miércoles, 14 de enero de 2015

El agua caliente es para niñitas, segunda parte

Algunas cosas en definitiva no le gustan al Universo. Últimamente pasan tantas acontecimientos en el mundo, tantas atrocidades, injusticias, atentados contra la seguridad, la libertad y la paz de la humanidad, que, supone uno ingenuamente, éste no se da el tiempo suficiente para atender asuntos muy domésticos y menores. Pero no, me he equivocado en mi apreciación. 

Hace algunas pocas semanas compartí con el respetable lector mi saludable hábito de bañarme con agua fría, alegando entre otras razones, que "el agua caliente es para niñitas". Lo que escribí fue para dejar constancia del increíblemente irónico momento en el que deseé ser una niñita y meterme a la regadera con el agua "para pelar pollos" de tan caliente, sólo para descubrir que el gas se había terminado y pues ni modo, para no afectar mi salud tuve que correr a bañarme a la casa paterna. Pues la mala suerte me persigue, queridos amigos. 

Esta semana decidí prender el calentador por dos razones importantes: para que mis piecitos, que tienen unas cuantas dolencias, se relajaran, y por darme un mero gusto de inicio de año. Puedo parecer una persona muy mimada con lo que diré a continuación, pero es cierto: prender el calentador es algo que odio, ODIO, hacer. Aparte de que la maniobra se torna difícil por el lugar en el que está colocado, de pronto me invade un miedo a que una chispa me vaya a brincar y termine con la cara del Coyote cada vez que el Correcaminos hace explotar, sin querer, algún dispositivo marca ACME. Digámoslo así, soy una persona poco hábil para realizar tal menester. Sin embargo cuando la ocasión lo amerita, me armo de valor y me enfrento al terrible demonio moderno del fuego. 

Todo estuvo bien el primer día. Me dije para mis adentros: "quizá mañana también me bañe con el agua a esta temperatura, así que no voy a apagar el calentador porque si no va a ser un relajo mañana prenderlo de nuevo y esperar a que atraviese la Muralla China entera para calentar el agua". Así que muy segura y confiada al día siguiente me despojé de mis calientitas prendas, abrí la llave y esperé sentada y paciente cual Penélope (sin el bolso de piel marrón y los zapatitos de tacón) a que el vapor inundara el cuarto. Pero esperé y esperé. Y seguí esperando hasta que la desesperación me hizo su presa y me metí así como estaba, fría como el viento y peligrosa como el mar. Al día siguiente decidí asomarme al calentador para saber qué había pasado y descubrí, extrañamente, la puertita del piloto abierta de par en par. Entonces me dije para mis adentros: "quizá fue el aire, con eso de los frentes fríos el chiflón corre que da gusto". Después incluso pensé que era la obra maligna de algún gato sin oficio ni beneficio que merodea por mi casa de Pitufo. Pero no pasó a más. 

Antier ocurrió la misma situación: prendí temprano el calentador, me fui a hacer mis diligencias vespertinas, regresé y el baño caliente estaba ahí, aguardando para envolverme con su onda vaporosa. Me hice la misma reflexión para mis adentros y ayer, que de nuevo me estorbó la ropa y dejé que las prendas se cayeran, me metí a la regadera sólo para descubrir que de nueva cuenta no había agua caliente. "Esto se torna sospechoso", me dije. Hoy en la mañana salí a revisar y, otra vez, la puertita del piloto estaba abierta de par en par. A menos de que yo sea sonámbula, loca o zombie, no existe prueba alguna de que yo haya hecho eso. Y mucho menos el aire, porque ayer no hubo. ¿Entonces? Los gatos tampoco son tan hábiles como para accesar así de eficientemente al artefacto, y por lo menos esta mañana ya levanté mi denuncia con el casero, a ver si sabe o hace algo al respecto. Yo tengo varias hipótesis:

a) Esto lo hizo alguien que tiene consideración por mi situación económica y me ahorra el trabajo de apagarlo por mí misma. 
b) Esto es obra de algún ecologista extremo que no quiere que mi acto contamine al medio ambiente. 
c) Esto es obra de algún culerohijodeputadesgraciado que no tiene mejores cosas que hacer que ir de casa en casa apagando los calentadores ajenos. 
d) Esto es cosa de Satán. 
e) Al Universo no le gusta que me bañe con agua fría. 
f) Todas las anteriores. 

Espero que ya se levanten las averiguaciones y este caso se resuelva con prontitud y legalidad. Yo sé que el Universo y la Humanidad están ocupados con problemas más importantes y de índole muchísimo mayor que esta, pero considero que tales fechorías no deberían quedar impunes ni pasar desapercibidas. Ahora resulta que cuando quiero ser una niñita nomás no me dejan... ¡¿Pos así cómo?! Seguiré reportando. 

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