lunes, 8 de septiembre de 2014

Personaje en huelga

Empiezo este texto citando la famosa y célebre frase de Jaime Sabines, "yo no lo sé de cierto, pero supongo" (aplicable a una gran cantidad de situaciones), que cuando un escritor está entretejiendo los hilos de sus personajes en una novela a veces éstos cobran vida propia y exigen su derecho a ser parte más activa de la historia, o con esa vida propia, son capaces de apagarse hasta que el autor nota que ya no tienen más que hacer entre sus líneas y simplemente están condenados a la desaparición.  A veces, seguramente, el escritor se obsesiona demasiado con un personaje al que ya no tiene más jugo que sacarle, y por más que lo exprime no hay nada más que hacer. A veces, seguramente, existe algún otro que es una joya en bruto y está deseoso de ser explorado para así conquistar tanto al autor como al lector, y debe tener paciencia (si partimos de la idea de que un personaje casi siempre corresponde a un ser humano, entonces también debe tener esta cualidad) hasta que su creador lo reconoce y ¡pum!, juntos, uno con su talento, el otro con su sola presencia reconocida, logran hacer completas obras de arte.

Eso no sólo pasa en la literatura. En el cine o en la televisión hay personajes que estaban destinados de origen a ser apariciones de pocos minutos o pocos capítulos, y al final terminan por ser los más relevantes. No siempre resultan ser los protagonistas, pero acaparan la atención y se convierten, la mayoría de las veces, en objetos de culto (o del deseo, depende de la situación).

¿Y como por qué hoy se me ocurre escribir toda esta verborrea sin ninguna razón aparente? Pues porque por primera vez en mi historia un personaje de mi propia historia personal exigió su derecho "de piso" para ser parte activa de las Policromías, que normalmente son una exagerada e incluso algo poética visión de mi propia vida, alterada a mi gusto y sazón de la única manera en la que puedo tener el control de ella. Este espacio me ha servido lo mismo para contar ciertas alegrías como para compartir algunas cuantas penas. Cuando se trataba de una publicación semanal, esta columna contenía algunos pasajes de mi vida cotidiana que poco a poco (egoístamente) he ido reservado para las líneas de mis cuadernos particulares. Sí, perdí la costumbre de reírme públicamente de mis propias experiencias. Y ahora de pronto un personaje emerge, me sacude, y saca la bandera rojinegra de huelga, alegando que no volvería a leer las Policromías a no ser que ahora fuera parte de ellas. Imaginen por piedad mi sopor.

Y es que así como llegó a este punto es como llegó a mi vida: sin avisar, sin permiso, sin freno, provocando un singular caos que me ha obligado a salir de todas y cada una de las zonas de confort en las que estaba, incluyendo ésta, la de la no-escritura. El personaje, al que para efectos dramáticos llamaremos "El Panditas" (cierta fascinación a conocida golosina con tal fisonomía lo delata), se cansó de no figurar y creyó, con tal seguridad, que su huelga policrómica iba a generar algún efecto en mi. ¡Ja!. Quisiera de todas las formas posibles decirle que no, que este es el único espacio en el que no logrará tener influencia, que aquí aparece y desaparece quién yo quiero, que los personajes no tienen poderes mágicos para hacer tan tremendas exigencias. Quisiera de todas las formas posibles no compartir las cosas tan maravillosas e increíbles que está comenzando a generar en mi vida, en mis pensamientos, en mi corazón. Quisiera... pero veo que ya no es posible. Este texto ha sido la prueba de ello.

Llámenlo una voluntad escasa. Llámenlo si quieren poca severidad y disciplina de mi parte. Llámenlo quizá una secreta emoción propia por volver a ser y a hacer aquello que simplemente abandoné durante muchos años y que ahora, gracias a este caos inesperado, se desempolva y comienza a brillar de nuevo. El caso es que si un personaje nuevo ha llegado, si es un diamante en bruto, si le dará a la historia esa sal y pimienta que se requieren para mantener a los lectores cautivos y enganchados, entonces no me queda más que atender al olfato literario (bueno, en los términos de esta columna), acceder a su pliego petitorio, hacer que quite las banderas de huelga y dejarlo ser lo que quiera ser en este bonito y colorido espacio.

Así pues... Alejandro, bienvenido seas a éstas, mis Policromías.

2 comentarios:

Helga dijo...

Bienvenido!! y qué bueno porque ya hace falta saber el chisme completo... =D

Ra dijo...

Gracias!!! Oh si, ya lo iré contando, jejeje.