jueves, 20 de julio de 2006

No sé que tiene tu voz...

Celia Cruz comparó en una canción la voz del ser amado con un susurro de palmas, con un cristalino torrente, con un ceñir de campanas al morir la tarde, y con un gemir de violines en la madrugada. Eso, damas y caballeros, es estar enamorado y nada más, porque cuando uno flota en esa nube de romance celestial todo lo que provenga de la otra persona nos parece maravilloso, y su voz, por supuesto, nos derrite cual cubito de hielo al sol en cada “te quiero” y “te amo”. Pero a menos que se esté profundamente enamorado o sea uno absolutamente fijado, poco notamos que la gran mayoría de nosotros poseemos voz, y con ella, toda una fuente de posibilidades para asegurar nuestro éxito en la vida.

Hace poco vi un programa de televisión dedicado a este tema. En él dialogaron una actriz, una cantante, una profesional del doblaje y varios maestros de canto, y aquello fue una enorme lección sobre la importancia de la respiración, de la modulación, y sobre todo, del autoconocimiento de esta maravillosa arma que no sólo sirve para cantar, es simplemente una de las tantas claves que indican qué tipo de persona somos, qué queremos expresar y cómo lo queremos comunicar. Una de ellas decía, por ejemplo, el efecto que provoca cuando sus alumnos hacen una grabación y se escuchan por primera vez: ¡Siempre salen horrorizados y muertos de pena! Hagan la prueba y verán. Por lo general siempre nos aterra escucharnos en un par de bocinas, porque, como bien decía otro panelista, estamos acostumbrados a escuchar el exterior, pero jamás notamos cómo sale nuestra voz o cómo la perciben los demás.

Piénsenlo así. Las hot-lines no tendrían tanto éxito si las chicas (que tras el teléfono no se sabe si son las bellezas que prometen) no ejercitaran la voz a un modo tan sensual que las vuelve irresistibles. La Nana Fine no sería tan odiosa para la gran mayoría del público si su voz gangosa hubiera resultado “como todas”, y quizá no nos enamoraríamos tan seguido de los locutores de radio que, al conocerlos en persona, resultan una decepción. ¿O imaginan qué hubiera sido de la Sirenita si en lugar de voz la Bruja del Mar le hubiera quitado una mano?

Aplicado a la vida cotidiana es importante y muy poco valorado el buen empleo de nuestra voz. Para una cita de trabajo, lo primero que te recomiendan es que no te muestres nervioso, aunque para ello también hay que controlarnos al hablar; para contarle un cuento a un niño, no hay darle toda una gama de voces y hacerle sentir que su imaginación puede volar; cuando escuchamos a alguien, que tiene la voz grave, o chillona, o enérgica, o suave podemos saber de golpe su carácter (y hasta su vida); para dar una orden, para dar ternura o hasta para disfrutar ese secreto placer de cantar bajo la regadera.

Y es que es tan mágico conocer esta parte de nosotros tan evidente y tan expuesta, que si aprendemos a escuchar lo que somos, tal vez nos sorprendamos gratamente y, tal vez, hasta aprendamos a querernos solo un poquito más.

Hasta Colombia con amor...

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