miércoles, 10 de enero de 2007

Múltiples capacidades


Antes que nada, mis muy queridos lectores, los abrazo a todos y cada uno de ustedes muy fuerte, deseándoles un feliz y productivo año 2007. Año impar, por cierto, esperemos que nos pinte lleno de colores alegres, de matices con sus luces y sus sombras (inevitables en la vida), pero siempre con un brillo especial, el de la fuerza, el de la esperanza, el del amor.

Esa es la capacidad de ver el destino de manera positiva. Gran ventaja del ser humano ésa de ser capaz de gozar la felicidad y sorprenderse ante lo más pequeño; esa de ser capaz de expresar la tristeza, la nostalgia; esa de abrazar a un ser querido, esa de admirar a una niña pequeña en su primera Navidad disfrutar (con una inexplicable ilusión) la alegría de una posada y la emoción de ver caer la colación de una piñata.

Pues bien, en una época donde la vorágine de las compras de último minuto nos absorbe dejando de lado la esencia de la natividad y el año nuevo, éstas fechas, también empleadas como un buen pretexto para el relax y la convivencia, me llevaron al sitio indicado, al momento preciso para confirmar mi teoría sobre las múltiples capacidades humanas de expresión.

Explicaré: Según la psicología es imperante para nuestra vida cotidiana encontrar el medio indicado para desahogar tensiones, estrés, angustias y para deshacer alguna que otra telaraña mental. Así, existen catalizadores tales como los estadios de fútbol, las funciones de lucha libre o, incluso, un instante en medio del tráfico pesado. Pero hay otro punto donde las vibras de todo tipo se concentran, donde grandes y chicos se expresan, se divierten, se liberan: los parques de diversiones. En un sitio de estos, amables lectores, descubrí la enorme capacidad humana para gritar.

Gritos en todos tonos, en todos ritmos, en todas intenciones. Femeninos, masculinos, infantiles, ahogados. Gritar es esa fantástica oportunidad de hacer explosión, sobre todo si se acompaña de sensaciones extrasensoriales como treparse a una montaña rusa (y descender de ella) o un juego del estilo pero en menor escala. ¿Es que acaso no han sentido ese extraño placer de dejarlo todo de lado y treparse a un juego que los pone de cabeza, o mojarse hasta los calcetines, saludar a una botarga o reír hasta las lágrimas? Pues todas las personas que se congregan en sitios así lo saben, y aquello, como cualquier templo, es una concentración de energías transformadas, en un lugar donde nadie prohíbe expresarse y donde las gargantas deben ir listas para soltar sus más sonoros y estruendosos ruidos, esos que salen del corazón, de los intestinos, y de todos los recovecos que sienten una emoción de tales proporciones. Es uno de esos agotamientos felices.

Gritar en lo alto de una montaña, gritar en compañía, gritar en soledad o del puro gusto de ver a un ser querido. ¿Hace cuánto que ustedes no lo hacen? Sea cual sea su respuesta, les recomiendo comenzar el 2007 liberando su cuerpo, su alma y su espíritu… Y ¡a arrancar motores!

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