lunes, 14 de noviembre de 2016

¡Hola Katy!

Si le queremos encontrar un nombre pirata pirata a la tan famosísima y admirada gatita blanca japonesa, que ni es gatita ni es japonesa (según Sanrio es una niña que vive en Londres, Inglaterra), yo propongo que sea Hola Katy. Es bonito, no traduce literal, tiene un no sé qué que le da cierto caché fayuquero... todo en uno. Sí, ¡Hola Katy!

Y es que como muchas (o casi todas) las personas que me rodean llegan a saber, quién sabe cómo o por qué, que soy ultra plus fan de mi adorada Hello Kitty. No sé, simplemente me encanta. Como somos de la misma generación, debo decir que fui una niña a la cuál le regalaron algunas cosas de la gatita en forma de bolsita para guardar cualquier chuchería o libretitas para anotar pensamientos profundísimos de la infancia. Después no pasó mucho hasta que en 1997 el internet llegó a mi vida y me dediqué a buscar por todo Altavista (el papá de Google) cualquier dibujito o página web que me llevara a Sanrio, y fue entonces como conocí al perrito Pochacco, a KeroKeroKeropi, a Batzmarú y Chococat y recordé a los viejos conocidos como MyMelody. Desde entonces esta fiesta no termina, como diría Proyecto Uno. La red, con todo su poder, volvió a poner en el mapa de muchas fans a toda esta bonita banda de amiguitos con artículos (oficiales y similares) que han hecho las delicias de muchas de nosotras, así que en cuanto tuve edad para ganar mi propio dinero tuve a bien empezar a comprar todo lo que mi cartera pudiera gastar en mochilas, playeras, y demás artículos varios que se cruzaran por mi camino. Basta decir que, por obvias razones, la gente comenzó a regarme más y más cosas y de pronto volamos hasta el año 2016 en donde con el poder de las redes sociales puedo constatar lo mucho que piensan en mí cada que Sanrio da nota, porque (en verdad), me etiquetan siempre al menos dos diferentes personas, ya sea porque hay un avión con la cara de la gatita, un restaurante, o una exposición especial.



La semana pasada tuve la fortuna de ir al Museo de Juguete de la Ciudad de México, con el pretexto de que todo este mes se celebrarían los 42 años de la Kitty presentando una exposición donde varias coleccionistas están compartiendo sus propios acervos. No todos son artículos viejos como yo esperaba, pero lo que vi simplemente me fascinó. ¡Y lo documenté!


Lo cierto es que mientras estaba ahí, con esa estúpida sonrisa que sólo puede poner alguien que disfruta en demasía tan tremenda experiencia, no pude evitar pensar el por qué a mis 37 años este icono que pasa como infantil me entusiasma tanto. Y es que así como mi extraordinario gusto por ver telenovelas, este fantatismo también me convierte en un interesante objeto de estudio (ojalá me gustaran así los estudios de recepción), sobre el por qué personas como yo, o como muchas otras en el mundo, sentimos esta especial fascinación.

Daniel Mato (2007) hace preguntas más profundas que yo, y por principio habla del juguete como un referente en la producción de sentido. y se refiere a ellos como una especie de consumo cultural. Para él, la industria del juguete es una industria cultural ya que produce productos que tienen aplicaciones funcionales y, al mismo tiempo, resultan significativos de manera sociosimbólicamente, es decir, no sólo cubren una necesidad sino que también producen sentido según valores específicos e interpretaciones del mundo.

Christine Yano (2013) va más allá. Con su libro Pink Globalization, Hello Kitty´s treak across the Pacific, se hace tantas preguntas y va explicando poco a poco y según su tremendo estudio hay determinados factores que desde la estética están creados para llamar la atención del público más allá de su natal Japón. Hasta donde voy de su libro (porque está en inglés y me toma mi tiempo leerlo), hay algo en esta cultura de lo cutecool que jala lo mismo a niños que a adultos, y según lo plantea el 9/11 trajo un boom entre las personas de más edad que encontramos en este tipo de imágenes, ya sean Kitty, Precious Moments o Rosita Fresita, una forma pasiva de escapar de la realidad que cada vez se pone más fea. Incluso también hay algo de subversión cuando afirma que el rosa es el nuevo negro (Pink is the New Black). Pero ya que llegue a ese apartado les contaré las afirmaciones de esta mujer, una destacada Doctora en Antropología que pertenece al colegio de Ciencias Sociales de la Universidad de Hawaii.

El caso es que seguramente las niñas internas de muchas o muchos de nosotros tienen algo que ver en esto. Niñas y niños que disfrutan el ver, el coleccionar, el atesorar, el tener productos utilitarios lo mismo con una gatita que con un Mickey Mouse o un Snoopy. Lo cierto es que hay algo tan particular en el disfrute de estas aficiones, en el valor que le damos a una mochila, un sartén, una wafflera o un par de chanclas con las figuras admiradas (y es que los dibujos no nos traicionan, aunque también tengan juegos de roles tales que son capaces de mostrarnos a una gatita candidata a presidente o a una ladronzuela terrible) y le dan continuidad a eso que quizá nos quedó pendiente en la tierna infancia. Cada quien tendrá sus propias razones.




En fin... Esto nada más era para introducir al bonito video que pude hacer en las instalaciones del MUJAM, un lugar padrísimo que, si están en la Ciudad de México, deben conocer. Tiene muchas colecciones  y juguetes de hace muchas cuantas décadas que, como podrán ver en el video, están tremendamente increíbles.

Si les gusta, les da risa, o saben de alguna otra fan que quiera disfrutar enloquecidamente de esta exposición, compartan este bonito video que hice con mucho cariño y haaaaarto enloquecimiento juvenil. Le harán el día a más de tres, jejeje.