jueves, 6 de marzo de 2008

Ciclos...

Hace casi un año escribí sobre lo extraños que son ciertos días, esas fechas en donde todo pasa. En aquella ocasión me refería al 23 de abril; hoy, comprendo que el 7 de marzo es una de las fechas más significativas en mi vida. Estos son, sin duda, tiempos de despedida.

El 6 de marzo de 1990 mi mamá, mi abuelita, mi hermana y yo aún vivíamos en la ciudad de Oaxaca. Mi papá había salido de la casa en noviembre del 89, pues el inminente cambio a Xalapa apresuró su llegada a estos lares. Pero nuestra partida se atrasó hasta que un buen día mi hermana y yo recibimos la noticia de que el 7 de marzo era nuestro último día en el lugar donde pasamos 9 años de nuestra vida, y éste sería, por consiguiente, el inicio de un nuevo ciclo.

Así, el 6 de marzo de 1990 fui por última vez a mi salón de clases de 5o. de primaria con la maestra Juanita; en aquella ocasión entré al salón vestida de civil pues únicamente fui acompañando a mi mamá quien fue a recoger nuestros papeles importantes. Mientras ella arreglaba el asunto, yo corrí a saludar a mis amigos, vi y comprendí (con toda la comprensión que puede tener alguien de 10 años de edad) que mi banca vacía estaría ahí y se veía triste, muy triste, pero que alguien, en algún momento del año, del mes o incluso de la semana, la ocuparía y la vida seguiría su curso. Minutos antes de partir llevaron una grabadora, la maestra me sentó en el escritorio y entonces comenzó a sonar un cassete con las voces de todos dándo mensajes de cariño y despedida... Lloré un poco, sentí una infinita nostalgia y salí de ahí para nunca volver.

El 7 de marzo fuimos a la Iglesia de la Soledad, mi mamá llevó unas flores en agradecimiento por tantos años de vida en Oaxaca. Entonces, a las 3 de la tarde nos subimos al avión que nos llevaría a Veracruz, donde mi papá nos esperaba para llevarnos a nuestra nueva vida: Xalapa.

18 años después el 7 de marzo sigue pareciéndome como aquella subida al avión para no volver. Los cambios laborales son buenos, importantes, necesarios, y el 7 de marzo, mañana, será mi último día en el área de trabajo donde estuve 5 años de mi vida. Por lo mismo estas siguen pareciendo épocas de despedida, aunque hace años aparecieron de manera involuntaria y hoy son con más convicción que nunca.

La metáfora de la tierrita que hay que remover para que la planta siga creciendo fuerte y sana me parece más oportuna que nunca. Cuando uno se estanca no queda de otra que buscar nuevas fuentes de inspiración y salir, aunque, cierto es, los riesgos que se corren son infinitos. Los ciclos se cierran, las perspectivas se elevan, las puertas se abren y la gente que uno conoce en el trayecto se quedan en el alma, en el cajón que almacena la memoria laboral. Por ello, no queda más que agradecer las oportunidades, la confianza, los enojos, las viviencias... La banca que queda en el escritorio no se verá vacía, porque unos nos vamos y otros llegan.

Hace 18 años se cerró uno de los más importantes ciclos de mi vida. Mañana se cierra otro. Los plazos se cumplen y las fechas, curiosamente, continúan significando algo más que una casualidad.

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