jueves, 14 de abril de 2011

Otra mas de lios domésticos...


Hay un capítulo de los Simpson que particularmente me puede encantar; independientemente del jocoso tema donde Homero decide entrar a una escuela de payasos puesta por Krusty, quien tenía serios problemas económicos, es justamente la actitud de este nada gracioso personaje lo que me ahoga de risa, sobre todo cuando su contador le explica cuán mal están sus finanzas y éste solo piensa en comer tortillas de huevo de cóndor. Y es que ya, en el colmo de su descaro y de su poco interés por recordar que anda en números rojos, le da dinero a uno de sus asistentes mientras le dice con tono mandón: "Mi casa está sucia, ¡Cómprame otra!"

¿Cuántos no quisiéramos decir lo mismo en esta vida? Yo sí, y más ahora que mi señor asistente doméstico, (al que prefiero nombrar mayordomo) ha decidido abandonarme a mi suerte, así, sin más.

Temo que me está pasando lo mismo que a mi madre cuando se juyó doña Virginia (la señora que planchaba) y doña Delfis (era Delfina pero pos le agarramos cariño), a quien yo agradecía que fuera cada viernes a limpiar aquella noble casa en la que vivíamos, pero sinceramente la aborrecía cuando entraba a mi cuarto, porque a la hora de sacudir desacomodaba prácticamente todo mi espacio, y eso la verdad me sacaba canas verdes de la muina... ¡y tenía solamente 10 años!

Yo sospecho que como mi madre ya había tenido esos y algunos otros traumas con el servicio doméstico, decidió con voz e intención contundentes que si Diosito le había mandado hijas a este mundo era para enseñarles los quehaceres de la casa, y enfundada en sus métodos educativos cuyo eslogan era "Sean unas niñas ACOMEDIDAS", nos ponía todos los sábados a sacar nuestras mejores fachas y a repartir las divertidas actividades entre tres pubertas medio flojas y quizá bastante ociosas. Entonces, como las hadas madrinas de la Bella Durmiente, una sacudía, otra aspiraba, otra lavaba baños... al ritmo de "que no quede huella que no que no", aquel espectáculo era entre jocoso y agónico. Al final, la señora de la casa resultaba la única con ventajas claras sobre nosotras, pues lograba que al final del día su casa estuviera rechinando de limpia, y, satisfecha, nos salía con el cuento de que "para saber mandar hay que saber hacer", como aguarándonos las esperanzas de que algún día vendría a nuestro rescate alguna buena alma entusiasta y comprometida con esas causas laborales.

Así mis hermanas emprendieron su vuelo, y cuando ya no quedaron ganas para hacerlo ella, mi madre por fin decidió contratar a alguien. Ya pa qué. Bueno… siempre fue grato conocer a don Panchito, que iba tan feliz siempre a limpiar el cochinero, enfundado en sus bototas de plástico grueso. ¡Ay don Panchito, qué hueco nos dejó en el alma cuando se fue y nunca volvió!… Snif.

Cuando agarré mis chivas y me asumí como dueña y señora de mi propio hogar, llegué con la inocente idea de que jugar “a la casita” implicaba también echarme en hombros las labores propias de limpieza y mantenimiento. Y entonces las primeras limpiezas de esa bonita casa de Pitufos y Tokotinas fueron una cosa intensa, tanto como solía hacer el aseo de mi propia recámara (eso sí, fuera quien fuera a hacer el quehacer, solo YO sabía los cochineros de mi espacio y solo YO los limpiaba, ¿okei?). Aquí la cosa se magnificaba, porque era limpiar no solo baño o tocador, sino cocina, sala, comedor, chimenea y, cuando llegó a mi vida, hasta las gracias de la perrita… ¡¡¡uf!!!

Entonces fue mi propia madre, la misma que había formado niñas acomedidas que cabían en todo lugar, quien me sugirió buscara a alguien que me auxiliara con aquellos menesteres. Al principio, la verdad, hasta me indigné. ¿Cómo alguien más limpiaría MI casa? Pero cuando llegó don Pepe todo se volvió color de rosa, de una vida hermosa.

Todos éramos felices con él: la mugre, las arañas, Tokotina y yo. Éste hombre está como diseñado para aguantar pianos y balas. Lo mismo me limpia el refrigerador con todo y las nuevas formas de vida que ahí se gestan (ya saben, algunas verduritas que ahí se aguardan durante unos cuantos meses), lo mismo saca la basura que aspira la alfombra retacada de pelos de mi amadísima mascotita… No bueno, solo él y Superman en el mismo nivel. Hasta ese triste día…

Él llegó por la mañana, yo lo saludé. Le dejé su desayuno, me despedí, agarré mis chivas y me fui, como me salgo todos los días de casa. Arranqué el coche y hasta le avisé que posiblemente iría al súper y regresaría con toda la compra. Pero no. Primero aprovechamos para celebrar el cumpleaños de mi señor padre, comimos, celebramos, regresamos a la casa materna y tipo las 6 de la tarde sentí como esas comezones de una siesta y caí rendida a los brazos de Morfeo.

Por allá de las 7 y media que abrí nuevamente el ojo, supe la otra historia del día: al llegar a la casa, mi madre detectó una llamada perdida que venía desde el número de mi casa. Ella llamó y nada. Entonces recordó a don Pepe y le llamó a su celular. ¡Oh, fatal noticia! Resulta que la dueña de la casa, o sea yo, salí justamente como salgo todos los días de casa, y estúpidamente, lo dejé encerrado bajo llave, acotando que jamás le he dado un juego al infeliz personaje. Y entonces le dieron las 10 y las 11, las 12 la 1 las 2 y las 3 y cuando ya se tenía que ir, pues nada, nomás no pudo abrir. Intentó llamar a mi celular, y se quedó sin crédito, intentó llamar desde mi teléfono, y resulta que mi aparato en casa estaba descompuesto y tampoco sacaba llamadas. Solo alcanzó a marcar y a timbrar algunas veces, luego nadie contestó y no pudo volver a intentarlo. Entonces, tipo a las 6, mi madre encontró la llamada perdida y cuando el pobre Don Pepe, atrapado en las cuatro paredes de esa casa de Pitufos y Tokotinas, le explicó lo sucedido, mi abnegada y buena progenitora fue a su rescate y lo llevó hasta su casa. Al escuchar aquel relato ya no supe si reír o llorar.

Desde entonces nada fue igual (tono dramático, línea con música de fondo y voz quebrada, como de Libertad Lamarque). Aunque Don Pepe seguía llendo a hacer lo suyo, yo sentía una vergüenza enorme por tan tremendo descuido. Juré que jamás me volvería a pasar. Y si… ya no me ha pasado, ¡porque don Pepe ya no ha ido!

Han pasado algunas semanas desde su partida, y yo estoy tan desesperada como Krusty rogándole a la vida una casa nueva porque la mía no está sucia, está PUERQUÍSIMA. Y entenderán que uno que vive como personaje de película de Pedro Infante, con dos trabajos, actividad en el gimnasio, una perra liosa y una vida por vivir, no se da el tiempo requerido para esos menesteres que demandan altísimo nivel de meticulosidad y, sobre todo, de valor.

Llamaré este fin de semana, a ver qué se puede hacer. Llamaré, me humillaré, me arrastraré si es necesario, lloraré en el más estricto de los sentidos, y haré todo lo posible porque vuelva, Me arrojaré a sus botas de plástico, como estuve dispuesta a hacer con Don Panchito antes de que se fuera. Lo haré todo, pero no limpiar. Antes muerta que sencilla.

Estaré reportando cualquier novedad. Si ven que no doy señales de vida en algún tiempo, seguramente habré sido víctima de abandono de hogar, y no tuve otro remedio más que limpiar a conciencia aquel cochinero en el que hoy cohabitamos los bichos y yo. En tal caso, por favor, rescátenme no con picos y palas, sino con escobas y sacudidores. Es cuanto.


2 comentarios:

yo dijo...

jjejejejejejejeje, ahora me entenderán, verdad? Ojalá que Don Pepe vuelva pronto. Asi me pasó con el montón de camisas de tu papá, pero gracias a Dios ya lo pude resolver.

Besos y bendiciones, te amo y gracias por las polikromias.

Helga dijo...

jajajajaaaaa cómo me hiciste reir.. pobre del Don.
Me acordé taaaanto de mi sagrada madre!! esas frases también las tenía dominadas, tanto que neta, nunca he contratado a alguien que se encargue de esos menesteres, la limpio YO porque "nadie sabe hacer las cosas" y sí, "pa mandar hay que saber hacerlas". Ni como olvidar los fines de semana oyendo a Roberto Carlos con aspiradora en mano, -debo confesar que unos buenos años fueron de escoba en mano- con decirte que mejor ya no limpio porque me siento mal de que no las hago como debería... el fantasma de Doña Huri me atormenta, casi casi la siento regañandome porque no le sacudo bien.. jajajaja Suerte y que regrese pronto el Don =) grx por el post