jueves, 6 de diciembre de 2007

El deporte nacional por excelencia

Ahí estábamos el amor de mis amores y yo un lluvioso domingo, entre el refresco y las palomitas, a punto de empezar la función de Spider Man 3 en la comodidad del DVD. En eso, mientras agarrábamos postura, se coló uno de esos odiosos comerciales de la mamá y el hijo que compra su diez pirata. “¡Aagggg!” expresé con furia, y ante esta repulsión comenzó una acalorada controversia por tal campaña publicitaria.

Mis argumentos fueron simples: en México estamos acostumbrados a que nos digan “esto es malo”, “¡no lo hagas!” y no hay más. Una campaña como esta sólo nos dice que la gente se ve mal, que los hijos lo pueden aprender, pero… ¿por qué nadie explica, con pelos y señales, la razón por la cuál la piratería es un delito? ¿No se puede, con palabras simples y sencillas, explicar todo lo que hay alrededor de esta práctica que pone en riesgo empleos, negocios y toda una industria completa? ¿Se subestima acaso el poder de comprensión de los niños si tratamos de explicarles qué repercusiones hay al comprarla sin nada más decirle “no lo hagas porque es malo”?. Spider Man voló por New York salvando al mundo mientras yo seguía con mi apasionada ponencia sobre el horror del diez pirata.

Y es que según los datos recién publicados, nuestro país es merecedor del cuarto lugar a nivel mundial en piratería. ¿Impresionante? No. Me impresionó más que pudiera haber alguien que nos rebasara.

Debo decir con franqueza que yo soy parte de las estadísticas de quienes la consumen; si bien no lo hago siempre, si de pronto acudo al puesto más cercano para hacerme de alguna película, sotfware o chuchería que cambia el Hello Kitty por Hello Katty. Pero algo que tampoco dicen en los anuncios esos del diez pirata es que a veces y sólo a veces, este negocio que no paga impuestos y anda impune por esquinas, calles y mercados es el que te provee de un mejor servicio. Ejemplo: Pasé años buscando de manera legal una película de Pedro Infante que tanto me gusta y resulta que aun no salía en formato DVD. Acudí con los piratas y ¿qué creen? El servicial muchachito que me atendió buscó entre todos los changarros hasta que dio con la joya y la tuve en mis manos sin cortes comerciales. Ni menciono la maestría con la que te venden softwares entre esa gente que conoce y aplica tales maravillas de bajo costo.

Claro que la cosa no es únicamente ir a la fayuca a buscar ropa o perfumes cuyo precio original es desorbitante, ver shows de Barneys piratas, comprar medicinas o hasta vinos clonados. Se trata de una red de corrupción que comienza en grandes escritorios, en medio de grandes intereses y que involucra a demasiadas carteras como para mostrar en comerciales todo lo malo de la piratería cuando a esa misma gente no le interesa darlo a conocer. Obvio es que esos misterios jamás los conoceremos y mientras, debemos chutarnos al inicio de cualquier videojuego o película, legal o ilegal, que el FBI nos buscará hasta el cansancio si lucramos con ese material. ¡Ja!

No hay comentarios.: