lunes, 5 de enero de 2015

El día de la magia

Ese horrible mal que aqueja a la gran mayoría de nosotros, llamado "adultez", es como una de las 7 plagas bíblicas que azotan a cada segundo los corazones de la humanidad. Es un padecimiento que, de manera incomprensible, enceguece el alma y tiene la infame capacidad de ir arrasando con las creencias, sueños y pasiones que alimentan los primeros años de vida. Es tal el daño que provoca, que calla toda voz interna, elimina toda capacidad de ver lo intangible, suprime toda risa franca y lo mide todo con la vara de la racionalidad mal entendida. Pero su mayor afectación, sin lugar a dudas, es de índole criminal: la adultez asesina a todo niño interior que encuentre a su paso. Ningún mal que en 2015 años haya aquejado a la humanidad es tan silencioso, tan destructivo como este.

Escribo esto porque hoy, 5 de enero, estamos en la víspera de la noche más mágica de todas: aquella en la que llegan los Reyes Magos. Y ustedes disculparán, pero para mí sigue siendo un evento importante. Muchos afectados por el terrible mal dirán que es una fecha impuesta por la religión católica; muchos otros dirán que es un día comercial, que los bolsillos están desgastados por la Navidad y que bolear el zapatito que queda debajo del árbol es un asunto únicamente para niños. Por mi que digan misa... yo espero este día con una ilusión que año con año se torna diferente, a veces se intensifica, a veces se contagia y disminuye, pero mi niña interna hace su mejor esfuerzo para hacer su cartita y lanzarla en un globo imaginario al universo, esperando ansiosa que los Reyes recompensen su buen comportamiento con alegrías y bendiciones todo el año.

En mi familia incluso privilegiamos esta fecha por encima de la Navidad. Los regalos, en vez de intercambiarlos en la cena del 24, los reservamos para dejarlos debajo de los arbolitos de cada casa. En casa de mis papás es casi obligatorio dejar zapatito, porque entonces pues cómo le hacen los Reyes para saber a quién le dejan cada cosa. Mis sobrinas la gozan pero creo que nosotros, "los grandes", lo hacemos a la par, quizá con una ilusión diferente pero no por eso menor. No importa recibir un chocolate, una caja pequeña o simplemente una amorosa cartita, todo es, a final de cuentas, un alimento para el alma cuando es entregado con una gran intención.

Este año he pedido muchas, muchísimas cosas, algunas materiales y las más son asuntos que tanto a mi niña interna como a mi nos preocupan; pero especialmente, este año hemos pedido de todas las maneras posibles, que aquellos pobres seres humanos aquejados por el mal de la adultez sean librados de el, que este año sean capaces de ver, escuchar y sentir más allá de lo que la razón les dicte, que se permitan soñar, imaginar y creer para entonces poder crear mundos nuevos, realidades mejores, personas mejores. Porque personas mejores hacen realidades mejores. Porque personas mejores, ajenas al mal de la adultez, son capaces de dialogar para evitar las guerras, son capaces de librar la tentación de la ambición, del poder, del egoísmo. Porque personas mejores tratan mejor a sus semejantes, sin importar si son de su misma especie. Porque personas mejores son las que creen en la magia, en el poder de la intención, en que lo imposible puede prescindir de sus dos primeras letras. Porque personas mejores, simple y sencillamente, valen más la pena en este mundo.

Mi pequeña Raquel y yo lanzamos al universo nuestra carta en un globo imaginario que, esperamos, toque los corazones de los Reyes, y éstos a su vez conviertan nuestros deseos en luz y amor. Y si nos traen alguna que otra chacharita material, también nos harían altamente felices, jejeje.

¿Ustedes ya hicieron la suya? ¡No olviden dejar sus zapatos limpios y con un poco de talco, no los vayan a marear!

1 comentario:

Unknown dijo...

Mi Denise chiquita disfrutó mucho este texto, coincido con la magia de la infancia como motor de la magia del mundo, por ello me parece una etapa importante de nutrirse en amor,sin empañarla con la perspectiva de los adultos.Te felicito, como siempre me siento orgullosa de ti, de tu sentir y nuestra conexión.