martes, 18 de marzo de 2014

Comida issues

Siempre había sido una niña muy delgada, una varita de nardo, pero ciertamente en aquellos momentos de mi tierna y joven vida no comía saludablemente. Espulgaba todo y comía poquitito, nunca he sabido bien a bien la razón. Pero después tuve un serio problema hormonal y me inflé como un pez globo enojado (¿se inflan por enojo? Bueno, mi abultada panza sí me lo daba) y me costó muchísimo bajarla. La bajé, luego la subí otro poco y ahora me mantengo entrecomilladamente "estable". La pregunta es ¿por qué sigue sin gustarme lo que veo en el espejo?

Aunque he embarnecido la ropa de hace muchos años me sigue quedando; ya no soy la talla 5 a la que volví cuando tuve ese tremendo bajón pero mi talla 7 se mantiene de pie como un árbol. Tomo muchísima agua, trato de hacer ejercicio de vez en cuando, me repito a mí misma que debo comer mis colaciones (la bariatra me super juró que ese era el secreto para no volver a engordar), tomo poco refresco, y sí, como mucha chuchería como chicharrones, palomitas (caseras, pero al fin palomitas), y de pronto el pan me mata. Pero aún así no alcanzo a dimensionar hasta qué punto mis broncas frente al espejo pueden más que yo, mis lonjas, mis cachetes. No me perdono subir de peso, aunque tenga justificaciones mil para explicarme a mí misma el por qué de pronto me veo más rechonchita. 

Soy fiel a mis siempre tan pitorreados hábitos matutinos (mis amigas se ríen tanto de mi): agua tibia con limón en ayunas, un diente de ajo con leche, jugo verde y té. Tomo poca azúcar (de hecho sólo la consumo si compro pan dulce), me hago mi sopita de verduras con poca grasa, estoy aprendiendo a comer despacio, disfrutando y haciendo conciencia de lo que me llevo a la boca, evito la báscula lo más que pueda, y pues... no sé qué más hacer. 

Acabo de ver el video de un programa llamado "De qué tiene hambre tu vida". Mi situación económica me impide tomar este curso, como también comprar programas como el de Hábitos o regresar con mi antigua bariatra, pero el simple hecho de escuchar tan tremendas cosas me horrorizó. Ese simple "¿Tu amas tu cuerpo?" me dejó en shock. 

Esto me llevó a preguntarme las razones por las que como, y por qué como lo que como. 

a) Porque me da hambre
b) Comer "saludable" no es una moda para mí. Ni lo light ni nada de eso, Desde que vivo sola descubrí que era el mejor camino para prevenir una buena salud, sobre todo cuando mi situación laboral no me permite tener seguridad social. 
c) Porque debo comer, le hace bien a mi organismo y a mis neuronas. Además lo pide el cuerpo.
d) Porque comer "saludable" es mucho más económico.

Ahora bien, ¿Qué actitud tomo ante la comida?
a) La disfruto, pero no tanto. Soy mala para cocinar, por lo que cuando puedo comer algo que es preparado por otras manos me aloco bastante. 
b) Como muy rápido. Lo mismo hago con lo que bebo, sea agua, café, vino o cerveza. Todo lo hago muy rápido, como si compitiera con alguien o algo parecido.
c) Porciones. A veces llego con mucha hambre y como mucho, olvidando el consejo de mi bariatra de comer con la medida de mi puño. 

Y por último, ¿qué me produce la comida?
a) Sensación de saciedad
b) Gratitud por tener alimento, sea cual sea
c) Gusto (cuando no cocino yo)
d) Conformidad (cuando lo cocino yo)
e) Remordimiento, cuando trago sin freno -literalmente- o cuando como cosas calóricas en exceso. 

No soy de las personas que guste de gastar dinero en comida. No soy turista de restaurantes, siempre suelo pedir las mismas cosas en los pocos lugares a los que voy. Pocas veces ocupo a la comida como un pretexto social, porque difícilmente voy a comer o a cenar con mis amistades. En realidad el tema de la comida me confunde un poco, me molesta tocarlo porque siempre termino enojada. 

Veo The biggest loser y sé que no llego a esos extremos. Veo Kilo a kilo, Comelones y demás barra del Discovery Home and Healt y sé que no estoy así. Pero si no estoy así, ¿entonces cómo me veo, si cada vez que me asomo al espejo de cuerpo entero me encuentro más de 17 defectos diferentes respecto al peso, y cuando me dicen "te ves delgada" no le creo a nadie? 

En fin. Este exorcismo debe de funcionar en algún nivel. Entender y hacerme consciente de qué como, porqué y demás cosas espero pueda ayudarme a aceptar mis brazos gordos, mis lonjas desparramadas. Ojalá algún día pueda aceptar a la que veo en el espejo, sin sentir que tengo asuntos pendientes con ella, como ponerme a dieta o hacer arduo ejercicio. No sé. Qué difícil es esto... qué difícil. 

viernes, 7 de marzo de 2014

Un 7 de marzo...


Hace 24 años un avión aterrizó desde la ciudad de Oaxaca en tierras jarochas trayendo consigo a una familia envuelta en una maraña de sentimientos: la madre no podía ocultar su felicidad en ninguna parte; la hija mayor venía confundida, triste por todos los amigos que había dejado atrás; la abuelita esperaba conocer su nuevo hogar y la hija menor sólo quería ver de nuevo a su papá, quien había anticipado su llegada para buscar casa y recibir a su familia con todo su amor.



Las hijas tuvieron que adaptarse de pronto a su nueva vida: escuela, amigos, gente, costumbres. No hablaré por todos, pero la menor no podía entender cómo en su nueva ciudad los niños se veían más libres, decían groserías, llegaban y se iban solos de sus escuelas, y compraban su comida en el recreo. Pero lo más increíble: esas criaturas tomaban café. Tal vez era porque esa pequeña nena venía de una escuela privada y descubrir el ambiente de una pública fue tremendo, tal vez porque en su casa le habían enseñado otro tipo de cosas, tal vez porque su sentido de resistencia fue más fuerte y en vez de encontrar las similitudes se esmeró en buscar las diferencias. Pero esa nena que desde entonces creció en Xalapa, aferrada al cartero que traía noticias de sus amigos lejanos, que aprendió de groserías y algunas cosas más, sigue en resistencia permanente. No toma café, no gusta del Carnaval, ni de las celebraciones de la Candelaria, ni es fan de cantar la rama. Ama profundamente esta ciudad y a la gente que ahí ha conocido, y sin embargo jamás se ha asumido como xalapeña. Ondas suyas, déjenla ser.



Hace 24 años mi vida cambió radicalmente y, sinceramente, parece que fue ayer.


Última foto en Oaxaca, 1990 (y con la peor de las caras)