa de mis papás, un lugar confortable, pequeño, adecuado para mis necesidades, pero en el que estoy de manera temporal mientras la vida me define a dónde me llevará. Quizá es por esa razón que no lo siento tan mío, que no he hecho de eso mi hogar... es sólo un lugar y nada más. ¿En dónde cabré? ¿En dónde volveré de nuevo a sentirme como en casa? ¿Me hacen un lugarcito, por mientras, en lo que me entero a dónde me llevarán mis sueños y mis alas?