jueves, 13 de abril de 2006

Como pegarle a Dios en Jueves Santo

De fondo suena La Marcha Imperial; en la tele las noticias locales muestran alegres spring breakers versión chilango en ceñidos bikinis corriendo tras la chancla perdida, y yo paso de lo sublime a lo extremo al enfrentar mi enésimo fallido intento de subir videos a mi blog personal. Mientras todo eso sucede, uno de esos males de nuestro siglo se abona en mis adentros dibujando en las sombras una silueta como de globo de cantoya. ¿Qué será? Aún no sé. Los análisis descartaron salmonela o tifoidea y mientras propios y extraños diagnostican colitis nerviosa, gastritis, huevitis o ñoñitis, los méndigos dolores (tan feos como pegarle a Dios en jueves Santo, diría mi santa madre), me tienen a las 5 de tarde enfundada en rosados ropajes de dormir, agonizando la dolencia entre los episodios I y II de Star Wars, saga entera patrocinada por el viajero amor de mis amores.

Este deprimente cuadro me lleva a pensar que debido a mi condición anti fervorosa, al clima de primavera, a mis dotes actorales o a Salinas de Gortari (echarle la culpa es deporte nacional), estos supiritacos me aquejan siempre durante la Semana Santa. Y es que no sé a ustedes, queridos e incautos lectores, pero a mi esto del melodrama me encanta, y los desmayos forman parte de mi currículum de gracias y cualidades, a sabiendas que siempre hay alguien superior a uno, palmas que merece mi Dolce sisterna.

Aunque alguna vez les relaté la crónica de mi primer desmayo (primera comunión, en ayunas, medio día, dejé al padre hablando solo al caer de hambre), un domingo de Ramos cualquiera, entre aquella masa ondeante con palmitas en las manos, el simulacro de que Jesús llegaba en el burrito y mucho, mucho calor, mi espíritu cayose de pronto y sin previo aviso me desvanecí entre la multitud que no supo si pasar encima o darme una buena limpia. Cuando desperté recibía los primeros auxilios de mi acalorado padre y so pretexto de sofocón, me refundí en el coche hasta que las tres horas de misa pasaron. Para quienes unieron los puntos y dedujeron que los centros religiosos provocan en mí tales efectos, anótense una palomita, aunque acoto que lo mío es más universal. Otra vacacional Semana Santa hacía fila para entrar a la tumba Mayor de Mitla, Oaxaca, pero no llegué ni a ver la entrada. El rayo del sol mañanero y ni una migaja de pan en mi estomago pusieron a bailar al pobre amor de mis amores, que no sabía si cacharme al aire o pedir ayuda, mientras yo me desvanecía al más puro estilo hollywoodense.

La de hoy ocurrió en el super (centro ceremonial de las deidades capitalistas), en un osazo protagonizado en la cafetería mientras frente a mí las cajas sonaban, las cuentas se pagaban, y una señora amable detenía su andar para echarle aire a esta damisela en desgracia y a su sufrida mamá. No si claro está que lo mío va más allá de credos y religiones, de escenarios y pudores, y que mi relojito puntual siempre le atina a las mismas santísimas fechas.
Por algo será.

No hay comentarios.: