jueves, 12 de octubre de 2006

Expresiones de moda

Nunca esperé caer en estos temas tan rápidamente. Apenas recuerdo mis días de pubertad, cuando retaba furiosamente a todo adulto que osaba de manera jocosa o dolosa, atentar contra aquello en lo que por esos días era mi credo y forma de vida. Que si mi abuela criticaba mis copetes altos y llenos de spray Aqua Net ¡No se la acababa! Que si mis padres veían con recelo que usara más de un par de aretes, o que me maquillara en exceso (según sus cánones) ¡Cuidado! Y más de alarma era aquel que interfiriera con el caló que regía mis conversaciones juveniles, con expresiones tan básicas como un “qué onda”...

Esos días no han terminado del todo. Apenas el fin de semana mi madre se escandalizó por el corte de cabello de la ex Barbie Basterrica, en un look que definen las revistas como “estilo manga o anime japonés”. Mi papá por su parte, sigue expresando sus severas opiniones sobre los chamacos con gorra que se sientan así a comer, reprobando categóricamente lo que antaño normaba el entonces famoso “Manual de Carreño”, sobre mostrar respeto descubriendo la cabeza de todo sombrero o cosa similar.

Como muchos jóvenes, en una actitud de tipo generacional, comprendo y defiendo los comportamientos y modas que surgieron en la flor de mis ayeres, incluso aquello que jamás adopté. Pero hoy, sin embargo, me asusté terriblemente ante lo que mis ojos captaron con la más grande y absoluta reprobación.

Vivimos una época donde la expresión individual es alentada por la tecnología moderna: bitácoras personales, mensajes en el celular, youtube.com. Estamos en un bombardeo constante y sonante. La juventud del momento que tiene al alcance estas herramientas, las emplea para lo que todo puberto promedio: saludar a los amigos, hacer citas, conocer gente, odiar al mundo y derramar miel por los noviazgos en turno. Todo eso, aclaro, es perfectamente comprensible para quien redacta estas líneas.

El caló de los pubertos de hoy no me asusta; a mis 27 años he comprendido que nunca se leen los libros suficientes para tener un basto vocabulario, y que nada hay de malo en expresarse con frases propias o plagiadas. Pero en lo que expongo mi queja, mi queja adulta, la queja que jamás creí exponer... ¿Por qué “la moda” en expresión implica hacer garras a nuestro bellísimo idioma castellano? ¿Por qué ahora “que” es “ke”, “yo” es “io” y se alternan aleatoreamente altas y bajas? Se me ocurren algunas razones: economizar letras en los mensajes de celular, perseguir una corriente con la cuál identifiquen su expresión propia... pero... ¡chicos, eso es contaminación visual!

En verdad me aterra parecer un adulto, y más ahora que la única palabra que ocupo para lo que siento es aquella con la que mi padre denomina todo lo que le molesta, pero esas modas me parecen simplemente ¡aberrantes! Y lo peor de todo: Si esto es ahora... ¿Cómo reaccionaré ante la adolescencia de mis hijos? ¿Ellos me odiarán? ¿Seré una copia al carbón de mi madre? El futuro, desde ya, me horroriza...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si te sirve de consuelo Ra, yo tengo 20 años y también estoy en contra de esta moda de "mochar" las palabras... es simple y sencilla flojera, en mi opinión.

Sofi